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Santa Coloma saborea su universidad

El campus alimentario Torribera comparte talento con la ciudad y redobla la apuesta por ser referencia gastronómica

VÍCTOR VARGAS LLAMAS / SANTA COLOMA DE GRAMENET

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A fuego lento, como el chup-chup del guiso de la abuela. Y sacudiendo los sentidos, al estilo de las degustaciones de vanguardia. Así paladea Santa Coloma de Gramenet la experiencia del campus alimentario de Torribera. Una propuesta innovadora que incorpora este curso el grado de Ciencias Culinarias y Gastronómicas y cobra la textura que desean los promotores del proyecto, la Universitat de Barcelona (UB), la Universitat Politècnica (UPC), la escuela de Hostelería CETT y la Fundació Alícia.

A todos los rincones de la ciudad comienza a llegar el aroma que emana de Torribera. «A la gente ya les suena la música al oír hablar del campus alimentario. Es clave el impulso de proyectos que ponen el potencial académico al servicio de la gente», expone la alcaldesa, Núria Parlon. Una forma de incrementar la vocación de servicio del complejo, «fomentar la cohesión social y promover hábitos saludables», aduce.

«La oferta se completa con los grados de Nutrición Humana y Dietética, y Tecnología de los Alimentos, una respuesta estratégica para optimizar rendimientos», expone el responsable académico de Ciencias Culinarias, Josep Boatella. La teoría de la transversalidad se ilustra con los talleres de ciencia y cocina para estudiantes de escuelas e institutos, y el curso de alimentación y cocina para mayores de 55 años. En el primer caso, «estudiantes universitarios trasladan conocimientos a niños y jóvenes», mientras que los séniores reciben lecciones de cocineros de prestigio, explica el director del campus, Màrius Rubiralta. Pero ni siquiera con niños de por medio se puede hablar de «trivialidad» cuando la alimentación es «vehículo de pensamiento», dice Rubiralta.

TODO EN UNO / En el inicio del proceso se halla ahora Irene Corts, una joven de 18 años de Riudoms (Baix Camp) que engrosa la primera promoción de Ciencias Culinarias. Cuando culmine sus estudios espera ser una profesional «todo en uno», con los conocimientos prácticos de un cocinero y un amplio bagaje teórico. Los deseos de Irene ya son realidad en Marina Sadurní, estudiante de último curso de Nutrición, «una experiencia en continua ebullición». «Los contenidos se renuevan sin parar, hay mucha experimentación; todo es enriquecedor», detalla su compañera Alba Adot. En pocas semanas, ambas realizarán las prácticas y contribuirán a reforzar la imagen «de prestigio» que se asocia al campus.

Un prestigio que se acumula al coincidir con otros hitos gastronómicos de la ciudad, como la estrella Michelin del Restaurant Lluerna. El alma del local, Víctor Quintillà, colabora con el proyecto universitario, convencido de que es «una puerta al mundo», un complemento «clave» para relanzar la ciudad. Todo es tan incipiente que «la gente no se acaba de creer que sea tan importante», pero confía en que contribuya a consolidar la ciudad como clúster gastronómico. Su colega Francesc Armengol, distinguido con la categoría Bib Gourmand por su trabajo en Ca n'Armengol, destaca que aparecen «tiendas especializadas en comida, japoneses de calidad» y otros comercios que redundan en la apuesta gastronómica. Y señala el «orgullo» de los vecinos al constatar el beneficio del campus para «dinamizar la economía» y cambiar «la imagen tradicional» de la ciudad.

En ese aspecto repara Tomás Fernández, presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Santa Coloma (Favgram), para quien la impronta de un municipio universitario les aleja de la estigmatización que todavía perdura por «problemas de seguridad» que desaparecieron de la ciudad hace décadas pero aún proyectan sombras incómodas. Fernández destaca la mejora en la accesibilidad del entorno para minimizar las críticas de que se encuentre alejado del centro y habla del campus como «la guinda de este panorama gastronómico» que cala, sobre todo, en las nuevas generaciones, la Santa Coloma del futuro.