EL ARTE CALLEJERO EN BARCELONA

Muros libres en la ciudad del civismo

Un proyecto media entre ayuntamiento y grafiteros para encontrar paredes donde pintar de forma legal y coordinada

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HELENA LÓPEZ / BARCELONA

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Decir que Barcelona es la ciudad de las contradicciones es como decir que el fútbol son 11 contra 11, de acuerdo. Pero en el caso del grafiti, esa contradicción es tan flagrante que es imposible no ponerla en el centro del relato cuando se habla de arte callejero en la ciudad. Mientras la capital catalana es una meca del grafiti -aquí se inventaron los espráis especiales para el grafiti-, dispone de una de las normativas más estrictas contra el mismo. La 'ley seca' rubricada con la controvertida ordenanza de civismo del 2005 sigue vigente. En esta encorsetada década, no solo se ha seguido pintando al margen de la ley, sino que se han abierto múltiples -y coloridas- ventanas legales para los artistas callejeros.

Marc García, director de Rebobinart, es uno de los responsables de esa apertura. Primero con el aplaudido proyecto 'Persianes Lliures', proyecto que se vieron obligados a trasladar a Madrid y a Valencia -ciudades donde esta actividad no está regulada- después de que les frieran a multas en su ciudad.

En ese contexto, desde Rebobinart empezaron a hacer acciones de carácter social como ir a pintar en cárceles o al hospital de Sant Boi y comenzaron a impulsar proyectos de participación ciudadana. "Si consigues implicar al vecindario en la obra, la siente suya", explica García. A partir de esta premisa crearon los Murs Lliures, portal de gestión de espacios públicos en el que los artistas solicitan permisos para pintar muros de forma legal. Proyecto que fue premiado cuando era solo eso, un proyecto, por la manera en la que unía tecnología -esos permisos se pueden gestionar a través de una 'app'- con arte urbano. El domingo disponían de nueve muros -siete en Barcelona- que sumaban un kilómetro y medio de pared, 5.000 metros cuadrados, en los que se pinta seis veces al día. 

No es sobrero subrayar que esto era el domingo. Este lunes han derribado uno los muros, el Glòries Wall, afectado por la transformación urbanística de la zona. Sin aviso previo a los gestores. Ahora son ocho muros libres, pues. Seis en Barcelona. 

Pese a representativos contratiempos como el derribo de este lunes, el proyecto es un éxito. Tienen cerca de 2.300 artistas registrados y en septiembre se internacionalizará. Se presentarán muros en varias ciudades del mundo, algo que servirá de escaparate mundial para los artistas. Todos los grafiteros están 'fichados' en la web, en la que se puede consultar su perfil y su obra.   

SOLO UN 4% DE MUJERES

Entre los muchos asuntos pendientes, acabar con la abrumadora hegemonía masculina: solo el 4% de los inscritos son mujeres. También urge un remedio a la tremenda lentitud burocrática. Tienen 15 muros a punto pero parados, pendientes del visto bueno municipal para su 'liberación'.

Otro debate interno en el submundo del arte callejero es el del 'intrusismo' -muchos de los que pintan en estos muros no vienen de la calle, sino que aprovechan la oportunidad de tener un escaparate abierto para exponer una obra que no logran colocar en las galerías-. También está el dilema de renunciar o no a la adrenalina. Un grafiti, en esencia, es una pintada que se hace donde no se puede hacer (lo de los muros libres no es grafiti, es 'street art'). 

CUATRO MILLONES EN LIMPIEZA

Fuentes municipales aseguran que el año pasado la inversión en borrar grafitis fue de casi cuatro millones de euros, con una media de 34 equipos de limpieza especializados que borraron 492.270 metros cuadrados de pintadas. "En Barcelona se gastan cuatro millones de euros al año en limpiar paredes mientras en Lisboa invierten nueve millones en crear obra", concluye el director de Rebobinart, convencido de que la 'liberación' de más muros formaría parte de la solución.