LA TRANSFORMACIÓN DE BCN

El Poblenou, en la encrucijada

Terrazas en la rambla del Poblenou, la semana pasada.

Terrazas en la rambla del Poblenou, la semana pasada.

VÍCTOR VARGAS LLAMAS / BARCELONA

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Hace casi 120 años que Barcelona se anexionó el municipio de Sant Martí de Provençals. Más de un siglo de integración oficial en la ciudad que no siempre se ha traducido en el sentir de sus vecinos. No al menos en el Poblenou. «No hace tanto, cuando la gente se movía a otra zona de la ciudad decía que iba a Barcelona. Era tanta la conciencia de barrio, que no se veían como parte de la urbe», dice David Perramon, presidente del Eix Comercial Poblenou. Esa sensación comenzó a mutar en los años 90 del siglo pasado, con las obras de los Juegos y la transformación urbanística de un barrio humilde, industrial y aislado de la vorágine de la gran ciudad. Tras toda una vida desgajado en la práctica de la capital, el Poblenou se abría al mar, a la gran ciudad y al mundo.

En  las últimas tres décadas se ha consolidado como uno de los destinos más atractivos de Barcelona, con tal éxito que algunas voces denuncian síntomas de que el 'caliu' de barrio puede acabar fagocitado por un modelo de especulación, invasión turística y, en definitiva, usurpación de su identidad. «La gente del Poblenou teme que esta dinámica suponga una pérdida de la esencia del barrio», expone Pere Nieto, miembro de Fem Rambla, entidad que aporta la voz vecinal sobre el futuro del popular pasaje.

La nueva situación de la rambla del Poblenou es justo uno de los «paradigmas» que mejor ilustran ese escenario, explica Albert Martín, miembro de la entidad cívica Flor de Maig. «En tres años ha pasado de ser el espacio de socialización predilecto de los vecinos a verse saturada de terrazas. Es  muy difícil pasear», asegura Martín. La situación tiene mucho que ver con que el otrora barrio fabril es hoy «un espacio de moda» que atrae a visitantes y con ellos a franquicias que alteran el tradicional hábitat comercial. Nuevas condiciones que impulsan un proceso de «sustitución» de propietarios tradicionales de establecimientos de la Rambla «que no pueden soportar la presión de la competencia y se ven obligados a ceder el espacio», expone Martín. Perramon matiza: «La mayoría de locales del barrio son pequeños o medianos, solo en la rambla dan para acoger grandes comercios y allí solo los negocios de restauración son rentables». Por ello considera que el pequeño comercio «no corre peligro».

DEPREDACIÓN

De lo que nadie duda es del reclamo de un entorno con el encanto de un ambiente de barrio, junto al mar y a 10 minutos del centro, que se traduce también en una dinámica de proliferación de hotelesapartamentos turísticos y el desembarco de residentes extranjeros con elevado poder adquisitivo. La consecuencia es la revalorización del espacio y la irrupción de un «incipiente proceso de gentrificación [proceso de regeneración urbanística de barrios humildes o degradados que revaloriza la zona y fuerza la sustitución de los habitantes originales por otros de mayor poder adquisitivo]», destaca Martín. «Cada vez más jóvenes no pueden emanciparse y seguir aquí».

El ayuntamiento también tiene en el punto de mira el desembarco turístico. Lo deja claro Marc Andreu, consejero técnico de Sant Martí, que coincide en una «masificación» hasta ahora desconocida en la rambla que hace necesaria una «regulación». «La gente no lleva bien tanto hotel y piso turístico, el carácter pasajero del visitante, que no aporta nada. Percibe una cierta 'depredación' del barrio, no por los nuevos vecinos, que se integran, sino por los turistas», dice. Andreu destaca que está en trámite la ampliación de la moratoria de nuevas licencias de restauración a los alrededores de la rambla. Y considera que, al margen de la llegada de visitantes, el vecindario «asimila bien» el paulatino proceso de modificación del barrio.

COHESIÓN

El presidente de la asociación de vecinos, Salvador Clarós, habla de un momento «clave» para decidir el futuro del barrio. Marca distancias con los desequilibrios de Ciutat Vella y la Barceloneta, pero admite que «el riesgo existe». Para abortar los peores presagios, aboga por «cohesionar»la dispersa realidad del barrio, «una especie de archipiélago», con zonas transformadas y espacios abandonados, como la calle de Pere IV, el eje en torno al que aboga por articular la transformación definitiva del barrio.

Martín también aprecia el riesgo de pérdida de equilibrio. «Se abandonó el patrimonio de una tradición fabril y así las señas de identidad física del barrio. Y existe el riesgo de perder también su identificación social», aduce. Sostiene que las decisiones venideras serán trascendentales para el futuro modelo de convivencia: blindar el tejido de barrio y conciliarlo con un flujo turístico controlado, o sucumbir a la llegada indiscriminada de visitantes que propicien la gentrificación social y económica. Afirma viene de «la permisividad con la actividad especulativa del gobierno municipal del PSC y el error de CiU de priorizar el rendimiento turístico sobre la demanda vecinal».

Nieto exhibe músculo asociativo al recordar el fracaso de la consulta sobre la rambla que hizo Trias en paralelo a la exitosa iniciativa de las entidades cívicas. Ahí, en el tejido vecinal, radica su esperanza de preservar la esencia del Poblenou: «Si el ayuntamiento no escucha la voz de los vecinos, cualquier proyecto estará condenado al fracaso».