Póquer, Barcelona no va de farol

La ciudad se sitúa como la segunda capital del mundo en torneos de 'texas hold'em', solo por detrás de Las Vegas

Participantes de uno de los torneos y, entre ellos y vestidas de rojo, masajistas de espalda que los jugadores pueden contratar.

Participantes de uno de los torneos y, entre ellos y vestidas de rojo, masajistas de espalda que los jugadores pueden contratar.

CARLES COLS / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En el año 2002, el póquer era todavía un juego prohibido en los casinos catalanes. En el 2003 se levantó ese veto, impuesto hasta entonces, quién sabe, por una inmerecida mala fama de este juego de naipes. Puede que la culpa, muy absurda, fuera del cine. Pasada una docena de años, Barcelona, ciudad con tanta tradición de póquer como de curling, vamos, entre poca y nada, es ya la segunda capital mundial de este juego. Solo Las Vegas está por delante. Barcelona acoge estos días hasta 71 torneos de póquer, entre ellos la liga europea. Jugadores los hay de más de 150 países. Son más de 4.000. Uno de ellos se llevará a casa un millón de euros. Del resto, aproximadamente un 15% ganará más de lo que perderá. Parece tentador, pero conviene antes un trío de advertencias. Esto no es un juego de azar. Tampoco es el lugar al que ir con un orquidómetro, instrumento médico para medir el tamaño de los testículos. Esto no va de valientes. Es un reto de matemáticas y psicología.

En el mundo hay casinos legendarios. El de Baden-Baden siempre podrá presumir de que era el preferido de Marlene Dietrich. La arquitectura del de Montecarlo es un icono internacional. Lo de Las Vegas es de otro mundo. En Barcelona, en cambio, el casino están en el sótano de un hotel. No tiene ni una fachada noble frente a la que hacerse un selfi. Pero la dirección de este centro de ocio ha resultado tener un olfato perdiguero. «A partir del 2009 comenzamos a tener una cierta fama internacional en torneos de póquer», explica el director del complejo, José Luis Cernuda. «A partir del 2013 fue la explosión», añade. El acierto consistió en hacer coincidir en las mismas fechas el tour europeo y el español, y además en verano. Los jugadores de póquer no son muy distintos, parece, a los congresistas del Mobile World Congress. Les gusta Barcelona. Por eso, el Casino de Barcelona tiene firmado con la organización del European Poker Tour que la ciudad será una parada de esta competición como mínimo hasta el año 2017, pero pocos dudan de que esa fecha se prorrogará, entre otras razones porque hay pocos casinos en el viejo continente capaces de tener a punto, por si es necesario, una tropa de 250 crupieres profesionales, como es el caso.

¿Tantos? ¿Para qué? Pues para responder esas preguntas bastaba ayer con visitar el sótano anexo al casino alquilado para organizar uno de los torneos previstos. Había ahí, perfectamente alineadas, 105 mesas de póquer, con sus correspondientes 105 crupieres. En cada mesa, 10 jugadores, y fuera, lista de espera. Y luego, más allá, el propio casino, con más mesas de póquer y varias decenas de juegos más.

INTERNET, LA ESCUELA / Hubo un momento, pocos años atrás, en que se pudo suponer equivocadamente que internet mataría a los casinos. Hay webs muy populares para, por ejemplo, jugar al póquer, pero a la hora de la verdad han resultado ser sobre todo la sala de entrenamiento, la escuela de esto que algunos consideran que es un deporte, si se acepta que el ajedrez también lo es. Allí, on line, muchos ejercitan el cálculo de probabilidades antes de saltar a una mesa de verdad, cara a cara con otros jugadores. Es entonces cuando comienza otro aprendizaje, el de la psicología.

CONSEJO PARA PARDILLOS / «En el texas hold'em, la variante más popular del juego, los pardillos miran con mucha atención las cartas que el crupier pone boca arriba sobre la mesa cuando aún no tienen una mano sólida. Se delatan. Al buen jugador le basta con escuchar lo que canta el crupier. Es un consejo de Raúl Horta, exjugador y hoy empleado del casino, que ayer, en una lección iniciática, desplumó a sus rivales, el que firma entre ellos.

Entre profesionales, la cuestión se complica. El atrezo de muchos jugadores (gafas de sol, pañuelo anudado al cuello...) no es coquetería. Se trata de ocultar reveladoras dilataciones de pupila o venas hinchadas. Mariano Rajoy, del que dicen que cada vez que miente tiene un tic en un ojo, sería un pésimo jugador. El bueno es una suma de habilidades. El azar parece que es lo de menos. Con buena suerte se puede ganar una mano, pero pocas veces una partida completa. Inés, crupier, explica por ejemplo que en toda su carrera solo ha visto dos veces una escalera real de color, la combinación imbatible. El mérito es ganar con unas cartas que den pena, y eso sucede con bastante frecuencia. Ganar con un farol debe producir un placer indescriptible, pero incluso eso disimulan hoy en día los jugadores. Atrás quedan los tiempos de jugadores como Stu Ungar, fallecido en 1998 víctima de sus excesos, un cerebro prodigioso, pero también un maleducado de proporciones colosales. En una ocasión, un crupier dejó su empleo en mitad de una partida solo para poder pegarle. Ganaba millones en la mesa con la misma facilidad con la que los dilapidaba después en casa, pero le importaba un pimiento, pues siempre había quien le prestaba dinero para volver a jugar. Era una inversión segura.

Su historia viene al caso porque otro jugador profesional, Mike Sexton, resumió a la perfección el problema de Stu y, de paso, dio el mayor de los consejos a todo aquel que quiere dedicarse profesionalmente al póquer, que aunque cueste creerlo, son legión. «Stu nunca entendió el objetivo del juego. El objetivo es hacer crecer tu bank, mejorar tu nivel de vida y el de tu familia».

¿Y el de Barcelona, cuál es? Cernuda, el director del casino, explica  que es crecer, quizá formar parte de forma estable del World Poker Tour, una liga de momento casi exclusivamente estadounidense y, así, mano a mano, acercarse a las cifras de participantes de los torneos que Las Vegas, que, por lo que asegura, no son inalcanzables.