UNA INICIATIVA PIONERA

Una nevera solidaria abierta al público

Sant Andreu acoge un refrigerador en el que todo el mundo puede dejar o coger comida libremente

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DAVID GARCÍA MATEU / BARCELONA

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Comer sin necesidad de comprar y donar lo que se vaya a desechar. Estos son los dos pilares fundamentales de la nevera solidaria que coordinan distintas entidades en el Ateneu Harmonia de Sant Andreu. La primera de Catalunya. El refrigerador es la despensa de todos aquellos alimentos que en lugar de acabar en la basura, la gente prefiere dejar en su interior. Después, cualquier otra persona se los puede llevar. Sin límite alguno y de forma independiente a su situación socio-económica. “No es un proyecto para pobres, es para todo el mundo”, destaca el impulsor de la iniciativa en el País Vasco, Álvaro Saiz.

EL REFIGERADOR CRÍTICO CON EL SISTEMA

En el alma de la iniciativa reside el profundo rechazo hacia la cantidad ingente de comida que se tira a los contenedores. “Un tercio de los alimentos que se producen en el mundo”, apunta la coordinadora de Rezero, Marta Beltran. La activista detalla que cada catalán tira una media de 35 kilos de comida entre lo que sobra de los caterings, las ollas de los restaurantes o de sus propias despensas. “Necesitamos una legislación que evite este derroche alimentario”, considera.

Para que un plato de comida llegue a la mesa se requiere todo un esfuerzo humano, un gasto en agua y energía y un coste económico añadido. “Es insostenible el impacto medioambiental y económico que genera este despilfarro”, critica Beltran. Con la nevera, lo que pretenden es que este coste no termine en el contenedor, sino en la mesa de una segunda persona.

La opción cuenta con la garantía de la Agència de Salut Pública de la Generalitat. “Cuando hablamos de alimentos siempre hablamos de riesgo, y con el riesgo viene el miedo”, reconocen desde la administración. Por ello, para tener controlada la comida que albergue la nevera, se han formado a voluntarios para que supervisen cada mañana el interior del frigorífico. “Si un alimento lleva tres días en la nevera, será retirado”, confirman desde el departamento de Salut, que da respaldo legal a la iniciativa.

EN EUSKADI FUNCIONA

En Euskadi sucede lo mismo, pero allí los alimentos no llegan a pasar ni dos días en las 11 neveras que hay repartidas por el territorio. La comida vuela y “en dos años nunca hemos tenido ningún problema sanitario”, asegura Saiz con tal de tranquilizar a los más escépticos. Allí las neveras solidarias son utilizadas tanto por vecinos como por restaurantes y supermercados. “Los bares prefieren traer los pinchos que les han sobrado antes de tirarlos a la basura”, señala el activista.

Por sus frigoríficos pasan unos 7.000 kilos de comida al mes, de los cuales, más de un centenar de familias sacan tajada. “Pensamos que hay que dar la oportunidad a las personas; empoderarlas y que sean ellos quienes se gestionen”, relata. En el caso de Sant Andreu, la nevera ya está abierta a todo aquel que quiera darle uso. Todos los productos están etiquetados con la fecha de preparación, el día de consumo preferente y los ingredientes que lleva. Además, los estantes están ordenados por el tipo de comida que deben albergar y así no mezclar los productos y sus cualidades alimentarias.

El metro y medio de frigorífico puede quedar pequeño si los cientos de personas que pasan al día por el Ateneu de l'Harmonia hacen uso de ella. “En Galdakao (Vizcaya) tenemos hasta cadenas de supermercados adheridas a las neveras solidarias”, remarca Saiz, mientras intuye que “con esto lo que se producimos es un cambio hacia la racionalidad en los hábitos de consumo”.