EXPERIENCIA CIENTÍFICA

El pasado nunca muere

La Reial Acadèmia de Medicina de Catalunya acoge visitas culturales que incluyen una cena en la que se experimenta con la información sensorial que capta el cerebro.

Visita a la mesa de disecciones del anfiteatro anatómico de la Reial Acadèmia de Medicina de Catalunya.

Visita a la mesa de disecciones del anfiteatro anatómico de la Reial Acadèmia de Medicina de Catalunya.

CRISTINA SAVALL / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El novelista norteamericano William Faulkner decía que el pasado nunca muere y que ni siquiera es pasado. Esa sensación se respira en las solemnes salas de arquitectura neoclásica de la Reial Acadèmia de Medicina de Catalunya, donde la institución y Sternalia, empresa especializada en organizar experiencias singulares en lugares históricos, proponen cada sábado un itinerario guiado que finaliza con una cena, una especie de juego gastronómico que descubre las respuestas del cerebro ante una serie de engañosas percepciones sensoriales.

La Reial Acadèmia de Medicina se encuentra desde 1929, cuando su presidente era el doctor August Pi i Sunyer, en la calle del Carme, dentro del recinto de la Casa de Convalescència y del desaparecido Hospital de la Santa Creu (allí en 1926 falleció Antoni Gaudí tras ser atropellado por un tranvía). Antes el inmueble albergó el Reial Col·legi de Cirurgia de Barcelona, que después pasó a ser la Facultad de Medicina, que actualmente se ubica en el Hospital Clínic. Ese enclave del Raval fue el núcleo sanitario de Barcelona desde el siglo XV hasta los años 20.

Durante ese tiempo, la Acadèmia de Medicina, que nació en 1770 con el nombre de Academia Médico Práctica de Barcelona, tuvo distintas sedes, la más conocida fue la de Banys Nous.

Eulàlia Armengol, directora de Sternalia, que también programa las visitas nocturnas al Observatori Fabra, explica que durante la cena se descubre por qué no podemos fiarnos de los sentidos. «El cerebro te engaña. Si ves un vaso lleno de un líquido transparente enseguida piensas que es agua. Pero mejor no desvelar nada porque se trata de jugar con los aromas, con los gustos, con las texturas y con lo que crees que ves», detalla Armengol. El nombre de los coloridos platos parece sacado de un cuento: golosinas embusteras, texturas de Poseidón y el sabor del arcoíris.

Antes se recorre la biblioteca, los despachos, la sala de presidentes y la circular sala Gimberat, donde los médicos realizaban disecciones anatómicas ante los estudiantes con cadáveres procedentes del cercano hospital. En el primer piso de este anfiteatro, las señoras de la alta sociedad se escondían para presenciar autopsias. «Era el morbo de ver sangre y cuerpos desnudos», cuenta la guía.