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Quico Sabaté campa en Vallcarca

Sabaté, en la clandestinidad.

Sabaté, en la clandestinidad.

OLGA MERINO

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Ala espera de que se caldee el ambiente, me siento en el rincón más discreto de la bodega La Riera (avenida de Vallcarca, 81), junto a un paño de pared donde cuelgan dos retratos en blanco y negro: el de Salvador Puig Antich, el último ejecutado a garrote vil de Franco, y la polémica foto de Robert Capa, la del miliciano abatido en Cerro Murriano, tal vez la imagen más archirreproducida de la guerra civil. Completa la decoración un tendal con camisetas a la venta en favor de los anarquistas detenidos por la ley mordaza.

La taberna tiene cierto aire de posguerra. Las paredes conservan la pátina amarilla de cuando se fumaba, así como grandes botas de las que mana el vino despachado a granel; el Priorat seco, de 14 grados, a 1,90 euros el litro. Cuando los dueños de la cantina se jubilaron, el Ateneu Popular de Vallcarca peleó lo suyo por recuperar el espacio y convertirlo en un referente para el barrio, que viene a ser el apéndice más cañero de Gràcia, de manera que la bodega organiza frecuentes actos culturales y reivindicativos, como el homenaje al maquis Quico Sabaté que tuvo lugar la semana pasada. ¿El motivo? El centenario de su nacimiento.

El bar funciona como cooperativa. Igual que en las tascas de pueblo, no cuesta nada pegar la hebra con la mesa de al lado, en charlas que mezclan castellano y catalán de forma natural, como siempre ha sido. Estrella Galicia a morro y algún peinado estilo batasuno. El personal lía cigarrillos para encenderlos en el salón de fumadores; o sea,  en la rue. Es viernes, el día en que se cierra la campaña, y se oye algún comentario contra «la dictadura democrática del capital en que vivimos».  Y flota en el aire el deseo de que aparezcan unos cuantos con los cataplines del Sabaté.

Buen ambiente. Aplausos cuando una chica logra encaramar el proyector para que el respetable vea un docudrama sobre Quico Sabaté, el capítulo de una serie sobre el maquis en Catalunya rodado para TVE en 1988. Magnífico documental, por cierto, cuya proyección cuenta con la presencia del director, Jaume Serra, y del guionista, Ricard de Vargas, quien había militado con Puig Antich en el Movimiento Ibérico de Liberación.

Un personaje de leyenda El Quico, como lo llamaba la Guardia Civil cuando aún vestía el aterrador capote por los caminos rurales. Militante de la CNT-FAI, se convirtió después de la guerra en un feroz luchador contra la dictadura que tuvo el valor, durante una visita de Franco a Barcelona en 1955, de lanzar octavillas con un mortero. En otra ocasión, durante uno de los muchos atracos que encabezó para ayudar a los presos, logró llevarse casi un millón de pesetas de la empresa Cubiertas y Tejados, mientras los transeúntes contemplaban la escena creyendo que estaban filmando una peli de espías.

La muerte, en Sant Celoni

Durante la velada, también se presentó el libro colectivo Quico Sabaté, la guerrilla anarquista (editorial Descontrol), mientras que el folclorista Jaume Arnella cantó un romance compuesto por él sobre el último viaje del maquis hasta su muerte, en Sant Celoni, el 5 de enero de 1960.

El realizador Jaume Serra contó una anécdota impagable sucedida durante el rodaje del documental. Se encontraba en un bar de Sant Celoni desayunando con el actor caracterizado como Quico Sabaté, cuando, alrato, entró en el local el falangista Papitu Sibina, quien había participado en la caza del maquis.

Serra se acercó a la barra y le invitó a acercarse a la mesa: «Venga, voy a presentarle a un viejo amigo, un fantasma del pasado».  El hombre, en cuanto vio al actor, se quedó blanco como la cera, reculó, soltó un «mecagundéu» y echó a correr. Y puede que aún esté temblando y con la lengua fuera en el más allá.