La previsible condena del delfinario se anunciará antes de fin de año

Ninguna voz del grupo de trabajo del zoo defiende ya la permanencia de cetáceos en Barcelona

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CARLES COLS / BARCELONA

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El futuro de los delfines de Barcelona se decidirá antes de que finalice el 2016. Eso asegura la concejala de Ecología, Janet Sanz. Llegado el momento, la sorpresa mayúscula sería que el Ayuntamiento de Barcelona apueste por que se queden. Requeriría una importante inversión económica. El delfinario que proyectó el anterior equipo de gobierno para que cumpliera con las exigencias internacionales costaba 10 millones de euros. En las reuniones del grupo de trabajo sobre el futuro del zoo, ninguna voz se ha alzado con claridad para que los cuatro delfines restantes se queden en la ciudad. Pues eso. Difícilmente habrá sorpresa.

Sin embargo, cuando Sanz anuncie antes de fin de año el qué, lo importante resultará que es el cómo. En la reunión celebrada el martes, algunos grupos animalistas volvieron a insistir en la necesidad de trasladar a los delfines a un santuario. Proponen uno en Grecia. El catedrático Àlex Aguilar no solo previene contra el contrasentido de introducir delfines caribeños en aguas mediterráneas, sino que avisa de que desde el punto de vista sanitario, es un peligro. Pueden ser, para otros delfines en libertad, vectores de enfermedades infecciosas que no padecen porque han sido tratados por los servicios veterinarios del zoo. Sanz le da en este punto la razón, pero sopesa la alternativa de la fundación privada CRAM como solución. Tampoco eso convence a Ballester. Los delfines irían así a unas piscinas pendientes de construcción junto a la zona de despegue del aeropuerto de El Prat. Los delfines son especialmente sensibles al ruido.

Hay más salidas posibles. Un acuario de Baltimore, uno de Holanda… El caso es que antes de fin de año el ayuntamiento dará a conocer su veredicto, sustentado por el criterio de un supuesto jurado que Ballester critica. Sanz recuerda que en la mesa de debate hay otros prestigiosos expertos. Alguno de ellos reconoce en privado que firmaría la carta de Ballester.