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El paro conjunto de metro y bus propició el caos en 1989 y 1994

Un vagón abarrotado durante los servicios mínimos de la huelga de metro de 1994.

Un vagón abarrotado durante los servicios mínimos de la huelga de metro de 1994.

EL PERIÓDICO
BARCELONA

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Las huelgas al alimón de trabajadores del metro y del bus no han sido, para fortuna de los usuarios del transporte público, muy habituales. Ni son iguales las condiciones laborales de uno y otro colectivo, ni lo son tampoco las estructuras sindicales que están detrás de ellos. De hecho, ni siquiera han llegado realmente a coordinarse en aquellas sonadas fechas en las que la ciudad se ha quedado sin más servicio público que el del taxi. No obstante, cuando han coincidido, el efecto ha sido devastador. Hay dos precedentes especialmente claros: mayo de 1989 y marzo de 1994.

No han sido esas las única huelgas conjuntas del bus y el metro. Ha habido más, pero parcialmente fallidas. En mayo de 1986 los trabajadores del metro anunciaron que paralizarían las líneas durante las horas punta, pero al final el seguimiento fue muy menor. En el 2002 y en el 2005 hubo amagos de huelga coordinada, pero se quedaron en eso, en amagos. Vistos los antecedentes, puede deducirse que hay un antes y un después del paro del transporte del 24 y el 25 de marzo de 1994. Las relaciones entre los empleados y la empresa se deterioraron hasta extremos sin precedentes. Fue entonces cuando por primera vez la dirección de Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB) amenazó con «privatizar» parte del servicio en superficie, pues si bien el clima era insano en general, en concreto con los sindicatos del bus parecía haber cruzado el umbral del punto sin retorno. Aquella amenaza, en cierto modo, se ejecutó de forma indirecta, pues buena parte del servicio que coordina TMB en el área metropolitana lo prestan empresas privadas en régimen de concesión. Según se mire, TMB ha evitado desde entonces hacer más grande la pelota.

Desde marzo de 1994, los caminos de los trabajadores del bus y del metro han divergido. El suburbano, salvo por protestas instigadas por la CGT que apenas han tenido eco, ha sido un remanso de paz. En superficie, por el contrario, los paros han sido frecuentes y, a veces, casi por sorpresa. Tampoco han sido inusuales los episodios en los que la heterogénea amalgama de sindicatos del bus se ha visto superada por los trabajadores en las asambleas.

VÍSPERAS DE SEMANA SANTA / Los mayores damnificados, eso sí, han sido siempre los usuarios. En 1989, la opción de sacar provecho del colapso que se cernía sobre la ciudad no fue desaprovechado por los trabajadores de Renfe, que sopesaron sumarse al paro. No fue así al final, pero ello no evitó que los accesos a Barcelona y el tránsito por sus calles fuera realmente muy penoso para los conductores. En 1994, las dos jornadas de huelga coincidían en vísperas de la operación salida de Semana Santa. Los taxistas fueron, sin esperarlo, los grandes beneficiarios de aquellas protestas. Hicieron muchas más carreras de las habituales, pero a una velocidad media muy lenta.