BARCELONEANDO

Exequias perrunas en Sarrià

Funeral del paseador de perros de Sarrià

Funeral de Xavier Llebaria, el paseador de perros de Sarrià  / periodico

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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Al rector le pareció bien oficiar una misa en memoria de Xavi. Y como el homenajeado era el paseador de perros del barrio, abrazó la idea de que las mascotas participaran de la liturgia. Y así es cómo la parroquia de Sant Vicenç de Sarrià se convirtió, el jueves, en la primera iglesia de Barcelona en celebrar un funeral abierto a humanos y perros.

Xavier Llebaria era uno de los últimos personajes de Sarrià. Personaje en el sentido mitómano de la palabra, de arraigo, de formar parte del ADN del lugar, de saludar a cada paso. Era de los últimos porque este vecindario de casitas bajas no es ajeno a la pérdida de identidad que afecta a toda Barcelona. El precio del alquiler, la llegada de inversores, la huida de los jóvenes, el comercio globalizado...

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Pero volvamos a Xavi. Y a sus perros. Llevaba unos 15 años mimando mascotas. Tras una vida de altos y bajos, quizás con más bajos que altos, regresó a su Sarrià natal a principios de siglo para cuidar a sus padres. Sin empleo y sin demasiadas perspectivas. Dicen de él que nunca se quejaba, que un mal día se esfumaba cuando estaba cerca. Ni una sola crítica, ni un solo lamento, ni cuando la maldita enfermedad empezaba a desempatar. Por eso todos, además de confiarle el perro, le ayudaban de un modo u otro. Una vecina le pagaba la comida. Otra le ayudaba con la ropa. La de más allá le puso el aire acondicionado en casa. Ninguna quiere que trascienda su nombre, porque aquí, dicen, el que más daba, al que más le deben, es a Xavi.

LITURGIA SIN CACAS

"Lo que no ha conseguido el nuevo párroco -ironiza una señora sobre el hecho de ir a misa- lo han logrado los perros". La eucaristía tenía sus riesgos, seamos francos: excrementos orina perruna, peleas entre razas, ladridos, alguna fuga..., lo típico de estos animales, que tanto les da el pipicán como la casa del Señor. Pero la ceremonia se celebra sin excesivos sobresaltos, con algún que otro tirón de correa -habrá unas 120 personas y una treintena de chuchos de todos los tamaños-, caricias e instancias al silencio. A lo sumo, un par de aullidos durante la entonación del 'sant, sant, sant', y el ladrido de un schnauzer negro que se queda en nada cuando le responde desde el fondo un golden de pelo brillante. Ensordecedor. Gran acústica, la de este templo cuyo origen se remonta al siglo X. Suerte que Jackson, el labrador de Jaume Pujol-Galcerán, institución de este diario y uno de los hombres que más sabe de tenis a este lado del Atlántico, se mantiene pasivo. Habrán visto pocos perros con abdominales y bíceps de acero como los que exhibe este manso ejemplar de siete años. 

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El momento cumbre. José Miguel, uno de los mejores amigos de Xavi, sube al altar para cantar un par de canciones. Una de ellas, el 'Imagine' de John Lennon. Se apoya con una mano en el púlpito mientras cruza los pies. Aprovecha los agudos para mirar al cielo. Sin duda, su interpretación más difícil. Le acompaña un piano electrónico. Xavi y José Miguel se conocieron en los años 70 y volvieron a encontrarse en la Navidad del 2003, justo el día en el que el paseador de perros de Sarrià enterraba a su madre en esta misma iglesia. "No podías ir con él por la calle. Todo el rato le paraban. Tenía un ingenio enorme y un don de gentes increíble". Curioso; cualquiera diría que se encontraba más a gusto entre animales. Sus minutos musicales se llevan la ovación de la tarde, por encima del aplauso a los versos escritos por el poeta del barrio, Frederic Bou -"Ens ha dat sovint ajuda / feia passos pels malalts / era amant de la natura / i estimava els animals"-.

El párroco, Salvador Bacardit, en el cargo desde hace cuatro meses, recuerda en varias ocasiones que tanto hombres como perros "son criaturas de Dios". La lectura del día no es gratuita: el Génesis. Donde todo empezó, pero, ojo, que el creador hizo antes a los animales que al hombre. Pero, claro, al segundo lo hizo a su imagen, y ahí está, comandando, llevando la correa. 

LA POBREZA NO RECONOCIDA

Magda Matas no tiene perro pero conocía bien a Xavi porque lo veía pasar cada día por delante de su tienda de ropa para hombre, en la calle de Ramon Miquel i Planas. Buenas rebajas, por cierto. Dice que la historia de este hombre es también la historia del Sarrià empobrecido que nadie conoce y pocos reconocen. Como esa pareja de ancianos que nadie lo diría pero sobreviven gracias a la solidaridad de la escalera. O la viejecita que, sí, de acuerdo, tiene un piso en la zona más cara de la ciudad, pero no le alcanza para comer todo el mes. 

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Los propietarios de las mascotas coinciden en que los animales han pasado su duelo particular, que han estado más inquietos, más tristes, más ensimismados de lo habitual desde que falta Xavi. Se los llevaba a los jardines de Can Sentmenat, por encima de la Ronda de Dalt. En los últimos meses ya solo cogía razas pequeñas porque la subida le agotaba. Tenía que parar; se ahogaba, pero siempre llegaba.

La ceremonia termina y los vecinos charlan entre ellos. Los perros revolotean. Es un día triste pero la anécdota, la novedad, el gesto del párroco, ayuda a llevar la pena. Las familias se hacen fotos junto al retrato de Xavi. También las mascotas. Hay tristeza, pero también un ambiente confortable; calido. Quizás porque en los ojos de Blacky, Aragon, Balau, Estel, Guita, Bones, Harry, Juanita, Castle, Boni, Chispa, Drac o Duna, también verán al humilde y optimista cuidador de perros de Sarrià.