MOVILIZACIÓN POPULAR EN EL CORAZÓN DE LA BARCELONA-HOTEL

Ramblear rima con malestar

Barcelona contra el turismo masificado

Barcelona contra el turismo masificado / periodico

HELENA LÓPEZ / BARCELONA

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La última vez que se contaron de forma más o menos científica se concluyó que eran 100 millones las personas que anualmente pasan por la Rambla. Corría el 2014. Siete años antes, en el recuento anterior, eran 78. Millones, eso sí. Si se volviera a calcular hoy, muy probablemente se superarían de largo los 100 millones de hace un trienio, a tenor de los récords de turistas que se superan año tras año. De entre esos 100 millones, los barceloneses eran, sobra decirlo, la anécdota. La Rambla simboliza la ciudad perdida, entregada, muchos opinan que vendida, al turismo. No es casualidad, pues, que el paseo menos barcelonés de los paseos barceloneses haya sido el lugar elegido por los ciudadanos -al menos por los que así opinan- para salir a la calle al grito de “Barcelona no está en venta”, contra la dificultad para acceder a una vivienda, solo la más nueva de las disfunciones generadas por el turismo intensivo.

Por unas horas, este sábado, no ha hecho falta que fuera Sant Jordi para que la Rambla se convirtiera, casi como un espejismo, en punto de encuentro de barceloneses de todas las edades, llegados de (casi) todos los barrios, convocados por la FAVB y una treintena de entidades. Pese a la amenaza de lluvia, el tiempo ha acompañado, y en torno a 2.000 barceloneses se han sumado a la protesta, en la que se han oído los cánticos de siempre adaptados a los tiempos modernos. El clásico “l’únic terrorista, l’estat capitalista” se ha reconvertido en un “l’únic terrorista, Idealista”, y el “tengo un tractor amarillo” -otro tipo de clásico-,en un “tengo un alquiler basura, que es lo que se lleva ahoooora”.      

Esther Jorquera sostiene uno de los extremos de la pancarta de la cabecera del bloque de la Barceloneta, colectivo que cierra la marcha. Tiene 29 años y muy claros los motivos que la llevan a manifestarse, pese a su avanzado embarazo. “Quiero que mi hijo pueda crecer en la Barceloneta, como he hecho yo”, expone la joven, con la característica bandera de la Barceloneta a modo de capa. “No queremos pisos turísticos. Ninguno. Los pisos turísticos expulsan a los vecinos del barrio, un barrio popular en el que se están pidiendo 900 euros al mes por 30 metros", continúa la joven antes del ¡bum! del cañón de mentirijilla que han sacado a pasear. El de verdad está secuestrado, dicen (líos de la Barceloneta). Jorquera habla también de situaciones de acoso inmobiliario que no suenan a nuevas. “Los inversores compran las fincas y presionan a los inquilinos con rentas antiguas para que se vayan -prosigue-; por todo eso estamos aquí”.

¿QUIÉN ES EL CULPABLE?

Llama la atención que en una protesta contra la política municipal -¿quién, si no, ‘vende’ la ciudad?- no se vea ninguna pancarta contra el gobierno de Colau. Es más, la propia concejala de Ciutat Vella, Gala Pin, se encuentra entre los asistentes. Sí se ve, en cambio, alguna pancarta -cabe subrayar el alguna- contra el gobierno de Puigdemont: "Generalitat = Airbnb". El único enemigo, al menos señalado con nombre y apellido, es la patronal turística e inmobiliaria.

“Nos venden. Sin razón, aquí”, en un cartel que simula el clásico cartel inmobiliario, resume a la perfección el sentimiento de los manifestantes, de todas las edades.

ESE TESORO LLAMADO SILLA

La cita es a las once en Canaletes, inicio de la Rambla y único tramo en el que todavía hay bancos públicos (sillas individuales, en realidad, pero públicas, al fin y al cabo). En el kilómetro que separa Tallers y Santa Mónica las únicas sillas que hay son las de las terrazas.

Entre la treintena de entidades convocantes, el colectivo Desllogades, nacido el pasado otoño para agitar el malestar provocado por la burbuja del alquiler. “Violència és el preu del meu lloguer”, gritan. “Somos un grupo de jóvenes, pero porque somos los que nos hemos encontrado con estos problemas y nos hemos empezado a organizar. Pero nuestra intención es ser un grupo intergeneracional. No es un problema solo de los jóvenes”, apunta Marta Ill, una de las impulsoras.

El ampa de la escuela Ferran Sunyer, la única pública del barrio de Sant Antoni, también está presente en la marcha. Se les reconoce porque van protegidos con bolsas de basura amarillas, el color de la lucha educativa, con unos chalecos bastante más caseros que los iaioflautas, también presentes. Mar Ill, miembro del ampa, ha acudido a la marcha junto a sus tres hijos, Alicia, Isaac y Armand. Su barrio está en el punto de mira de los especuladores inmobiliarios “y eso nos afecta a todos”, recuerda. También a los colegios.