BARCELONEANDO

Una rusa cubista en el Putxet

La artista Olga Sacharoff echó raíces en Barcelona donde se instaló definitivamente en 1940 y murió en 1967

Olga Sacharoff

Olga Sacharoff / ARCHIVO PARTICULAR

Natàla Farré

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En el Putxet, en la calle de Manacor, 3, sigue en pie un palacete de los de antaño. Una de esas residencias que la burguesía barcelonesa se hizo construir a finales del siglo XIX como torre de veraneo. Hasta aquí nada especial. El edificio, de elegancia clasicista, tiene gracia, pero el jardín, selvático, con terrazas y escaleras que llegan hasta la mismísima cima del 'turó' que da nombre al barrio, es espectacular. Y aquí llega lo que hace singular a tan señorial caserón: El vergel enamoró a Olga Sacharoff una de sus inquilinas más célebres.

Ahí residió desde 1935 hasta 1950 esta dama rusa de alta alcurnia relacionada con los zares que se dedicó, con éxito, a la vanguardia artística en el París de entreguerras. Una delicada mujer de ojos azules y exquisita educación amiga de Picasso, Modigliani y Van Dongen que acabó viviendo y muriendo en Barcelona. Y donde puso un poco de color al gris panorama artístico de la posguerra. La próxima semana una placa dará razón de ello. Es uno de los muchos actos del Any Sacharoff, el programa dedicado a recordar su figura y que tiene su punto álgido en la exposición que el Museu d’Art de Girona le dedicará a partir del sábado.

Sacharoff (1881-1967) fue un personaje importante. Expuso en todos los salones de París habidos y por haber. Y lo hizo con éxito. Era conocida y reconocida. "Hay centenares y centenares de artículos elogiosos sobre su obra en todo el mundo durante las décadas de los 20 a los 40", explica Elina Norandi, comisaria del año dedicado a la artista y estudiosa de su obra. Cuenta en su haber con una tesina, un libro, una tesis y un catálogo razonado a ella dedicados. "Es casi como mi abuela", asegura.

Lo suyo fue el cubismo sintético que luego evolucionó a un cierto primitivismo. Y lo suyo fue, también, un cierto olvido. "Les pasó a muchos artistas que destacaron con las vanguardias pero después de la segunda guerra mundial quedaron perdidos". Sacharoff tuvo la suerte de instalarse en Barcelona donde siguió exponiendo y cosechando fortuna artística. Y cuando la fortuna económica le fue esquiva pudo resarcirse pintando a toda la burguesía barcelonesa. Se pegaban por un retrato suyo.  

Gran anfitriona

Su primer encuentro con la ciudad fue en 1914 cuando arribo con su marido, Otho Lloyd, huyendo de la primera guerra mundial. No eran los únicos exiliados de peso. Aquí coincidieron con otros artistas que escogieron Barcelona para refugiarse: Picabia, Lurencian, Gleizes, Metzinger, Charchoune y el guapo y carismático Arthur Cravan. Y con ellos se relacionaron. Entonces no hubo contacto con la vanguardia catalana. Sí con la vida más ociosa. Billar y ajedrez en el Café Novedades. Y combates de boxeo. Mítico fue el de Cravan versus Jack Johnson, campeón de los pesos pesados, en 1916 en la Monumental. Su integración cultural en Barcelona llegó con su instalación definitiva. Un primer intento en 1935, y una residencia definitiva después de la guerra civil.

La pregunta es obligada, ¿cómo una mujer tan cosmopolita como ella se conformó con vivir bajo una dictadura? "Era una rusa expatriada que hacía décadas que no veía a su familia. De hecho, jamás volvió a verla. Aquí con toda esta gente pudo echar raíces y aunque nunca tuvo la nacionalidad, amaba a Catalunya y a Barcelona", reflexiona Norandi. ¿Qué gente? Artistas, músicos e intelectuales de la época, como Eduard Toldrà, Josep y Frederic Mompou, Francesc Costa, Antoni Vila Arrufat, Josep Amat, Gabriel Amat, Rafael Benet, Josep Puigdengolas, Antoni Mataró, Maria Llimona, Enric Monjo, Laura Albéniz, Ángeles Santos...

Muchos, miembros de la tertulia La Colla que el coleccionista Francesc Pérez de Oleguer acogía en su casa. Y muchos asiduos de la torre del Putxet. Sacharoff era una gran anfitriona y cocinera, y su era jardín el lugar perfecto para celebrar desde obras de teatro hasta paellas, amén de tomar té a la manera rusa, con el samovar como protagonista.