La primera vegana gorda

Imagen de la primera feria vegana de Barcelona, en 2017

Imagen de la primera feria vegana de Barcelona, en 2017 / periodico

TONI SUST / BARCELONA

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Cuando hace un año el ayuntamiento declaró Barcelona ciudad 'veg-friendly', es decir, amiga de lo vegano, todo fueron chanzas. Ya se sabe, el ‘jijijajá’: todos preguntando dónde estaban los barceloneses veganos. Pero los números cantan: el asunto tiene su público. Este domingo, en la segunda jornada de la feria vegana que se celebra por primera vez en la ciudad, una amable integrante de la organización se ha tenido que acercar a la gente que hacía cola en la cúpula del centro comercial Las Arenas para informar de que ya no había entradas a la venta: no cabía un consumidor más de tofu.

Pese a ello, decenas de personas han seguido esperando, bajo el sol y con la ignominia de tener que ver de cerca la carta que el restaurante

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ubicado a unos metros de la feria mantiene en su exterior: redondo de ternera, medallones de buey, entrecot.

TOFU Y AZUFRE

Los que han entrado poco después de mediodía han podido asistir a los minutos finales de la charla que bajo el título ‘Come bonito, sano y vegano’ ha dado la activista del tema Marta Martínez. Uno de sus consejos ejemplifica el margen que da a la imaginación la cocina vegana: si añades al tofu un poco de sal kala namak, que contiene pequeñas concentraciones de compuestos de azufre, dice, recuerda al gusto del huevo, sin que gallina alguna se vea implicada.

Martínez también se propone destruir tópicos. En una entrada de su blog, ‘Mi dieta vegana’, bajo el título ‘Soy la vegana gorda’, denunció y rechazó los ataques de 'trolls' de internet ante sus fotos, que dejaban en evidencia cierto sobrepeso. Más allá de cargar contra la "gordofobia", Martínez explica que no es cierto que un vegano tenga que estar delgado por sistema. Visto al revés: que es falso que alguien con sobrepeso no pueda ser vegano. Dice que viendo sus fotos, llovieron comentarios de gente que la acusaba de comer a escondidas.

A ella, alimentarse con los parámetros veganos le ha servido para estar mejor y capear problemas de salud. Pero cada persona es un mundo, ha advertido.

UNA ACTITUD ANTE LA VIDA

Lo que la feria deja claro es que ser vegano tiene muchas patas. Es comer productos cuya obtención no haya provocado sufrimiento alguno a los animales. Un folleto de la entidad ProVeg resume ese sufrimiento: las vacas lecheras son preñadas artificialmente y separadas del ternero. "A menudo, madre e hijo se llaman el uno al otro durante días". Y otro apunte más lacerante: "Los pollitos machos son triturados o gaseados vivos porque no pueden poner huevos". En la feria, hay hamburguesas de espinacas, albóndigas de remolacha, filete de seitán. Imitando al enemigo, menos en la materia prima.

Pero no solo es comer. Es cómo vistes. Y hasta cómo viajas. En la feria, tres estands de zapatos: no se ha empleado para elaborarlos nada que venga de un animal. En uno de ellos, Álex muestra unas sandalias hechas con restos de rueda de moto. Y una especie de deportivas de material reciclado de botellas de plástico. Normalmente, dice, los zapatos llevan piel y suela de cuero de vaca y el forro es de cerdo. "Al cerdo no le gusta, pero bueno", añade Álex. En otra parada venden zapatos de "poliuretano ecocertificado".

NIÑOS VEGANOS

Julian, un alemán de 24 años, está en el estand de ProVeg, donde un cartel reza: ‘Pregunte a un vegano’. Así que preguntamos a Julian qué ha comido en las últimas horas: "He desayunado cereales con leche de soja. Ayer almorcé ensalada con arroz y frutas y cené tabulé y frutas". Hasta hace año y medio, Julian sí devoraba animales. Ya no más. Sobre si es posible aplicarlo en la alimentación de los niños no ve problema: "Solo hay que darles complementos de vitamina B-12".

Lo más llamativo de la feria quizá sea el primer crucero vegano, que promociona Vegan Travel, que ya ha programado algunos fluviales y ahora se tira al mar. El barco zarpará el 25 de septiembre próximo y llegará a puerto el 2 de octubre. Irá de Londres a los fiordos noruegos. "La comida será 100% vegana, los asientos serán sin piel y las almohadas no tendrán plumas", relatan en el puesto de la empresa. La idea es exportable. Y así Barcelona se abriría a algo que todavía no tiene: el crucerista vegano en grupo. Un mundo.