Disparatado exceso de celo

CRISTINA SAVALL / BARCELONA

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El incidente que sufrió Ricard Galceran cuando un vigilante del parque Güell le dijo que si no era guía oficial "no podía explicar nada" sobre este recinto a los tres conocidos que acompañaba tiene su origen en el creciente intrusismo de guías con o sin carnet en el sector turístico que únicamente cobran propinas al finalizar el recorrido por el parque. Y que piden a sus clientes que en caso de que un guardia pregunte sobre su identidad, respondan que son "amigos" suyos, que no están con un desconocido acabado de contratar.

"Si se trata de un grupo de amigos o de familiares pueden explicar lo que quieran. ¡Solo faltaría! Pero cada vez tenemos más presión por parte de guías oficiales que denuncian a personas que llevan a cabo visitas comentadas de unas dos horas y media de duración sin tarifas fijadas, en las que piden la voluntad al acabar el recorrido", señala un portavoz de Turisme de la Generalitat, que lamenta el malententido que sufrió Galceran por "un exceso de celo".

En su caso, no hubo ninguna tasación económica, solo la buena voluntad de llevar de paseo a dos vecinos y a su madre venezolana. Pero la crispación de los guías oficiales que tienen que pagar impuestos por ser autónomos se sustenta en la ley de turismo de Catalunya, que en su artículo 65 especifica que su actividad es "de libre prestación a excepción de los museos inscritos en el registro de la Generalitat y del interior de monumentos declarados bien cultural de interés nacional (BCIN)". Y el parque Güell pertenece a esta última categoría, al igual que el Palau de la Música Catalana, la Casa Amatller, el castillo de Montjuïc y el recinto modernista del Hospital de la Santa Creu i de Sant Pau, entre un largo listado.

Así, los guías que operen dentro de esta obra de Antoni Gaudí deben disponer de la habilitación correspondiente, otorgada y reconocida per la Generalitat. "Cada vez es más complicada la restricción de los espacios. El objetivo del carnet de guía turístico es controlar la calidad de las visitas contratadas, pero eso no debe afectar a personas que acompañan a amigos o a familiares", señala Turisme.

Indignación

Eso es justo lo que pasó. Galceran terminó marchándose indignado del parque con sus vecinos. Pero todavía se sintió más molesto cuando recibió la respuesta del Servicio de Atención al Visitante del parque Güell a la queja que presentó. En un correo electrónico le indicaron que el Ayuntamiento de Barcelona tiene la obligación de hacer cumplir "el real decreto 5/1998 de la Generalitat de Catalunya", que precisa, según el parque Güell, que en los espacios catalogados como BCIN "únicamente los guías oficiales de la Generalitat con su correspondiente acreditación pueden dar explicaciones de manera abierta a sus clientes o acompañantes".

Lo de real decreto, de entrada, es falso, ya que se trata de un tipo de norma jurídica que emana del poder ejecutivo en virtud de las competencias prescritas en la Constitución, lo que solo puede partir del Gobierno español. No obstante, lo que dejó boquiabierto a Galceran fue el uso de la palabra "acompañante". Desde Cultura de la Generalitat y desde el ayuntamiento consideran que la respuesta del parque no fue acertada. "Un padre puede acompañar a sus hijos a un museo o recinto y decir lo que quiera. Igual en caso de amigos o conocidos", especifica un portavoz de Cultura, que recuerda que a raíz de la directiva europea, la actividad de guía quedó liberalizada y para ejercerla en mitad de la calle delante de un monumento "ya no es obligatorio estar acreditado", aunque sí pagar los impuestos.

Por ello, los guías oficiales protegen su exclusividad en ciertos lugares. "La tendencia europea es liberalizar espacios y facilitar que guías de otros países o autonomías puedan tener acceso".

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