ANIVERSARIO DE UN ESPACIO EMBLEMÁTICO

Tres décadas tejiendo barrio

El centro cívico La Sedeta celebra 30 años como un símbolo para los vecinos de Gràcia

OFERTA VARIADA 8Taller de costura en el centro cívico La sedeta, este miércoles.

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VÍCTOR VARGAS LLAMAS / BARCELONA

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Cuando Ramona Martín cierra los ojos, sus recuerdos hilvanan el pasado de La Sedeta. A sus 100 años es un prodigio de memoria y repasa con precisión de costurera sus siete décadas vinculada a uno de los símbolos del barrio del Camp del Grassot, en Gràcia. Se entiende que descarte la invitación de sumarse a un recorrido por la historia de la antigua fábrica en los plafones históricos creados por el centro cívico, que este fin de semana celebra su 30º aniversario. «¿Qué me van a enseñar de nuevo?», espeta.

Ramona prefiere sentarse en el patio, observar a los niños juguetear y repasar las múltiples huelgas que emprendieron los trabajadores de la otrora fábrica textil como única vía de expresión de la «rabia» que sentían por el maltrato del franquismo. Décadas después, en los 80, con Ramona ya jubilada, la sociedad cambió, y con ella se fue aplacando ese sentimiento de rabia. Pero la rebeldía y la conciencia social aún flotaban en el barrio cuando se derrumbó  la factoría y los planes apuntaban a la construcción de pisos privados. La movilización ciudadana forzó al ayuntamiento a destinar el solar a un equipamiento público. El lema, 'La Sedeta per al barri', se hacía realidad.

Permeabilidad

Hoy el centro cívico es uno de los espacios neurálgicos del vecindario, «un símbolo de la lucha vecinal de los más veteranos que acoge ahora sus propias inquietudes de ocio y cultura, y las de sus nietos», explica Esperanza Álvarez, directora de La Sedeta. «Buena parte de su éxito radica en ser un espacio plurigeneracional, con actividades para bebés de 8 meses y abuelos de 90 o 100», añade. Por su espacio pasan unas 5.000 personas cada semana a través del casal infantil, la asociación de pensionistas y jubilados y el centenar de talleres. Actividades «para todos los gustos», que van  desde la informática al pilates y el crecimiento personal, explica Neus Fortes, coordinadora de los talleres, que destaca el éxito de las nuevas propuestas: «Adiestramiento canino y crear muebles con palets».

Su fuerte arraigo se explica por saber mantenerse «permeable a las demandas del barrio», asegura Álvarez. Solo así se explica que naciera el espacio de pequeña infancia El Vaixell, un proyecto para bebés de de 8 meses a 3 años que sirve también como «punto de encuentro y socialización de los padres», expone la coordinadora, Júlia Marín. El proyecto nació de un grupo de madres que asistieron a un grupo de preparto y buscaban otras condiciones a las de las guarderías al uso. Mireia Llovet y Luís Sánchez, que llevan a  sus hijos al centro, certifican esa empatía. «Dan facilidades de pago, flexibilidad horaria y puedes dejar a los niños solos, patinar con ellos... Da mucha vida al barrio», dice Llovet.

Más vida tendría incluso si cobrara cuerpo la nueva gran demanda del centro: un espacio para jóvenes de 12 a 18 años. «Necesitan tener un lugar propio, autogestionarse, lejos de los niños y de los adultos», sostiene Álvarez. La pelota ya está en el tejado del ayuntamiento y Álvarez expone que las negociaciones van por buen camino. Incluso si se torcieran, el barrio respira tranquilo. Sabe que si de nuevo debe tomar la calle, siempre podrá contar con Ramona.