ADIÓS A UN ÁRBOL HISTÓRICO EN SANT MARTÍ
La plaza de la Palmera se queda sin palmera
Enrique Zancajo lee una novela al sol, en una de las gradas de la plaza. Es lunes y son las 11 de la mañana, así que la plaza está tranquila. Levanta la vista un momento de la lectura y la ausencia se le hace presente. "Cuando estaba no la valorábamos. Siempre había estado ahí. Nos damos cuenta de lo que teníamos ahora que la hemos perdido", explica este vecino de la plaza que recibe el nombre del árbol ahora ausente. La plaza de la Palmera, así se llama, se ha quedado sin palmera. "La cortaron la semana pasada", cuenta cerrando el libro. Le interesa más hablar del árbol, del que ya solo queda la base del tronco como testigo, junto al rótulo municipal que recuerda que se trata(ba) de un árbol de interés local. Una palmera canaria que da también nombre la colegio en unos de los laterales, que también ha perdido su símbolo.
"Cuando la cortaron vine con mis nietos a verlo. Ellos se han criado en esta plaza, como mis hijos", prosigue Zancajo. La hicieron trocitos extendida sobre el suelo para llevársela en un camión. "Era tan grande que no podían llevársela entera", recuerda.
Francisco Santiago regenta desde hace 18 años un bar en la plaza, antaño frente a la palmera. "Dicen que es porque estaba enferma y que volverán a plantar una palmera, pero no será la misma, claro", explica el camarero sin dejar la bayeta. Fuentes municipales confirman que estaba "gravemente afectada por el picudo rojo sin opción de ser salvada. Confirman también que cuando llegue el buen tiempo -el tiempo de plantar las palmeras-, se replantará. Otra, claro. La centenaria palmera es ya historia. "La nueva será de una especie no sensible al picudo rojo", concluyen las mismas fuentes.
"Antes había tres palmeras. Arrancaron dos y los vecinos lograron salvar esta. Hasta ahora", apunta Manel García, vecino del lugar desde 1975, quien recuerda la historia de la hasta ahora superviviente.
Además de por la ahora desaparecida palmera, esta plaza de la Verneda es famosa por los muros blancos que la dividen, obra del escultor Richard Serra. Algo -que no son unos simples muros, sino una obra de arte- que muchos desconocen. No es el caso de Santiago y de García, viejos del lugar y conocedores de su historia. "Para entenderla hay que mirarla desde arriba, antes venían turistas y todo a fotografiarla", destacan.
Conocedores o no de su valor artístico, muchos vecinos no acaban de verle la gracia a la escultura, instalada en 1984 (hace mucho, aunque no tanto como la palmera). "Sirven para que los incívicos meen", lamentan los contrarios. "Aunque para pipís, los de los perros. Urge un pipicán para que todos los vecinos del barrio no traigan a sus perros a hacer sus necesidades", concluyen.
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