La cruz del éxito de la 'marca BCN'

El sábado, otra vez

700 vecinos cortan Joan de Borbó en una nueva noche de marcha contra el turismo incívico y se citan para confluir en tres días en la protesta global de Barcelona

Los vecinos de la Barceloneta en el comienzo de la manifestación.

Los vecinos de la Barceloneta en el comienzo de la manifestación.

RAMON COMORERA
BARCELONA

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Las calles de la Barceloneta se llenaron ayer otra vez hasta casi la medianoche, y van unas cuantas en pocos días, de vecinos de todas las edades, con muchas y muchas mujeres y niños, para gritar con convencimiento y a pleno pulmón «fuera los apartamentos turísticos»«stop al turismo de borrachera» y un evocador, y conmovedor al mismo tiempo, «no nos moverán». Antes de salir de marcha, en este caso no etílica sino, a tenor de lo visto, de una digna, sentida e intergeneracional reivindicación, los residentes de siempre del barrio marinero escucharon las decisiones que el alcalde Xavier Trias reiteró a los líderes de la protesta en la reunión nocturna del martes. No les convencieron, aunque muchos piensan también, como los cabezas visibles de la protesta, que algo es algo y que se abre alguna puerta para acabar con tanto malvivir.

Las 700 personas que se concentraron de nuevo en la plaza del mercado expandieron acto seguido sus dudas sobre la determinación y eficacia municipal contra los pisos turísticos por las estrechas calles. El tupido cortejo de unos 200 metros de largo cortó durante más de media hora un paseo de Joan de Borbó atestado de turistas que disfrutaban con ritmos y estilos bien distintos de una casi tórrida noche de agosto a 26 grados y con un pie casi en la orilla del mar y otro en la encantadora Barcelona que seduce a tanto millones de extranjeros.

El ardor reivindicativo, «no al plan de abusos» (por el plan de usos del distrito de Ciutat Vella al que atribuyen la burbuja turística que según lamentan desfigura y está desintegrando el barrio), «stop incivic behavior» (basta de comportamientos incívicos) o «la Barceloneta no está en venta» sorprendió a los guiris que se cruzaban con la protesta. En ocasiones los gritos subieron de tono al pasar los manifestantes junto a jóvenes que lucían uniforme y comportamiento genuinamente de turista incívico y de borrachera. Cuando alguno de ellos se sentía interpelado y respondía con gestos o risas los lemas subían mucho de tono.

El pasacalle terminó al filo de la medianoche sin más problemas y con el comportamiento, este sí, plenamente cívico que destacaron los convocantes, en la plaza donde empezó. Lo hizo con proclamas finales para «seguir la lucha» y con la cita del sábado a las seis para confluir después en la manifestación general convocada para todos los barrios por la Federació d'Associació de Veïns de Barcelona en la plaza de Sant Jaume.

La defensa de la vida digna de lo que queda de la Barceloneta de siempre se sumará entonces al creciente malestar por el impacto y la reacción que el turismo masivo está teniendo cada vez en más zonas de la capital. Había manifestantes que reconocían el valor de este sector económico pero también alertaban, en múltiples conversaciones durante la caminata supervisada a distancia por diversas patrullas de la Guardia Urbana, sobre el riesgo de morir de éxito como, aseguraban, ocurre y desde hace nada menos que «cinco o seis años», en la Barceloneta. La situación social y de la vivienda de este barrio es compleja, tiene matices, decían otros, pero una cosa es clara: «No más pisos turísticos.