Nueva oferta turística
El negocio está en casa
Crecen las propuestas para que el viajero se zambulla en la BCN cotidiana, del alojamiento casero a las rutas personalizadas El turismo integrador recompensa el bolsillo del barcelonés
Se dice que la crisis marcó un punto de inflexión en la relación de amor-odio que Barcelona y los turistas han vivido en la última década. Con el paulatino boom posolímpico arreciaron las críticas a aquella supuesta invasión que teñía de melenas rubias y rostros asiáticos el paisaje del centro de Barcelona. Pero tras la burbuja inmobiliaria, solo el tirón internacional de la capital catalana se mantenía inmune a las salpicaduras de la crisis. Así que no es de extrañar que hace un par de años los barceloneses ya corroboraran en una encuesta que aquel desembarco foráneo beneficiaba (95,8% a favor) a la ciudad y le aportaba riqueza. Una riqueza o provecho que se contagia ahora a los más variados niveles.
El bando crítico ha seguido argumentando que el estallido turístico solo enriquece a hoteleros y a restauradores y comerciantes del centro. Pero la realidad es que, de forma espontánea, los tentáculos del fenómeno alcanzan cada vez más a las economías domésticas. En su contra hay que decir que, muchas veces, por la vía del dinero negro. En su favor, como colchón de ingresos extras para muchos barceloneses avispados que han querido participar del negocio. «Estaba en el paro y ahora hago algo que me llena, tengo un buen sueldo y elijo mis propios horarios gracias al turismo», explica Manuel L., que organiza rutas personalizadas para viajeros que quieren descubrir la ciudad de forma más auténtica.
Pero la versión más manifiesta del asunto la brindan los pisos de uso turístico. Desde el año 2000 fueron incorporándose, primero con discreción y ahora con contundencia, a la oferta de alojamiento local. En el último recuento municipal la oferta legal ya sobrepasaba los 7.000, a los que hay que sumar varios miles fuera de control en el distrito de Ciutat Vella. Un negocio inicialmente tan rentable que ha generado un afán inversor inusitado incluso entre barceloneses de a pie, con ganas de meter el dedo en el pastel. El ayuntamiento observa el fenómeno con cierta tolerancia, mientras promueve la regularización de la oferta y trata de evitar con mediaciones que la convivencia entre vecinos y recién llegados produzca llagas.
Sí está prohibida la otra versión no legalizable, las habitaciones domésticas por días, lo que no impide que cientos de barceloneses las anuncien desde a 12 euros por persona en portales especializados. Más de 2.000 webs que el Govern inspecciona para evitar que alimenten la red de ofertas ilegales, ante las quejas de intrusismo por parte del gremio hotelero.
Además de guías personalizados y de taxis alternativos o piratas, la gastronomía es nueva fuente de ingresos, pero con un componente más hedonista y social.
Y cómo no, internet es la herramienta sine qua non para la eclosión del fenómeno. No faltan los portales más completos para integrar al turista en la Barcelona «real», como el variado trip4real.com, donde particulares anuncian sus propuestas para el viajero, que van de la cocina al deporte o la cultura, a un precio módico y con un enfoque singular.
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