A este paso, paridad real en el 2059

Casi la mitad de los catalanes de los catalanes tienen alcaldesa, pero en porcentaje de municipis se demuestra aún que los partidos son testosterónicos

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CARLES COLS / BARCELONA

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Primero, una ducha escocesa. Casi la mitad de los catalanes, un 46,93%, tiene alcaldesa. La cifra, claro, viene muy condicionada por el peso de Barcelona, L’Hospitalet, Badalona, Santa Coloma… Ahora, el agua fría. Del total de alcaldes de Catalunya, solo un 19,20% son mujeres. La cifra, si de alcanzar la paridad se trata, ha crecido desde el 2003 con paso perezoso. Ha necesitado tres elecciones para aumentar 9,2 puntos. Con esta progresión (cuidado, que el agua viene ahora helada) Catalunya alcanzará el equilibrio en esta balanza (alcaldes versus alcaldesas) en las elecciones municipales del año 2059.

Probablemente no será entonces, sino antes. La historia no es una ciencia matemática. Lo indiscutible es que las elecciones municipales del 2015 supusieron, porcentajes al margen, un punto de inflexión. Ada Colau relevó a Xavier Trias. Dolors Sabater, a Xavier García Albiol. En Santa Coloma de Gramenet y en Sant Cugat del Vallès, el relevo de señores con corbata, Bartomeu Muñoz y Lluis Recoder, por una mujeres de presencia más cercana, Núria Parlon y Mercè Conesa, se produjo antes, pero se refrendó de nuevo en el 2015. En algunos casos el cambio de alcalde a alcaldesa vino de la mano de un brusco movimiento en la carga política del buque. Así fue en Barcelona. En otros, los votantes no cambiaron de papeleta. El cambio era de formas y estilos. Merece la pena poner la lupa sobre uno de esos casos, Gavà, para sacar así unas primeras conclusiones.

EL DESPACHO DEL MACHO ALFA

Raquel Sánchez heredó de Joaquim Balsera uno de los despachos de alcaldía más grandes del área metropolitana. En el mercado inmobiliario hay pisos más pequeños. Buenas maderas, un buen sofá, butacas… Sánchez sopesó instalarse en su antiguo despacho de concejala. Las mujeres ya son alcaldesas de las grandes ciudades, sí, pero hay detalles que delatan que la vida municipal ha sido desde siempre territorio de macho alfa. El despacho es uno de esos detalles.

    

Sabater, alcaldesa de Badalona, fue antes dirigente vecinal. Ahora, la perspectiva del cargo le ofrece unas vistas inéditas sobre la realidad. Parte de su agenda la ocupan reuniones con los movimientos vecinales. En la vida asociativa las mujeres son tanto o más activas que los hombres, explica, pero las cúpulas, los presidentes de las asociaciones y sus acompañantes más fieles, suelen ser aún cargos masculinos. A las mujeres se las relega ahí, en esa estructuras, a una función de apoyo, del mismo modo que los alcaldes con mujeres en su equipo de gobierno se han delatado cuando a ellas les han asignado carteras supuestamente femeninas. Asuntos sociales o educación, pone como ejemplo Núria Marin, alcaldesa de L’Hospitalet. Ha habido excepciones, efectivamente, buenas tenientes de alcalde economía o seguridad, pero la paridad ha sido estos últimos años un artefacto extraño. En cierto modo, se ha reproducido en la gestión municipal el desequilibrio de aquellas familias en las que padre y madre trabajan, pero en las que la espalda que lleva la mochila de ciertas tareas es la de ella.

    ¿Por qué si las listas electorales se construyen como una cremallera hay más alcaldes que alcaldesas? Es por culpa del artefacto extraño. El alcalde suele ser el cabeza de lista, ergo… Los partidos políticos españoles son aún muy testosterónicos. A la espera de que el PSOE resuelva su crisis de identidad, sus máximos dirigentes son hombres. Eso en una sociedad que, resultados electorales en mano, ya no penaliza el género a la hora de votar. Al contrario. Un 46,93% de los catalanes están gobernados por mujeres pese a que las candidaturas son aún marcadamente masculinas. Esta es una penúltima conclusión. 

  La última, a modo de epílogo, la exponen tres de las alacadesas (Marín, Sabater y Sánchez), que dicen qus sus concejales se han feminizado, no porque hayan cambiado el fondo de armario, evidentemente, sino porque gestionan sus áreas de un modo distinto.