Phenomena, la puerta del tiempo

Barcelona tuvo extraordinarias salas de cine que mimaban al espectador, con una pantalla con cortinas, como debe ser

Alícia, una de las empleadas del Phenomena, cambia las letras de la marquesina el pasado 26 de febrero.

Alícia, una de las empleadas del Phenomena, cambia las letras de la marquesina el pasado 26 de febrero.

Carles Cols

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Tal vez no conozcan aún El Ministerio del Tiempo, serie de reciente estreno en La 1 que, salvo que se tuerza la cosa, promete ser el Breaking Bad español, no porque sus temáticas sean semejantes, qué va, qué va, sino por espléndida y, en consecuencia, por ser muy recomendable. Si por el contrario ya han visto los dos primeros capítulos, puede que compartan este entusiasmo por la magnética idea que propone esta delicia televisiva, que el secreto mejor guardado de España es la existencia de un gran pozo en el centro de Madrid, inspirado estéticamente sin duda en La Torre de los siete jorobados de Edgar Neville, que a través de una extensa galería de puertas permite ir prácticamente a cualquier época de la siempre tremenda historia de España, desde la caníbal Atapuerca hasta poco antes de ayer, lo cual, según se mire, no es mucho mejor. Lo bueno de la serie es que las aventuras transcurren en momentos de épica o de infortunio, que en España suelen ir de la mano, pero lo que ahora viene al caso es un personaje secundario del ministerio, un funcionario colchonero, del Atleti, que cuando está triste viaja de extranjis al 25 de mayo de 1996, cuando su equipo consumó el doblete de Liga y Copa. Presume de haber visto 40 veces aquel partido en el que marcaron Simeone y Kiko.

En Barcelona no hay nada así. Menuda decepción. Pero en el número 168 de la calle de Sant Antoni Maria Claret hay algo que se le parece. Aleluya. Es la puerta de acceso al Phenomena, un cine, de acuerdo, solo un cine, pero como los de antes en esta ciudad, con doble cortina que cubre la pantalla entre película y película, del que se sale por la puerta principal y no por la de emergencia y, sobre todo, con un vestíbulo que retrotrae a aquellos excepcionales años en los que Antoni Bonamusa trabajó como arquitecto interiorista de las salas de Pedro Balañá.

Nacho Cerdà, director de Phenomena y también director de cine, explica que efectivamente esos fueron los cines de su infancia, los de Bonamusa, de los que lamentablemente solo queda en pie el que menos le embriagaba, el Aribau. «La pantalla también tiene cortinas, como debe ser, pero a mí el que me parecía excepcional era el Urgell», recuerda.

Cuando se viaja se suele ir poco al cine, así que demasiados barceloneses no son conscientes de las extraordinarias salas que hubo en esta ciudad. «Las películas son mejores cuando las condiciones, la teatralidad con la que se exhiben, están a la altura de las circunstancias», cuenta Cerdà en la antesala del Phenomena. Dice que le hubiera gustado darle un aire Bonamusa a la decoración, pero al final se decantó por un toque David Lynch, lo cual no está nada mal, pues hay ahí un onirismo, en los sofás, en las luces, en la alfombra, que facilita al espectador el tránsito de la realidad a la ficción.

Hay que ir al Phenomena. Hace tiempo que se debate sobre la crisis de las salas de cine, que si las descargas ilegales están condenando a esta industria al raquitismo, que si la entrada es cara, que si los estrenos dan pena... A lo mejor es naif, pero tal vez -sostiene Cerdà- todo se reduce a reconciliarse con el espectador, a no sacarle de la sala por la puerta de atrás, a ofrecerle un menú cultural apetitoso y a ser detallista.

Ser Shosanna Dreyfus

Sobre ese último aspecto, el de los detalles, el Phenomena tiene uno que merece no pasar desapercibido. De miércoles a domingo, cada día a la misma hora, allá hacia las nueve y media de la noche, se cambian las letras de la marquesina donde se anuncia la programación. Es ese tipo de marquesina que tantas veces aparece en las películas pero que nunca ha existido en Barcelona. «Fuimos expresamente a buscar esas letras a Estados Unidos», cuenta el director. ¿Un exceso? ¡No! Qué gran placer, por unos instantes, sentirse como Shosanna Dreyfus en lo alto de la escalera, en Malditos bastardos, para anunciar el próximo estreno de Le Gamaar. Quien pudiera...