El cumplimiento de las normativas en BCN

La presión policial eleva las multas por incivismo

La ofensiva de CiU se centra en el alcohol, la venta ambulante y los orines en la calle

DISPOSITIVO 3 Los agentes proceden a desalojar plazas de Gràcia para evitar ruidos, hace una semana.

DISPOSITIVO 3 Los agentes proceden a desalojar plazas de Gràcia para evitar ruidos, hace una semana.

PATRICIA CASTÁN
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

pasear por el centro de Barcelona de noche implica a ciencia cierta tropezarse con lateros hiperactivos en plena Rambla, con jóvenes bebiendo en portales y plazas, con alguno aliviando la vejiga en las esquinas... Pero pese a la aparatosidad de estas infracciones de la ordenanza cívica, lo cierto es que las órdenes del verano para la policía local han sido multiplicar la ofensiva en estos tres ámbitos, y también en el de las molestias callejeras que perturben el sueño. Y aunque no hay milagros en materia de incivismo -según baja la presión, repuntan las infracciones- las cifras constatan el esfuerzo por ponerles freno, con más multas que el año pasado en todos los ámbitos. Solo el de las molestias (incluye ruidos, peleas, música a altas horas en la vía pública) se ha multiplicado por cuatro. Las sanciones por consumir alcohol superan ya las 5.000 este verano, a falta de la última semana de agosto por computar.

El nuevo equipo de gobierno es consciente de que la erradicación de las actividades prohibidas por la ordenanza cívica es casi una quimera. «En cuanto se baja la guardia se reocupan los espacios públicos, la presión ha de ser continuada», admite el primer teniente de alcalde, Joaquim Forn. Sin embargo, defiende que la mayor vigilancia y volumen de sanciones impuestas este verano es una fórmula necesaria para contener y frenar a los incívicos.

EVOLUCIÓN / Con datos de los últimos tres meses (junio todavía contaba con el bipartito de PSC y ICV al mando), el caballo de batalla del verano, la venta ambulante, suma y sigue 10.971 sanciones, frente a las 9,502 de los mismos tres meses del 2010. En este sentido, Forn destaca a este diario que la cruzada va mucho más allá de lo que denotan las multas, dado que se ha optado por desarticular los almacenes y puntos de distribución mayorista de latas (en especial), lo cual se deja notar en una menor presencia de lateros en la calle, como sucedió en las fiestas de Gràcia, donde los decomisos bajaron un 63% respecto al pasado año. En paralelo, las quejas ciudadanas por este aspecto al 092 han caído un 14% en el conjunto de la ciudad.

Pero, ojo, ello no quiere decir que en la calle se consuma menos alcohol, ya que además de los lateros, los colmados provén de botellas, y el botellón sigue siendo una realidad, y más en la actual coyuntura de crisis. Si el pasado verano las sanciones fueron 3.457 hasta agosto, en la actualidad ya superan las 5.060. Lo mismo sucede en el caso de los orines en la calle, uno de los actos que genera más quejas vecinales, porque la suciedad y los olores se evidencian al día siguiente. De las 1.682 multas del 2010 se ha pasado a 1.819. Y otras conductas molestas en el espacio público, tomado por grupos o juergas, suman 679, frente a las 148 del año anterior. Por «sentido común», el ayuntamiento ha optado por apretar más en estos temas por su clara afectación a la convivencia y a la limpieza en la ciudad.

Con una sensación de satisfacción moderada, Forn señala que el acoso al infractor se mantendrá en todos estos capítulos hasta final de septiembre. Tras la Mercè, se volverán a ordenar las prioridades con el reto de «poner énfasis en el cobro de las multas».

En el ayuntamiento son conscientes de que la situación de venta ambulante dista mucho de estar solventada en puntos como el parque Güell, donde su propia estructura complica su erradicación.

Un total de 40 agentes se han dedicado prioritariamente a este cometido en Barcelona, tras las quejas de muchos comerciantes, aunque para la ciudadanía es mucho más grave sufrir ruidos y molestias junto a sus casas, o ver los rastros de las borracheras de otros al amanecer. Forn asume que la única clave es «perseverar».