Sentar la cabeza en la peluquería
Fafá Franco es psicopeluquera. Es decir: se ha dado cuenta "de las dificultades que hay en los cambios estéticos"
Ana Sánchez
Periodista
En vez de “¿cómo estás?”, a ella le preguntan “¿que has hecho qué?”. No sabe cocinar, pero sí tirar hachas. Si le haces una pregunta retórica, lo más probable es que la responda. Autora de ‘Barcelona increíble’ (Ediciones B).
ANA SÁNCHEZ
Se llama Fafá Franco y sabe lo que vale un peine. “Hoy en día se puede comprar por un euro en el chino”, se ríe. Tiene 53 años con poso punk. Hoy lleva cresta, aunque si se la encuentra en unos días, tendrá otro peinado. Se sienta, sonríe y te mira con esa mirada de psicóloga que da pudor: a ratos jurarías que te está viendo por dentro.
Entrar en su taller de la calle Mozart es como colarse en el sueño de alguien que ha cenado demasiado. De un vistazo se ve un dragón sobre teclados marchitos, clicks que han vivido intensamente pasean por vinilos con césped, hay cucharas reconvertidas en peinetas y muñecas jubiladas junto a columnas de hueveras. “Hago con ellas unas flores muy exóticas”, asegura Fafá.
Si entrara un equipo del CSI, se pondría a acordonar las cajas de las estanterías, dignas de un meticuloso asesino en serie. Según las etiquetas, acumulan “brazos”, “piernas”, “insectos variados”. Son atrezos que ponen los pelos de punta. Literalmente, en el caso de Fafá.
Es peluquera. “Sí -sonríe-, soy también peluquera”. Peluquera de tercera generación: comenzó el abuelo, siguieron sus tíos, y ella empezó a cortar el pelo “de una forma intuitiva”, dice. “Pero quería estudiar y salir del pueblo”. El pueblo: Descalvado (un municipio de Sao Paulo).
Estudió Psicología mientras cortaba el pelo a amigos. Recién titulada, trabajó en una clínica de drogodependientes. “Llegaban demacrados -recuerda-, y sugerí el corte de pelo como forma de ayuda en el proceso terapéutico”. De repente, añade, delante del espejo todo cambiaba. “Se abrían, se olvidaban de que era psicóloga”.
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Hace 25 años que Fafá llegó a Barcelona y terminó convirtiéndose en psicopeluquera. Es decir: se ha dado cuenta “de las dificultades que hay en los cambios estéticos”, apunta. “Hay muchos miedos instalados ahí: el miedo al cambio, la autoimagen...”. ¿Que qué hace una psicopeluquera? “Escuchar”, responde Fafá. “Y acompañar en esta necesidad de cambio estético”. Los clientes suelen desear un pelo ("todo el mundo, nadie se escapa") que no tienen. "A veces les digo que Lourdes está más arriba”, se ríe. “Para mí la cuestión es aceptarse y ver las posibilidades”. Así que con ella no sirve eso de “hazme lo que quieras”. “¿Y si te digo que lo que quiero es raparte el pelo?”, suelta una carcajada. “Yo intento que la persona se pregunte qué es lo que quiere”.
¿Un consejo a pelo? “Utiliza el cabello como lo que es: un elemento de cambio. Prueba otros tús”. ¿Para qué? "Para conocerte, flexibilizarte, sacar fantasmas estéticos”. Y si no te gusta, añade, “el pelo crece”.
TALLERES DE PELUQUERÍA CREATIVA PARA PADRES E HIJOS
Fafá organiza también talleres de peluquería creativa para padres e hijos. “Es un contacto importante -dice-. Un contacto íntimo a través del cabello, de lo lúdico y la fantasía”.
“La fantasía”, según el vocabulario de Fafá, incluye pelos a lunares, coletas alambradas que caen hacia arriba y autopistas -con sus líneas discontinuas- donde solía estar la raya. Hace 15 años que montó la compañía Sienta la Cabeza con el músico escocés Nick Prescott. Un espectáculo de peluquería "para los que no se cortan un pelo", describe su web. El 9 de abril lo instalarán en la Mostra de Igualada.
{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"\"Hay muchos miedos ah\u00ed\", dice la psicopeluquera.\u00a0","text":"\"Hay muchos miedos ah\u00ed\", dice la psicopeluquera.\u00a0Su consejo a pelo: \"Prueba otros t\u00fas\""}}"Es hacer arte en la cabeza de la gente", describe Fafá. Dos peluqueras artísticas (ella y Tatiana da Silveira) instalan su set de transformación en la calle a ritmo de DJ. Suben al escenario señores con las manos entrelazadas a la espalda, pantalón de vestir. Bajan con patillas azules, quizá un caracolillo verde en la frente, mini coletas, dos palmeras de plástico a lo pamela.
Las cabezas parecen sacadas de las carreras de caballos de Ascot de un futuro reciclado. “Es la posibilidad de hacer algo muy extravagante y, por un día, ser otra persona”, dice Fafá. “Es más la capacidad de sorprender. Hace que a la gente se le despierte algo”, apunta Nick. La cabeza cambia por fuera y por dentro. “Claro, va junto”, apunta la psicopeluquera.
Así visto, cualquiera diría que hasta se podría conseguir la vicepresidencia del Gobierno... [poner tono de Matías Prats] por los pelos.
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