Pósters de rock para señores

Philippe Delecluse, junto a fotos de Brian Setzer, The Clash y Debbie Harry, en la Galería Johnson.

Philippe Delecluse, junto a fotos de Brian Setzer, The Clash y Debbie Harry, en la Galería Johnson.

RAMÓN
Vendrell

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No puedes juzgar un libro por la tapa, ya lo cantaba el formidable Bo Diddley, pero sí puedes saber todo lo que necesitas saber y más sobre un artista o un grupo de música popular moderna a partir de las fotografías con las que se presenta ante el mundo. Tan crucial es la imagen promocional en este ámbito supuestamente creativo y sin duda codificado hasta la comicidad, en concreto las primeras fotos, que Ian Svenonius sitúa este paso solo por detrás de la definición de los objetivos, el bautizo y el enrolamiento de los miembros en la guía 'Estrategias sobrenaturales para montar un grupo de rock', a la vez declaración de amor al rock and roll y descacharrante y revelador desenmascaramiento desde una óptica anticapitalista de todo el tinglado que lo rodea. Lo contrario de los tostones intelectualoides de Greil Marcus, vamos.

¿La música? Eso puede esperar, al fin y al cabo tampoco es demasiado importante. Pero la fotografía... No solo mostrará al conjunto recién formado su verdadera identidad, sino que «como hace un oráculo con las entrañas de un animal sacrificado» el público la escudriñará en busca de pistas sobre un sistema de valores, una personalidad, una ideología y una estética, escribe Svenonius. Al menos así era antes de que los vídeos, la miniaturización y práctica desaparición de los discos y por ende de las carátulas, la manía de las nuevas estrellas de parecer tíos normales y la propia senectud del rock acabaran con la capacidad de este para producir imágenes icónicas.

Viene este mitin a cuento de la reciente inauguración en Barcelona de la Galería Johnson, así llamada en honor del bluesman Robert Johnson y dedicada a la venta de copias numeradas y si el cliente quiere autografiadas por el autor de fotos de rock más o menos clásicas.

Coronación alienígena

Los highlights de la exposición actual son tres fotos de Mick Rock que casi definen la década de 1970. La de Lou Reed para la portada de Transformer, la de Iggy Pop para la portada de Raw power y una de David Bowie y Mick Ronson, verdadero corruptor de menores con la guitarra. Están comiendo en el vagón restaurante de un tren camino de un concierto en Aberdeen pero parece que vayan a la coronación de una reina alienígena. Ahorra mucho si quieres adquirir uno de estos trozos de gran historia del rock.

Tampoco están nada mal las instantáneas que George Dubose hizo de los Ramones, formación que acuñó una imagen y una fórmula musical («puro rock and roll blanco, sin ninguna influencia del blues», según propia e iconoclasta definición) tan brillantes que no vio ninguna necesidad de alejarse de ellas ni un milímetro mientras existió. Y fueron casi tres décadas. A partir de 300 euros puedes comprar algo en la Galería Johnson, donde también hay retratos de The Clash, Bootsy Collins, Freddie Mercury, B-52's o Angus Young.

El propietario de la sala es Philippe Delecluse, diseñador gráfico francés venido a Barcelona expresamente para montar el establecimiento. Morrison Hotel, con galerías en Nueva York y Los Ángeles, y Rockarchives, con espacios en Ámsterdam, Sídney y Tokio, son los gigantes de un negocio en alza. En Barcelona no había nada parecido y aquí está para remediarlo Delecluse, que se quedó traspuesto tras ver actuar con 10 años a los Beatles en los albores de la beatlemanía en Londres, donde estudiaba. Más adelante, vida profesional sobre todo en Inglaterra y Estados Unidos.

El decorador aconseja

El grueso de los clientes de la Galería Johnson son personas de entre 45 y 60 años a las que les va bien la vida, explica Delecluse. «Para ellos, como para mí, estas fotografías encapsulan recuerdos muy poderosos», dice. También está el galerista en contacto con decoradores que les dicen a sus clientes: «Hey, con una foto rock de gran formato encima del sofá darías el golpe».

Glups. Dolorosa metáfora de en qué se ha convertido el rock and roll. No se venden pósters porque a la juventud le importa un pimiento esa música pero se venden fotos de calidad porque a algunos señores les recuerdan sus años mozos y quedan bien en el salón de casa.