chequeo ciudadano

Siete ruidos capitales de BCN

Turismo, ocio, tráfico y terrazas crean algunos de los problemas acústicos de la ciudad

INMA SANTOS HERRERA
BARCELONA

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Barcelona es una ciudad ruidosa. Cifras en mano, menos que hace un tiempo -el porcentaje de ciudadanos afectados por el exceso de decibelios ha bajado tanto de día como de noche: el 68,2% de la población está expuesta en algún momento a niveles entre los 60 y los 75 decibelios, tres puntos menos que en el 2009, según el mapa de la contaminación acústica que presentó el ayuntamiento en marzo- pero no por ello es una urbe silenciosa. Con el calor, los problemas de convivencia vinculados al ruido aumentan: hay más ventanas abiertas y más gente en las terrazas o, simplemente, disfrutando del espacio público. En verano, todo de oye más: el tráfico que colapsa la ciudad, las obras en la calle, el camión de la basura, los ruidos domésticos de los vecinos... Además, en esta ciudad mediterránea, de moda y cosmopolita, buen tiempo es sinónimo de actividad, ocio y vida en la calle: de día, y sobre todo, de noche, lo que genera problemas de convivencia. Solo hay que escuchar la conversación ciudadana para darse cuenta de que el ruido es cada verano uno de los temas dominantes de conversación.

Hay causas de ruido estructurales de la ciudad. Así, los vecinos que  sufren todo el año los ruidos del bar de debajo de casa aún lo acusan más en temporada estival. El verano también invita a callejear y a sentarse a tomar algo en una terraza con los amigos, pero cuando se es joven y la situación económica no está para tirar cohetes, el botellón es más barato y conquista las plazas y parques de algunos barrios de la ciudad: lo que para unos es jolgorio y risas, para otros significa no descansar.  Y en unas zonas más que en otras: Ciutat Vella, Sarrià-Sant Gervasi y Gràcia se llevan la palma.

Varios factores han  contribuido a enquistar el ruido en estos barrios, entre ellos, la proliferación de las terrazas de ocio. Pero aparejado al éxito turístico de la ciudad, surge otra causa que provoca ruido: el propio turismo y todo lo que lo rodea. Barcelona es una de las ciudades más visitadas del mundo: el  turismo se ha convertido en piedra angular de la economía local,  lo que ha llevado al consistorio a mimarlo y, según muchas opiniones, a  consentirlo. «El visitante tiene derecho a instalarse en el rovell de l'ou», ha defendido el alcalde Xavier Trias en más de una ocasión. Y al amparo de esta filosofía creció  el boom de los pisos turísticos, sobre todo en Ciutat Vella.

Más turistas, más ocio, más jaleo. Sí, hay una normativa de horarios para las terrazas (entre semana hasta la medianoche, y viernes, sábados y vísperas de festivos hasta la una de la madrugada), pero después la concentración sigue en la calle, se disgrega entre gritos y risas de vuelta al hotel o en busca de discotecas, o continúa en un piso turístico o en un botellón improvisado. Y se mezcla con los lateros voceando la mercancía, las reyertas aderezadas con alcohol... Y en este escenario, ¿quién puede dormir?