El oratorio de la discordia

El rector de la parroquia de Sant Joan recibe encantado aunque escéptico a los primeros visitantes que van en busca de un Gaudí inédito

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CARLES COLS / BARCELONA

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La parroquia de Sant Joan de Gràcia abre sus puertas a las siete de la tarde y entran lo feligreses. Son pocos. No es en ellos, sin embargo,  en quien hay que fijarse. Lo interesante es observar, desde la perspectiva que da el altar, a los despistados que, conocidas las conclusiones de Josep Maria Tarragona, vienen en busca de un posible Gaudí inédito, como César, que después explicará que aquí le bautizaron y que de niño venía con la palma, pero misa, desde entonces, poca. Mira al techo, a las capillas laterales, vuelve a mirar al techo… Está a punto de desistir. “¿Busca a Gaudí, verdad?”. Pues sí, confiesa. El rector de la parroquia, Joan Torrent, le invita a venir otro día, por favor, media hora antes de la celebración religiosa. Entonces será un placer mostrarle la capilla de la discordia, porque Torrent discrepa. Para él, salvo prueba irrefutable, la capilla es de Francesc Berenguer.

Reconoce el capellán que cuando hace 16 años fue destinado a esta parroquia fue una sorpresa descubrir esa capilla de, efectivamente, aires gaudinianos. También los tiene berenguenianos, pero ese es un estilo menos popular. Torrent, un hombre cultivado, como demuestra en su 'tête à tête' intelectual con Tarragona, celebraba al principio allí las misas de la mañana, pero un día se quedó sin nadie que vigilara el acceso de la iglesia, así que pasó a oficiarlas en la nave principal, demasiado grande a veces para la parroquía que se congrega, pero qué se le va a hacer.

PROCESIÓN DE CURIOSOS

César no es el único curioso que entra en la iglesia antes de misa. Una señora aprovecha y, ya que está, cruza la puerta que separa la nave principal de la capilla, donde Tarragona celebra una suerte de eucaristía de ruedas de prensa, es decir, en fila, van pasando las cámaras de televisión y él les hace comulgar con su singular descubrimiento. La expectación no es extraña. El arquitecto de Reus (o de Riudoms, que nadie se enfade) siempre tiene gancho.

Gaudí, no obstante, puede llegar a ser un vecino irritante. No merece la pena abundar en el caso de la Sagrada Família. Está sobradamente contado. Más de 3,2 millones de personas visitaron el templo expiatorio en el 2015, una cifra a la que habría que sumar una indeterminada cantidad de personas que no pagan entrada y se limitan a contemplarla desde las calles de alrededor, donde la vida vecinal cotidiana, en términos medioambientales, está prácticamente extinta por la presencia de especies invasoras.

Merece más la pena reparar también en el caso del Palau Güell, propiedad de la Diputación de Barcelona, que admite solo 1.500 visitas al día. La cantidad, algo menor en invierno, viene predeterminada por los criterios de conservación, como si fuera una Altamira modernista sensible al aliento humano, pero sin llegar tan lejos. En la cueva prehistórica cántabra solo pueden entrar cinco personas cada semana.

Entre la Sagrada Família y el Palau Güell hay, como es obvio, un abismo, pero es incuestionable que Gaudí es un potente electroimán si de atraer turistas se trata, y ese es el debate que de repente se abre en la Vila de Gràcia tras el posible descubrimiento de una obra no censada de este arquitecto. En un barrio que comienza a mirar la Barceloneta como si de las barbas de su vecino se tratara, la noticia de que a la ‘vila’ le ha tocado un Gaudí merece una mirada paciente.

PRÓXIMAMENTE, CASA VICENS

La capilla de la plaza de la Virreina no es, por supuesto, la única obra de Gaudí en el barrio. En la calle Carolines rompe la monotonía la Casa Vicens, una pieza gaudiniana de aires orientales. Hace tres años fue adquirida por la filial de un banco andorrano, se supone, eso sí, que tras un detallado análisis del mercado de las inversiones financieras. Gaudí es un valor rentable. Está previsto que, salvo retrasos imprevisto, se abra al público este mismo año. El precio de la entrada por ver un Gaudí en Barcelona es más alto que por ver un Miguel Ángel en Roma, y más también que por disfrutar del esplendor de la Alhambra de Granada, el monumento más visitado de España. La Casa Vicens, en definitiva, espera seguir los pasos de otros edificios civiles de Gaudí, como las casas Batlló y Milà, en el paseo de Gràcia, gallinas que ponen huevos de oro. A la capilla de la discordia, en cualquier caso, eso aún le queda muy lejos.