Objetivo, salvar la Ricarda

La Casa Gomis es la única vivienda catalana de la segunda mitad del siglo XX catalogada por Iconic Houses La proximidad con la nueva pista del aeropuerto del Prat la hace inhabitable

El acoso 8 Los aviones que despegan de la nueva pista del aeropuerto del Prat producen una agresión sonora que hace inhabitable la vivienda.

El acoso 8 Los aviones que despegan de la nueva pista del aeropuerto del Prat producen una agresión sonora que hace inhabitable la vivienda.

CRISTINA SAVALL / BARCELONA

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El crecimiento del aeropuerto del Prat ha dejado víctimas urbanísticas por el camino. Una de ellas es la Casa Gomis, más conocida como la Ricarda, la admirada residencia de cubierta abovedada que se encuentra en la frontera de las nuevas pistas, cerca del mar y rodeada de pinares. La agresión sonora del constante despegue de aviones la hace inhabitable. A la joya arquitectónica de Antonio Bonet (Barcelona, 1913-1989) le acecha el peligro de caer en la espiral de la decadencia.

La Ricarda es la única casa catalana de la segunda mitad del siglo XX que figura en Iconic Houses, que se une a las solicitudes de muchos arquitectos que, como Oriol Bohigas, reclaman que las instituciones protejan y den un sentido público a esta obra de Bonet, que de estudiante colaboró con Josep Lluís Sert.

En 1936, Bonet viajó a París, donde trabajó en el estudio de Le Corbusier, pero al estallar la guerra civil emigró hacia Suramérica. Allí realizó la mayor parte de su obra. A su regreso a Barcelona proyectó el Canódromo de la Meridiana, que en 1963 ganó el premio FAD. Otra maravilla pendiente de destino.

Bonet trabajó desde 1949 hasta 1963 en estrecha complicidad con el matrimonio Ricardo Gomis e Inés Bertrand, propietarios de cuatro hectáreas de una finca del camino de la Albufera del Prat de Llobregat. Aunque gran parte de su relación fue a través de correspondencia, ya que entonces él vivía en Argentina y tuvo que dirigir la obra desde la distancia. «El primer encuentro de Bonet con mis padres fue en 1949, durante su primer viaje a Barcelona desde 1936. Esbozó un proyecto que no siguió adelante, pero la segunda propuesta, la de 1953, fue la definitiva», cuenta Marita Gomis, uno de los seis hijos del matrimonio.

Junto a sus dos hermanas con residencia en Barcelona, cuida de todo lo que concierne al mantenimiento de la casa. Ella se encarga de las visitas guiadas, que significan «algo» de ingresos para paliar los gastos. «Aún no tenemos página web, pero el boca oreja funciona. Vienen de muchas escuelas de Arquitectura de toda Europa. Hay profesores como Jordi Garcés que siempre traen a sus alumnos», explica.

La finca la Ricarda era un paisaje de dunas y Bonet logró armonizar la casa con ese entorno paradisiaco. El edificio de hormigón armado con paredes de gres y de cristal está formado por pabellones que recuerdan a los hangares que cobijan a avionetas. Todas las estancias se unen de manera asimétrica en una sola planta, por lo que el arquitecto renunció adrede a las vistas a la playa. «El mar se intuye con el sonido de las olas y el olor salino», dice Gomis.

Destaca la espectacular sala de 120 metros cuadrados, que es el eje central de otros luminosos espacios, como el comedor, la cocina, los cuartos de baño, los pasillos acristalados, los dormitorios, las terrazas, el porche y el jardín.

«La Ricarda se convirtió en refugio del arte catalán durante los últimos 15 años del franquismo», asegura Gomis, mientras muestra a los alumnos de Interiorismo de la Escola Massana fotografias de su padre junto a Antoni Tàpies y Joan Miró en la sala de conciertos.