LEGADO FABRIL
Reliquias a salvo de la piqueta
Una veintena de recintos industriales sobreviven en la capital catalana gracias a estar protegidos como bienes culturales y reconvertidos en equipamientos
Barcelona es una de las ciudades españolas que más protegen los vestigios de los días de esplendor económico llegados con la revolución industrial del siglo XIX, cuando emergieron numerosas fábricas. El futuro de estas construcciones, a menudo abandonadas, suele ser la demolición a favor del negocio inmobiliario, pero en la capital catalana se han preservado grandes recintos, algunos tan carimáticos como la antigua fábrica Casarramona, en Montjuïc, inaugurada en 1911, actual sede de CaixaFòrum, y La Sedeta, factoría textil del barrio del Camp d'en Grassot, que hoy cobija un centro cívico y un instituto público.
También se han destruido varias, como Can Folch, donde se estableció una fábrica de destilación de alcoholes y producción de hielo, de la que solo sobrevive la chimenea, ya que el edificio se demolió cuando se urbanizó la Vila Olímpica.
Joan Roca, director del Museu d'Història de Barcelona, que tiene dos de sus sedes en antiguos recintos industriales (Fabra i Coats y Oliva Artés), señala que Barcelona se ha convertido en capital europea gracias a su trayectoria industrial. «Es muy importante que recuperemos las antiguas fábricas. Son símbolos de nuestra historia», argumenta Roca, que recuerda que gracias a Els Amics de la Fabra i Coats se ha podido museizar las calderas de ese complejo de Sant Andreu.
La riqueza del patrimonio industrial, sobre todo de Poblenou, se hace evidente en el elevado conjunto de edificios y elementos que forman parte del catálogo protegido. Según el ayuntamiento, a los primeros 36 espacios industriales catalogados se añadieron después otros 68 elementos arquitectónicos singulares.
De ellos, la Escocesa (donde se estampaban tejidos), Can Gili Nou (fábrica de harinas que se ha transformado en equipamientos en la Vila Olímpica), Palo Alto (antiguo complejo textil donde conviven empresas de creación), la Frigo (histórica fábrica de helados), Ca l'Illa (antigua empresa del ramo del agua) y la Fàbrica Waldés de la calle de Ramon Turró que producía aceite, son bienes culturales de interés local. Y Can Ricart fue declarado con la máxima protección de Interés Nacional.
El listado de emblemas industriales recuperados prosigue cn Can Saladrigas (Roncar, 22), la fábrica de monedas La Seca (Espai Joan Brossa), Hangar (Emilia Coranty, 8), Can Felipa (Pallars, 277), la fàbrica textil de Ca l'Aranyó (actual recinto universitario del Poblenou), los talleres de Fiat Hispania (hoy un centro cultural en las Corts), la fábrica de lámparas Z-Philips en el paseo de la zona Franca (los comedores se han transformado en una bioblioteca y un centro de atención sanitaria) y la textil Vapor Vell (biblioteca de Sants).
Aunque hay arquitectos que consideran que la mayoría de fábricas eran de construcción precaria, «sin ningún interés que no fuera el meramente productivo y construidas mediante un proceso continuo de adiciones con técnicas de construcción muy heterogéneas», según se explica en la web del estudio Baas Arquitectura en referencia a Can Framis.
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