La pitonisa del Raval

Mayma lleva más de 40 años echando las cartas en La Cuna de Oro, una antigua tienda de ropa para bebés

Mayma, echa las cartas del tarot. Una institución en el barrio.

La pitonisa del Chino confiesa haber echado las cartas a personajes como Pepe Rubianes y Terenci Moix. / periodico

OLGA MERINO / BARCELONA

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Bajando la Rambla, una vez pasado el edificio del Liceu, la primera calle a mano derecha se llama Unió en el primer tramo y luego, sin venir a cuento, cambia el nombre por el de Marquès de Barberà. Pues bien, justo ahí, donde la vía muda el apellido, la protagonista de estas líneas aguarda, el día de la cita, frente al portal de La Cuna de Oro con una escoba en la mano. Pero en contra de lo que pueda parecer, esta señora no se dispone a sobrevolar los tejados en su cabalgadura mágica, sino que se encuentra haciendo algo tan terrenal como barrer su trozo de acera. 

Su nombre es Mayma, este año le caen 75 abriles y lleva más de cuatro décadas echando las cartas. Uno de esos personajes irrepetibles, un espécimen de la fauna entrañable y auténtica que pululaba por el Raval antes de la liofilización, cuando se lo conocía como el barrio chino. Psicóloga por naturaleza, gran conversadora y mejor escuchante, la vidente mezcla el más puro sentido común con un humor socarrón, muy catalán, del estilo de Joan Capri cuando soltaba aquellas perlas filosóficas como “l'amor se'n va, però ella es queda”. 

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Si algún curioso entra en su madriguera a la defensiva, diciendo “yo no creo en nada de todo esto”, ella ni se inmuta. “No presumo de dones sobrenaturales, ni de angelitos, ni de pamplinas -dice-. Yo expongo una serie de opciones para que la persona escoja. El tarot estudia, analiza y aconseja, pero no adivina”.

La pitonisa asegura que las cartas son un espejo, un puente con el interlocutor para que él mismo bucee en sus profundidades y descubra su verdad. “Yo escucho y tiro de la cuerda; comienzan a soltarse y, sin darse cuenta, ellos mismos van encontrando solución a sus malestares”. La gente acude a visitarla porque está sola, porque cada vez se habla y se escucha menos. Ella define su gabinete como de un “confesonario sin penitencia”. Hay quien va al psicólogo; hay quien se hace mechas o charla de fútbol con el barbero.

ARTÍCULOS PARA RECIÉN NACIDOS

Todo comenzó en 1973, cuando la entonces treintañera Mayma alquiló una tienda de artículos para recién nacidos, La Cuna de Oro, en el número 6 de la plaza de la Llana, en el Born que era obrero. Muy intuitiva, había tenido maestros en los secretos de los naipes, como Palmira, su madre espiritual, y Enrique Eskenazi, quien la rebautizó con una sentencia: “En ti cabe más de una María”. María y María; o sea, Mayma.

Llevaba el asunto de las cartas medio en secreto, pero entre patucos, peleles y canesús, fue entrando en confianza con algunos clientes, que le contaban sus cuitas como en una especie de tarot sin tarot. No le entusiasmaba en absoluto vender ropa de bebé, pero sí la conversación, el género humano y su misterio, hasta que un buen día sacó la baraja y se armó. Los baberos acabaron colgados y la tienda convertida en un templo laico por el que han desfilado centenares de personas, unas desconocidas y otras no tanto, como Pepe Rubianes o Terenci Moix. Solo menciona a los muertos. 

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Lo mejor de La Cuna de Oro originaria era la atmósfera. Parecía una caverna con las paredes repletas, de arriba abajo, de fotografías, estampas, promesas escritas y frases espirituales a modo de exvotos que habían dejado las visitas a lo largo de 40 años.

UNA TEMPORADA EN LIMA

Después de una temporada en Lima, adonde su hija se había trasladado a vivir, Mayma regresó hará cosa de un año y medio y reabrió La Cuna de Oro en otro emplazamiento, en el número 9 de la calle Marquès de Barberà. Aún falta la pátina del tiempo, la sedimentación, el abigarramiento de tantos deseos acumulados, pero poco a poco se van solapando los fetiches en el nuevo santuario: mariposas, máscaras, velas, atrapasueños, botones de nácar, una figurita de la Moreneta y, enmarcado, el arcano que simboliza el mundo.

Acude gente hasta del Guinardó, ¿pero qué le preguntan al tarot? Los adultos buscan “complicidad en la derrota”, pero si se han dado de bruces con el fracaso, ha sido porque no se implicaron lo suficiente en sus empeños. ¿Los jóvenes? La luz, una esperanza. “Hay un miedo tremendo al fracaso y al sentimiento: nos da pavor decir te quiero”. 

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Quien vaya buscando rituales raros, se equivoca de puerta. “Todo está aquí dentro, en el coco; si existiera la magia negra, 'ja no quedaria ni Déu'”. ¿Entes del más allá? Ni hablar. “Yo trato con seres de carne y hueso, con sus luces y sus sombras, tan humanos…”. En el fondo, lo de Mayma es el tarot de la puta realidad, la tirada de los naipes de la vida pura y dura.