La nueva norma obligará a variar la mayoría de las 4.228 terrazas de BCN

son un imán para el sediento, para el fumador irredimible, para el ocioso, para las charlas distendidas de verano y hasta para cerrar negocios. Las terrazas de bares y restaurantes son intrínsecas al paisaje mediterráneo de Barcelona, pero la ley antitabaco y la crisis han propiciado una eclosión récord: en solo dos años su presencia en las calles de la ciudad casi se ha doblado, hasta alcanzar las 4.228. Un volumen lo bastante contudente como para aplicar una normativa que ordene semejante selva urbana de veladores, donde conviven estructuras y toldos ilegales, jardineras sin regular, excesos de ocupación de la vía pública y, sobre todo, un maremágnum de 17 normas distintas en función de cada distrito. El borrador que ultima el ayuntamiento parte de la uniformidad estética, horaria y funcional, a la que habrá que agregar muchas excepciones. La receta, no obstante, implica alterar la mayoría de la oferta actual a partir del próximo año.

La ley antitabaco, en el 2011, espoleó a cientos de empresarios a frenar la fuga de clientes de los locales de pública concurrencia sin humos. La opción era clara, o se habilitaba una zona apta para fumar o el negocio se iba al garete en muchos casos. Tras una primera avalancha de peticiones, en verano del año pasado las terrazas ya fueron 3.882, una cifra que aún se ha incrementado el 9% en el último año. Los récords turísticos de la ciudad, cuyos visitantes se pirran por tomar algo al aire libre, y la caída general del consumo, con clientela local que solo sucumbe al gasto si se la estimula debidamente, han hecho el resto. Sin olvidar la proliferación de locales de degustación y hornos con terraza incluida.

Como avanzó este diario el año pasado, el nuevo equipo de gobierno de CiU decidió tomar cartas en el asunto y ordenar una fuente de negocio importante para la economía local pero que pone en jaque la convivencia cuando alcanza la omnipresencia la vía pública. La concejala Sònia Recasens destaca que era esencial también acabar con las desigualdades y discrepancias entre distritos, así como regular la estética desde una visión más global de ciudad. Todo ello, sin cortar las alas a los empresarios que tratan de rentabilizar al máximo sus negocios.

EXCEPCIONES / El borrador presentado ayer tiene como líneas maestras la prohibición de instalaciones con cierres estables (lo que da al traste con muchas estructuras instaladas para preservar los veladores del frío), la delimitación de distancias mínimas uniformes respecto a elementos urbanos y edificios (que deberán ser al menos el 50% del ancho de la acera), la autorización de nuevos módulos más pequeños (con mesas para dos de solo 80 centímetros de ancho y dos sillas) y la obligatoriedad de separar los veladores de las fachadas. También fija la medianoche (de domingo a jueves) y la una de la madrugada (fines de semana y vísperas de festivo) como horas de cierre.

El texto está trufado de excepciones (todavía por desarrollar) para zonas turísticas e históricas, lo que ayer provocó las quejas de la concejala Assumpta Escarp (PSC), que también lamentó la anarquía que ha reinado en los últimos meses en la ciudad, a la espera de la redacción de las nuevas reglas del juego.

La ordenanza que se aprobará el segundo semestre del 2013 establecerá el color crudo como norma general para los parasoles (de quita y pon), el acero para mesas y sillas, las mamparas plegables (y solo por dos lados), estas y las jardineras, de 1,40 metros como máximo, la limitación de una pizarra o cartel y otros elementos. El mobiliario se tendrá que cambiar antes de enero del 2014, y antes del 2016 todo deberá estar en orden.

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