Quita las manos de mi placa franquista

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TONI SUST / BARCELONA

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“Eso es una chorrada y nos cuesta dinero a todos. En la comunidad nos pusimos de acuerdo muy rápido. Solo uno estaba en contra de mantener la placa. Si el edificio se hizo en aquella época, se hizo en aquella época”. Habla un arquitecto jubilado, entre divertido y cabreado, vecino de una de las dos fincas que se han rebelado: no quieren que el ayuntamiento retire de su fachada un identificación del Ministerio de la Vivienda de la época de la dictadura, que recuerda que el edificio resultaba beneficiada por la ley (de 1944 en un caso y de 1948 en otro), por lo que los pisos del inmueble eran de renta limitada.

El borrado del rastro franquista que queda en Barcelona es un proceso lento, que de hecho es posible que nunca acabe de completarse en el ámbito privado: ¿cuántos bustos de Franco deben de permanecer en hogares barceloneses? En la esfera pública, los ritmos son distintos. Hace décadas que los nombres propios de la dictadura dejaron de bautizar calles y plazas. Y la ley de memoria histórica, del 2007, prevé su retirada.

ACUERDO DE LA COMUNIDAD

Esta semana, el ayuntamiento ha empezado a retirar 360 placas identificativas que fueron colocadas en fachadas para dar cuenta de que los pisos eran de renta limitada. Identificaciones del Ministerio de la Vivienda franquista, en ocasiones con el yugo y las flechas de Falange. Antes de hacerlo, el consistorio escribió una carta a las comunidades afectadas en Gràcia y Nou Barris. Los destinatarios tenían un mes para rechazar esa posibilidad, algo para lo que era imprescindible el acuerdo de la comunidad.

Y las dos fincas aludidas hicieron uso de su opción: replicaron al ayuntamiento que preferían que las placas siguieran bien visibles. En ambos casos debieron de reunirse los vecinos para hablar del tema, pero en uno no ha sido posible curiosear cómo fue el debate. Una visita al inmueble arrojó cero respuestas por el interfono y la réplica defensiva de una vecina mayor que salía, acelerando el ritmo mientras se alejaba, quizá temiendo un atraco: “’A mi no m’enredi’”. Tampoco la peluquera de los bajos del edificio llegó a responder a la llamada de este diario. Una pena.

"PASEMOS PÁGINA"

En la otra, el arquitecto jubilado compensó con su locuacidad el silencio de sus compañeros de protesta. “Cuando llegó la democracia me pareció bien cambiar los nombres de las calles, incluso polideportivos. Todo era Franco, Franco. Pero pasemos página. Vayamos hacia adelante. ¿O quieren que nos liemos otra vez?”, se pregunta.

Algunas voces lamentan que se borren vestigios del pasado, habitualmente por dos motivos: por considerar que es revanchista, o porque opinan que no vendría mal dejar visible algún símbolo de épocas indeseables para que no olvidemos cómo de indeseables fueron. El vecino entremezcla argumentos: “Y cuando suban otros, ¿a cambiar de nuevo? ¿Por no mencionar a Hitler, no habrá existido Hitler?

LAS ÁGUILAS DEL ERROR

Una tercera comunidad se puso en contacto con el ayuntamiento para que no retiraran símbolos de su fachada. Pero en este caso no fue por discrepancia con el plan municipal, sino por un error de imprecisión. El personal que el consistorio contrató para que fuera por las calles en busca de vestigios franquistas se topó, en el número 114 del paseo de Gràcia, ya por encima de la Diagonal, con dos águilas encaradas que muerden cadenas. La verdad es que tienen un aspecto belicoso considerable, pero no son símbolos de la dictadura.

Los animales fueron colocados allí, acompañando el escudo de la familia Ferrer-Vidal, propietaria del edificio, que fue erigido entre 1914 y 1916 con un proyecto del arquitecto Eduard Ferrés Puig. Para entonces, Franco era todavía capitán, y su dictadura, quizá un proyecto en mente, pero todavía lejano. El consistorio se dio por enterado y amnistió a las dos aves depredadoras.

Retomamos al arquitecto jubilado, que se pregunta cuándo se pondrá freno al revisionismo del pasado: "Un día nos caerá mal Gaudí y querremos derribar la Sagrada Família". La verdad es que no falta gente en la ciudad dispuesta a defender esa causa.