MÁS ALLÁ DE LA MANTA

"Le pedí a mi tío 10 'bambas', para empezar"

zentauroepp38898666 barcelona 15 06 2017 adjara fall   chica senegalesa que trab170628094455

zentauroepp38898666 barcelona 15 06 2017 adjara fall chica senegalesa que trab170628094455 / periodico

Helena López

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Llegaron a la ciudad en el 2013 y se instalaron en el barrio del Besòs, como tantos otros de su mismo país, Senegal, que habían acabado antes allí. Eran Adjara, su madre, entonces embarazada, y su hermano pequeño, y pagaban 300 euros por una habitación. Un alquiler inasumible que las llevó pronto a buscar techo fuera de Barcelona. "En Terrassa pagamos 250 por un piso entero con dos habitaciones", cuenta Adjara, ahora a punto de cumplir los 19. Entonces contaba 15 años y sabía que tenía que trabajar para mantener a su familia, ya que a su madre el embarazo le impedía hacerlo. "Cada día cogía el tren y me iba a la Barceloneta, a hacer trenzas a las turistas", recuerda.

La vitalidad y alegría que desborda Adjara, pese a la dureza de lo que cuenta, que no es otra cosa que su propia vida, son una lección para la Europa acomodada. Salieron de Senegal cuando tenía 12 años. Antes de llegar a Barcelona, estuvieron viviendo en Turquía, donde antaño había permisividad con la venta ambulante a la que su madre se dedicaba, "hasta que empezaron a no dejar vender". Ese cambio en las políticas turcas las llevó a Barcelona, aprovechando que el hermano pequeño de Adjara tenía la nacionalidad portuguesa.

"Todos los policías de la playa me conocían y yo a ellos. Tenía controlados a todos los secretas. Si yo te digo 'este es secreta', confía en mí", cuenta la joven. Para ellos -para los agentes-, ella era Marina, así era como les decía que se llamaba cada vez que le preguntaban, y tenía 19 años. "Soy alta y no sospechaban que en realidad tenía 15", prosigue la joven, quien cada día cogía el tren a las siete de la mañana, se plantaba en el paseo marítimo y antes de bajar a la arena analizaba la situación. "Si había algún secreta -relata-, no entraba, me esperaba en un banco". Hasta que un día la encontró una policía que la estaba buscando. Le dijo "Marina, te voy a llevar a que te identifiquen". Y así lo hizo.

La trasladaron a una comisaría de la Policía Nacional, donde le dijeron que se quitara el sujetador, que iba a pasar allí la noche. "Entonces les dije '¿Cómo? ¿Yo? Pero si soy menor. ¡Tengo 15 años!' Y se pusieron a correr y a decirle a la urbana que cómo había llevado allí a una menor", recuerda. De allí la llevaron a los Mossos y llamaron a su madre, que llegó de madrugada, tras buscarla por varias comisarías. Las dejaron marcharse y le dijeron a su madre que si la volvían a ver vendiendo le quitarían la custodia.

A los tres días volvió a la playa. "Mi madre no podía trabajar y teníamos que pagar el alquiler más los gastos", argumenta. Una policía la encontró y la acompañó hasta el metro. Esperó allí un rato a que se fuera y volvió a bajar a Joan de Borbó. Y así pasó el verano entero, buscando a italianas y a inglesas en la playa. "Son las que pagan mejor".

"NO ME DIERON LA ESO POR NO TENER PAPELES"

Llegó el otoño, su madre tuvo al bebé y volvió a ser ella la que salía a vender. Entonces vendía collares, también a turistas. Adjara quiso empezar entonces el colegio, pero le faltaba un papel. Lo logró en noviembre, y entró directamente a cuarto de ESO. "Me hicieron unas pruebas de nivel y me pusieron en cuarto", destaca orgullosa. Acabó el curso y, pese al esfuerzo, suspendió dos asignaturas. No dudó en repetir. Quería aprobar y lo haría. Volvió a cursar cuarto y lo aprobó todo; pero no le dieron el título al no tener el permiso de residencia

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"\"No me dejaron hacer\u00a0","text":"\"No me dejaron hacer\u00a0pr\u00e1cticas por no tener papeles. Ese d\u00eda me fui a casa llorando de impotencia\""}}

Tras el disgusto, se apuntó a un curso de comercio que le gustó. Estar de cara al público es lo suyo. Pero no le dejaron hacer prácticas otra vez por los papeles. "Ese día me fui llorando a casa", admite. "No podía trabajar, así que fui a mi tío y le pedí que me diera 'bambas', que me iría a vender", explica. 

"SI VENDES 'BAMBAS' NO VAS A SOÑAR NUNCA"

"No sabía por qué las chicas teníamos que vender collares, así que cogí 10 'bambas' para empezar, pero pesaban demasiado. Cuando vendes 'bambas' y duermes, no vas a soñar nunca”, cuenta. En ese momento, a través del Espacio del Inmigrante, llegó a la Oficina del Plan de Asentamientos Irregulares (OPAI). Sola, con 17 años. Allí iniciaron los trámites para su regularización. La suya y la de su madre, que hoy es una de las socias de la cooperativa tutelada por el ayuntamiento. Gracias a las gestiones de la oficina, la joven trabaja como monitora en un piso tutelado de menores no acompañados. Tiene permiso de trabajo y un contrato de un año que le abre las puertas al perseguido permiso de residencia.  

El primer día en el piso pensó en las vueltas que da la vida. A ella la querían llevar a un centro de menores y ahora ella era la referente en un piso de menores. Está en un piso de chicos, a los que acompaña en todos los sentidos. "Son mis chicos- resume-; yo les entiendo; a veces sus cabezas están muy calientes y les dan ganas de pelear; entonces les digo, chicos, 'please, relax'", concluye.