BARCELONEANDO

El ajo pica y repite

La revista 'Ajoblanco' encara la recta final del plan de micromecenazgo para volver a salir a la calle

AJOBLANCO

AJOBLANCO / periodico

OLGA MERINO / BARCELONA

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Faltan 7.000 euros, que son nada comparados con los sueldazos de las puertas giratorias. Tan solo 7.000 napos para que 'Ajoblanco', cabecera mítica de la contracultura en los años 70, vuelva a brotar de sus cenizas de la mano de dos de sus fundadores, Pepe Ribas y Fernando Mir, en la que será la tercera temporada de la revista. Porque ya se sabe: el ajo pica y repite; además, se trata de un bulbo mágico con muchas propiedades contra el agarrotamiento colectivo.

Como ahora no hay un duro, y menos para la cultura crítica, los impulsores del proyecto han puesto en marcha un plan de micromecenazgo en Verkami con el fin de recaudar los 30.000 euros que costaría sacar a la calle, entre mayo y junio, el primer número en soporte papel, con una tirada de 50.000 ejemplares, periodicidad cuatrimestral y sin una sola inserción publicitaria. Y en esa lucha andan, con el goteo de las aportaciones, igual que Pedro Sánchez hasta que llegó la gestora y mandó a parar.

La recta final de la campaña de 'crowdfunding', que expira el próximo 8 de abril, coincide con la inauguración esta tarde, en la Fundació Suñol (paseo de Gràcia, 98), de la exposición 'Ajoblanco Libertario 1977', un repaso por un año de importantísima transformación cultural y política en España después de 40 años de asfixia franquista. Si París fue mayo del 68, Barcelona, fue sin duda 1977: el año de las primeras elecciones democráticas, del mitin de la CNT en Montjuïc -el mayor de la Transición- y del despiporre de las Jornadas Libertarias Internacionales.

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En aquel tiempo, la ciudad era una burbuja aparte, ajena al resto del país, con su Drugstore de Liceu, abierto las 24 horas, y el bullebulle de sus Ramblas, quién las ha visto y quién las ve. Pepe Ribas cuenta en sus imprescindibles memorias, 'Los 70 a destajo' (RBA, 2007), qué supusieron aquellos años y cómo la revista concitó las ansias de un cambio sin dogmas ni autoritarismos. El 'Ajo' era el rincón de los hippies, el rock progresivo, las comunas, el teatro independiente, la sensibilidad ecológica, el 'underground', los viajes físicos y los lisérgicos, la liberación de las costumbres sexuales reprimidas por la moral católica y el rescate de lesbianas y gays que venían de sufrir la 'gandula', la ley de vagos y maleantes. Mucho King Crimson y muchos porros, pero a la mañana siguiente a currar.

Durante una charla en la nueva redacción de 'Ajoblanco' (Santa Teresa, 3), un espacio que aspira a convertirse en punto de encuentro y debate, salen a relucir viejas anécdotas, cómo se dio el prodigio de armar una revista desde un cuartito en el número 15 de la calle Aribau y con solo dos carnets de prensa detrás, el de Fernando y el del añorado Ramon Barnils. ¿El nombre? Por el ajoblanco malagueño (ajo, almendra cruda, pan, aceite, agua y vinagre), la sopa fría que Flora, una chica joven casada con un torero sin suerte, les sirvió durante la cena fundacional en el restaurante Putxet. ¿El diseño de la cabecera? Una genial ocurrencia de Quim Monzó imitando las letras de la Coca-Cola que a punto estuvo de costarles un pleito.

El primer número de la revista salió a la calle en octubre de 1974 al precio de 45 pesetas, con una foto histórica en la portada, obra de Manel Esclusa, donde una boca muy sensual sostiene un diente de ajo entre los dientes. En los buenos tiempos, llegaron a los 100.000 ejemplares sin anuncios.

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Ahora parece incluso un divertimento, una trastada sin consecuencias, pero no fue así: solo siete meses atrás, en marzo, el anarquista Salvador Puig Antich había muerto ejecutado en el garrote vil de la cárcel Modelo, sala de paquetería; ese mismo año, en julio, comenzaban las flebitis de Franco, que murió matando. No era fácil, no: en 1977 les cerraron la revista en Consejo de Ministros por un reportaje sobre la carcunda franquista que se ocultaba tras las Fallas valencianas.

Habrá quien se pregunte a qué viene tanta batallita y qué sentido tiene resucitar ahora el 'Ajo'. Pepe Ribas tiene la respuesta: “Porque hay que reventar el miedo y mezclar identidades, generaciones e ideas. Y porque la cultura de criterio es la única vacuna contra la propaganda”.

En verdad, uno solo envejece cuando pierde la ilusión, cuando empieza a entonar el acomodaticio “total, 'pa' qué”.