COHABITACIÓN EN LA VÍA PÚBLICA

Malos hábitos en las calzadas de Barcelona

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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La convivencia en las calzadas de Barcelona es, aunque las cifras de accidentalidad digan otra cosa, mucho más llevadera que en las aceras, donde el peatón y la bicicleta mantienen un pulso constante agravado por la eclosión de las terrazas y la irrupción de patinetes y otros chismes eléctricos. En el asfalto la cosa está entre el coche y la moto, con el taxi, la furgoneta de reparto y los autobuses como actores secundarios. Y ocasionalmente también los ciclistas. Esa aparente cohabitación se explica por la adquisición de hábitos tiznados de infracción, por el entente no escrito entre ciudadanos que usan uno u otro medio de transporte motorizado. 

No era así en los años 80 y los 90, con el 'boom' de las 'scooters' en Barcelona, con la aparición de la mítica Honda Scoopy 75, de la que hoy todavía quedan un buen número de ejemplares por las calles. El conductor tuvo que desarrollar un sexto sentido para prever que el motorista, como sigue haciendo hoy, y ahí la virtud del vehículo, pueda aparecer por cualquier lado, en cualquier momento. De puerta a puerta, ágil y rápido; una máquina ideal para una ciudad mediterránea, de grandes avenidas y permisividad a la hora de aparcar en las aceras, aunque sea de manera incorrecta. 

PREVISIÓN Y PICARDÍA

Del mismo modo que muchos peatones han tenido una mala experiencia con una bici en las aceras, muchos ciudadanos conocen a alguien que ha sufrido un accidente de moto. En esto, el jefe de la unidad de Accidentes de la Guardia Urbana, Manuel Haro, siempre lo ha tenido muy claro: "Los motoristas se dividen entre los que se han caído y los que se van a caer". Porque eso es así, el conductor, aunque sigue quejándose de la revoltosa moto, maniobra a sabiendas de la picardía de las dos ruedas, mirando constantemente por el retrovisor antes de realizar un cambio de carril, no fuera a avanzarse un motorista. Especialmente estresante es la hora de salir del trabajo, con hordas de motos intentando no perderse el baño del niño.

Adrià Gomila, director de Movilidad del Ayuntamiento de Barcelona, admite que existe "cierta aceptación cuando la moto infringe las normas", pero recuerda a los motoristas que en un accidente, sea la culpa suya o no, "ellos son los que se van a hacer daño", lo que, a su modo de ver, "debería ser razón suficiente para hacerles reflexionar". "En el fondo no se trata solo de respetar la ordenanza, sino de generar un entorno de seguridad", estima este técnico municipal. Haro no es partidario de dividir entre colectivos "porque todos podemos ser simultáneamente conductores, peatones, ciclistas o motoristas". Por eso prefiere hablar de personas, y a ellas se dirige: "Hay que actuar como ciudadanos, siempre teniendo en cuenta que hay que respetar al más débil; es así de fácil".

EL EMPUJÓN DE LA MULTA

Actuar como ciudadanos. Y si no se consigue, siempre puede echar una mano la policía. El año pasado, la Urbana impuso 141.710 multas a coches por exceso de velocidad, casi 400 diarias. En el caso de las motos, fueron 18.374 las que iban demasiado deprisa. Otras 6.159 fueron sancionadas por cruzar en rojo y 1.507, por usar el carril bus-taxi. El yugo de la Urbana es una herramienta más para intentar combatir la accidentalidad, esos 9.095 sinestros con víctimas registrados durante el 2015 en los que perdieron la vida 27 personas, 17 de ellas motoristas, y 199 resultaron heridas graves, una cifra que supone un 21% menos que en el 2014. 

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Sobre las motos, Lluís Puerto, mánager técnico de la Fundació RACC, advierte de que las motos corren más ahora que antes, entre otras cosas, porque los modelos son mucho más potentes que las primeros 'scooters' que empezaron a circular por Barcelona, pocos años después de que el uso del casco fuera obligatorio, en agosto de 1982. Este experto en seguridad vial no es partidario de intensificar la labor de la Urbana. "Todo lo que sea a base de castigos genera situaciones exageradas. Se trata de ir construyendo una cultura". Usan el carril contrario o el vial ciclista para llegar al semáforo, utilizan el intermitente muy de vez en cuando, circulan por encima de la acera (2.567 multas el año pasado) y salen antes del verde. 

El consistorio creó en el 2009 las zonas avanzadas de moto (ZAM) para que los motoristas no invadieran el paso de peatones tras alcanzar la cabeza de parrilla a base de zigzaguear entre los coches. También para que pudieran arrancar con más seguridad al poder ver y ser vistas. Poco después, en los cruces con más siniestralidad, el rojo de ambas calles se amplió de tres a seis segundos con el objetivo de evitar que el se salta una señal se encuentre con el que sale antes por el otro lado. Son maneras de evitar que el incívico se mate.

Uno de los problemas que el RACC considera hoy más acuciantes para la seguridad vial es el uso de móviles durante la conducción. Es ya la primera causa de accidentalidad en España. En la capital catalana es habitual encontrar conductores con el teléfono en la oreja, motoristas con el aparato dentro del casco y ciclistas con auriculares o también hablando por el móvil. Lo mismo sucede con los peatones que cruzan sin mirar, despistados con el dispositivo.

TAXIS Y REPARTIDORES

Los taxis y los autobuses son los que menos palabras bonitas tienen para las motos por la constante invasión de su carril reservado. Hay ciudades en las que el motorista sí puede circular por el corredor destinado al transporte público, pero eso es algo que en Barcelona está descartado por la inquietante estrechez de un carril que en ocasiones obliga a los vehículos de TMB a meter media rueda en el terreno de los conductores privados. En los últimos tiempos, además, muchos cruces disponen de semáforo para bus y taxi prioritario. Muchas motos -y también coches- desconocen esta señal y se colocan en su vial, lo que evita que el bus salga antes y pueda combatir esa media de circulación de 12 raquíticos kilómetros por hora. 

Por último, y no por ello menos importante, las furgonetas de reparto. En el 2010, la carga y descarga disponía de 12.003 plazas, y en el 2014, de 10.631, un 10,3% menos. Así, es muy habitual encontrarse con que el reparto se realiza dentro de un carril de circulación, el carril bus o el vial ciclista, justo enfrente del comercio o empresa que espera la mercancía. Y pobre del que le diga algo al transportista. Es otro de los malos hábitos de la calzada.