LA GEOGRAFÍA HUMANA DEL BARCELONÈS NORD

El retrato neorrealista de Guerrero y Pérez Andújar

El matrimonio periodístico del fotógrafo Joan Guerrero y el escritor Javier Pérez Andújar alumbra un exquisito relato sobre la inmigración

Joan Guerrero captó bajo un puente del Besòs la foto de esta suerte de rocío con acento musulmán.

Joan Guerrero captó bajo un puente del Besòs la foto de esta suerte de rocío con acento musulmán.

Carles Cols

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Toda novela tiene su motivo. Una venganza personal del autor, una expiación, los recuerdos, un viaje, una feliz ocurrencia... Javier Pérez Andújar se estrenó como ensayista por vocación, seguro, y porque un día llegó a sus manos una colección completa de la revista ¡Hola! de los años 40 y 50, con un relato detallado en sus páginas de las visitas de Franco a Barcelona. Menuda tentación. Así publicó en el 2002 Catalanes todos, un recomendable libro que, vistos los vientos patróticos que soplan, ha sido recientemente corregido, aumentado y reeditado. La última obra de Pérez Andújar tiene también su chispa inicial. Milagro en Barcelona es fruto de una simbiosis no siempre fácil en el raro mundo del periodismo, la del fotógrafo de prensa y el plumilla, en este caso, Joan Guerrero, respetadísimo fotoperiodista ya jubilado, y el propio Pérez Andujar, cronista habitual de El País. Ese es el matrimonio. La criatura es un ejercicio de neorrealismo del barcelonés norte, un relato sobre cómo Sant Adrià (de allí es Pérez Andújar), Santa Coloma (allí recaló Guerrero procedente de Tarifa) y los barrios de Barcelona y Badalona más cercanos al Besòs fueron el nuevo hogar de miles de inmigrantes del resto de España hace 40 años y de nuevo lo han sido, pero esta vez de inmigrantes del resto del mundo.

No es un libro reivindicativo. Tampoco de denuncia. Menos aún de blanda compasión. «Yo creo que es un libro cariñoso», dice Guerrero, que allá por los sesenta comenzó a fotografiar una vida cotidiana en la que pocos reparaban, la de los niños a los que se les caía la pelota al agua cuando jugaban al lado del río, la de las tortillas de patatas en compañía, en un descampado sin apenas verde y con lo peor de la arquitectura del desarrollismo como paisaje de fondo... Pérez Andújar era entonces un crío. De cómo aquello era su hábitat ya dio fe en un libro anterior, Paseos con mi madre. Ahora (por favor, que no se ofenda, pues es un elogio) acaba de elaborar el más largo pie de foto de la historia del periodismo. De forma a veces poética, otras sarcástica, pero siempre con un envidiable dominio del castellano, describe qué se observa si uno se asoma a través del marco de las fotos de Guerrero, sí, como si fueran ventanas.

Paralelismo

Si hay un propósito final, uno entre varios, señala Pérez Andújar, es establecer un paralelismo entre la inmigración de entonces y la de ahora. «Los inmigrantes vinieron en los 60 como fuerza de trabajo, eso sobre todo, de acuerdo, pero cambiaron el entorno en el que vivían, querían democracia y lucharon por ella, que no se olvide, y pelearon por mejorar sus barrios». Volverá a suceder. Ya está sucediendo, avisa. En los barrios que estos últimos años ha retratado Guerrero, donde domina ahora el acento urdú, el chino, el armenio, el árabe y el de varias lenguas más, hay muy buenos equipamientos (Guerrero recomienda visitar las bibliotecas de Santa Coloma, y Pérez Andújar, cómo no, destaca la de La Mina) que son en parte el fruto de la insistencia reivindicativa de los inmigrantes de hace medio siglo.

A veces se tiende equivocadamente a suponer que los primeros alcaldes democráticos transformaron sus respectivas ciudades gracias a un entusiasmo y una fuerza que emanaban de su interior, como una llama, y se deja en la sombra así el papel que protagonizaron los vecinos de cada barrio.

Ese error corre el riesgo de repetirse con la nueva inmigración. Para eso Milagro en Barcelona es un eficaz vacuna, y como prueba ahí está, por ejemplo, la fotografía del sij que reparte comida en Badalona a «gente de todas las razas, de todos los desahucios, de todos los paros», como subraya Pérez Andújar.

Los urbanistas sostienen que las grandes conurbaciones tienden a crecer hacia poniente, como buscando el sol del atardecer. Parece que así es. El levante (Santa Coloma y Sant Adrià) es así un espacio algo más atemporal, poco dado a los cambios bruscos. Pérez Andújar arruga la nariz, no lo tiene claro, y pone como prueba del nueve que las calles en las que creció son hoy distintas, hay plazas donde no las había, pero al cabo de unos segundos acepta que tal vez sí que su Sant Adrià natal y la vecina Santa Coloma en algo siguen siendo igual que entonces, ciudades que parecen ser el molde perfecto para recibir inmigrantes. «Es cierto, sociológicamente no han cambiado», dice.

Milagro en Barcelona es, en resumen, un retrato inusual de la nueva geografía humana del área metropolitana. Por una parte, es eso. Pero es algo más. Es también un homenaje a la trayectoria profesional de Guerrero. Su compañero de viaje en esta aventura lo sabe. Cuando en sus manos cayó aquella colección del ¡Hola!, Pérez Andújar supo que tenía en sus manos un diamante en bruto. Esta vez han sido las fotos de Guerrero. Un diamante pulido.