Quién teme al gentrificador feroz

Un centenar de víctimas de la burbuja del alquiler protestan frente a Elix, especialistas en comprar fincas con inquilinos

CARLES COLS / BARCELONA

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La oscarizada versión de ‘Los tres cerditos’ de Disney, de 1933, era tal vez, visto con perspectiva, una fábula ‘avant la lettre’ de la gentrificación social. Abajo los pisos de paja y madera. Viva la obra de alto 'standing'. Dos años más tarde pasó injustamente inadvertida una secuela, ‘Los tres lobitos’, un episodio en el que los chanchos van a casa del lobo y le obsequian con su propia medicina. Caray que premonitorio, porque las víctimas del alza de precios del alquiler en Barcelona han decidido dar ese paso. Un centenar largo de víctimas de la gentrificación se han presentado en la sede de Elix, una de tantas empresas que, sin cortapisas, presumen en su web de comprar edificios (callan que lo hacen con vecinos dentro) para rehabilitarlos y ofrecerlos después a “personas exigentes que prefieren un producto especial con encanto”.

Elix, Norvet, AAA Inmobiliaria, MKPremium… La lista de empresas que se dedican a ese fin comercial es conocida. La visita a sus webs, en serio, es muy recomendable. En 1729, Jonathan Swift publicó ‘Una humilde propuesta’, el Everest de la ironía literaria, donde propone terminar con el hambre en Irlanda destinando una parte de la población infantil a abastecer las carnicerías. Hasta propone algunas sabrosas recetas y cálcula para cuántos almuerzos daría un rollizo bebé. La tarjeta de presentación de Elix no alcanza esas cotas, es cierto, pero es un ochomil. “En los últimos 4 años hemos adquirido más 17 edificios y continuamente estamos en búsqueda y análisis de nuevos proyectos”. De eso presumen. Como consecuencias de algunas de esas adquisiciones, gente como Merche, Clara, Eli, Paula, Ernest, Helena, Ferran y muchos más vecinos de Sant Antoni han tenido que dejar el barrio. Eso es lo que pretendían explicarle los manifestantes a los dueños de Elix, que no se han tomado del todo bien tan inesperada visita a media tarde.

BUITRE, PLAÑIDERA Y SAETA

El movimiento antigentrificación tiene cada día que pasa más bíceps. Convocados por Fem Sant Antoni, con respaldo del Sindicat de Llogaters, había allí, en la bocacalle del pasaje, un centenar largo de afectados, con el simbólico buitre que sacan procesión en las grandes ocasiones, una plañidera con velo negro y una divertida adaptación inmobiliaria de las clásicas saetas de Semana Santa.

Cuatro miembros de la plataforma convocante han llamado al timbre de Elix y, cuestión de azar, ha abierto la puerta Jordi Roldan, el sonriente coordinador de proyectos que aparece en la pestaña ‘Quiénes somos’ de la web de la empresa. Allí, por cierto, sonríe él y sonríen todos.

El propósito era entregar en mano a los fundadores de Elix, Jaime Lacasa y Jorge Benjumea, una carta de queja por lo que está sucediendo en Barcelona de un tiempo a esta parte, en la que los inquilinos reciben burofax en los que se les conmina, concluido el contrato de alquiler, a entregar las llaves so pena de acabar delante de un juez.

No han logrado cruzar el umbral. Roldan ha cogido la carta, sí, pero lo singular es el breve y tenso debate que allí, cada cual a un lado del quicio, se ha producido. El coordinador de proyectos de Elix protestaba por las formas, que no se puede llamar a un timbre con una manifestación en la retaguardia. Es un argumento que sirve en bandeja de plata cuáles son los métodos de trabajo de Elix.

NIÑO, DILE A TUS PADRES...

La pasada primavera, la empresa envió a otra de sus caras sonrientes, Neus, a una finca de la calle de Bailén. Los vecinos suponen que Elix ha adquirido la finca o que la gestiona en nombre de alguien. Tanto da. El caso es que Neus, en el organigrama, responsable de expansión en Barcelona, fue piso por piso para informar de que en los próximos meses deberían abandonar sus viviendas. No se trata de una finca con inquilinos posteriores a la última reforma de la ley del alquileres, la de 1993, es decir, cada piso es un caso, pero ahí estaba ella. En dos de apartamentos no estaban los titulares del contrato. Estaban los hijos, algunos menores de edad o con 18 recién cumplidos. Menudo susto cuando les dijeron que tenían que dejar el piso antes de fin de año. Que supere eso Disney.