TESTIMONIO DE UN JOVEN DE SIERRA LEONA PERSEGUIDO POR SU CONDICIÓN SEXUAL

"Ser refugiado no es ser pobre"

George Reginald relata su periplo para lograr la condición de asilado en España

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CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
BARCELONA

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George pasó "de la homofobia al racismo". Dejó un país en el que su orientación sexual era perseguida y aterrizó en un continente en el que el color de su piel no era siempre bienvenido. Además, lo hacía como refugiado, una condición legal "desconocida, llena de tabús". George Reginald Freeman nació en Sierra Leona hace 28 años. Le gustaban los hombres y no las mujeres, y eso es algo que estuvo a punto de costarle la vida cuando en el 2013 dos hombres le asaltaron en su coche, en la capital, Freetown. Un día antes, un diario local le había entrevistado, y el titular "I was born gay" (nací gay) desencadenó un periplo de dos años que termina, por ahora, en Barcelona, donde hoy vive tras haber conseguido la carta de refugiado.

"Mi vida corría peligro, así que en agosto del 2013 vine a España vía Ghana. Aquí encontré otro tipo de problemas, burocráticos, de mucho papeleo, de ir aquí y mañana allí. La petición de asilo es complicada, demasiado si se tiene en cuenta qué tipo de personas la solicitan". George logró que su caso fuera estudiado, y eso ya es mucho. El Gobierno, como hace con todas las personas que entran en esta lista, le pagó seis meses de manutención. Pero no en Madrid, donde empezaba a tejer una reducida pero cálida red de contactos. Le tocó irse a Gran Canaria. "Me dijeron que era el único lugar con una plaza libre, y que si la rechazaba, entonces no podían hacer nada por mí". Pasado medio año, sin mucho porvenir en la isla, tomó rumbo a Barcelona, donde tenía un amigo que podía abrirle alguna puerta. Fue entonces cuando se dio cuenta de hasta qué punto Europa ha olvidado qué es un refugiado.

¿UN CARNET DE JUGUETE?

En el aeropuerto de Gran Canaria, la policía no reconocía la tarjeta roja que se entrega a todos los demandantes de asilo, etapa en la que aún estaba. No la habían visto antes. "No entendía nada. Ellos me preguntaban qué era aquel papel y yo intentaba explicárselo". Finalmente, tras varias consultas, comprobaron que aquel documento no era de juguete, y pudo volar a la que ha sido su casa desde marzo del 2014. Fue al llegar a Catalunya, sin la muleta pública, cuando sintió que el color de su piel era una frontera más. "Fue muy frustrante, nunca imaginé que esto pudiera ser así. Dormí en el metro, intenté buscarme la vida, pero muchas personas me giraban la cara por el simple hecho de ser de otro color". Pudo conseguir un techo gracias a Accem, oenegé que ayuda a las personas refugiadas, inmigrantes o en riesgo de exclusión.

George tiene estudios universitarios, su inglés nativo ya lo quisieran muchos y es activista en defensa del colectivo LGTB. A día de hoy tiene un contrato de tres meses en un 'call center', pero su obsesión, al margen de defender a gais y lesbianas, "es conseguir que la ciudadanía sepa qué es un refugiado". "Hace falta más educación, más información sobre la figura de los asilados, porque la gente lo suele asociar con la pobreza y hay mucho más que eso", se queja.

La pregunta para George es obligada: ¿qué es entonces un refugiado? "Para empezar, es un ser humano como tú y como yo. Es una persona que huye de una situación crítica en su país, muchas veces para salvar la vida, y que busca un lugar en el que poder empezar de nuevo". ¿Es España ese lugar? No le cabe duda porque él ha logrado cierta estabilidad. "Pero hay que agilizar las cosas, facilitar la vida al que lo ha pasado tan mal".