HOTEL MONTECARLO

Mucho más que un 4 estrellas

Vestíbulo del Hotel Montecarlo, en el 124 de la Rambla, el pasado viernes.

Vestíbulo del Hotel Montecarlo, en el 124 de la Rambla, el pasado viernes.

TEXTOS: PATRICIA CASTÁN

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Ser memorable en la mente de un viajero no es cuestión de estrellas, sino de buenos momentos. Y a la vista de las críticas (todas panegíricos) que los usuarios regalan al Hotel Montecarlo, queda claro que el establecimiento es mucho más que un cuatro estrellas.

Su aire clásico y su ubicación, rodeado de otros muchos hoteles, hacen que posiblemente pase desapercibido para el público local. El hotel data de los años 40, pero mantiene un salón noble con mucha más solera, de cuando el edificio se dedicó a otros usos. El resto se ha ido actualizando al son de los tiempos, con gusto y discreción. Y con una particularidad, cuando otros recortan espacio para ganar en número de habitaciones, en el Montecarlo hace un par de décadas que hicieron lo contrario, hasta alcanzar las 50 con que cuenta hoy en día, de un tamaño que pasma -y encanta- al cliente. Lo que ellos llaman con modestia dobledeluxe, sería una suite en muchos otros hoteles, e incluye ducha y jacuzzi en sus enormes baños. La generosidad está presente tanto en las habitaciones clásicas como en algunas más vanguardistas.

Pero más allá del asunto estético lo que encarama al Montecarlo como favorito de muchos es «el trato», confiesa su director desde hace 18 años, Carles Sánchez-Azor. Este profesional, que rehuye la publicidad y solo cree en el trabajo cuerpo a cuerpo, destaca que su hotel no tiene ni terraza para tomar copas (solario sí), ni piscina, ni restaurante, ni spa. Y aún con estas carencias, el huésped sale encantado de la vida. Tal vez sea porque se le cuida «sin agobiar», durante toda la estancia, se le pregunta cómo ha dormido, qué le falta, cómo lo ha pasado en la ciudad... Y, sobre todo, se evitan los grupos, se limita el volumen de niños y se vela para que el sosiego siempre prevalezca.