recuperar un clásico

Modernismo sin cartón piedra

El Bar Muy Buenas recupera tras su expolio todo su esplendor de la mano de los propietarios de La Confiteria

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NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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Entrar en el Bar Muy Buenas de la calle del Carme es recuperar la esperanza. Es pensar que no todo está perdido en esta Barcelona cada vez más vendida al turismo. Es constatar que algunos, ni que sean pocos, resisten todavía (y siempre) al invasor, como los irreductibles galos de Astérix. Ahí están Enric Rebordosa y Lito Baldovinos. La recuperación que han hecho con la modernista y centenaria casa de comidas expoliada en el 2014 no tiene precio. O mejor. Sí lo tiene. Alto, muy alto. Vean si no: envejecer al estilo italiano con picados un espejo nuevo vale tres veces más que dejarlo sin la patina del tiempo. Pero cuando los dos amigos (se conocen desde los siete años, de los veraneos en Tamariu) decidieron retornar el esplendor perdido al establecimiento lo tuvieron claro: "Devolverlo a su época pero sin hacer un falso modernismo". Hecho. Nada es de cartón piedra.

Todo lo contrario. En su reconstrucción han participado los mejores artesanos que se dedican a insuflar vida al patrimonio de principios del XX, como Jorge Aragone, el mismo que ha sacado lustre a los vitrales de la Casa Batlló y de la Lleó i Morera, entre otras. Aquí ha restaurado la mampara que separa el comedor de la entrada. Tiene cristales grabados al ácido, y él es el único que sabe cómo recuperarlos y cómo crearlos. Porque la mampara se ha reparado, sí, pero también se han realizado algunas vidrieras nuevas. Al viejo estilo. Como viejo es el suelo. Pero de mosaico hidráulico, por supuesto. Un año les ha costado a Rebordosa y Baldovinos encontrar 36 metros cuadrados necesarios de pavimento de la época. Los que se arrancan de los pisos del Eixample no suelen medir tanto. Y así, con el mismo cuidado, se han escogido todos los artesanos que han participado, desde los ebanistas hasta los metalistas (apra el latón, evidentemente).

FORMAS WAGNERIANAS Y BARROCAS

Rebordosa y Baldovinos encontraron el local destrozado. El anterior propietario, antes de echar la persiana, arrambló con la fachada y mampara  modernistas, además de con un preciado mostrador de mármol. Delito. Eran elementos catalogados y protegidos. Tuvo que devolverlos. Lo hizo pero no en el mejor de los estados. La pareja se comprometió con el ayuntamiento a restaurarlos. Pero han ido mucho más allá y han dado a todo el local el aspecto del momento de su apertura, en 1928. Aunque guardan una sorpresa. Con el material histórico encontrado y la investigación de Lluís Permanyer, pueden datar el bar en 1906 pero con otro nombre: S. Ràfols. "Era raro que en 1928, en una fase tan tardía del modernismo, hicieran estas formas tan wagnerianas y barrocas, son más lógicas de 1906, momento de pleno auge del modernismo".

Pero no solo han recuperado (y mejorado) el patrimonio artístico; también, el gastronómico. Hay una vuelta a los orígenes del bar: comida casera catalana y plato del día. El jueves tocaba arroz con costilla, como todos los jueves. Además hay carta. Y todo a partir de recetarios de época. Los vinos tienen máxima, la de Josep Pla "Cada terra fa sa guerra". O sea, son del país, como del país son todos los licores y destilados que sirve el local. Algo único. "¿Por qué servir 'pastis' cuando el Anís del Mono tiene una botella preciosa, es bueno, tiene una historia divertida y es centenario?”. Habrá que darles la razón. Pues les avalan experiencia y éxito. Suyos son, entre otros,  La Confiteria y Dr. Stravinsky. Y habrá que desearles suerte. La recuperación patrimonial la merece.