SUS RINCONES DE CATALUNYA / MOLL DELS PESCADORS

Pescadores de ciudad

Lo que queda al margen entre el Aquàrium y la playa de Sant Sebastià es una de las arterias de la Barcelona que vivía, y aún vive, del mar

Unos pescadores descargan el género en el Moll dels Pescadors.

Unos pescadores descargan el género en el Moll dels Pescadors. / FIRMA DE FOTO

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JANIRA GÓMEZ MUÑOZ / BARCELONA

Entre los más de siete millones de turistas anuales que visitan Barcelona cada año, al menos uno debe de haberse fijado, ¿no? Quizá desde la tumbona de su crucero o quizá desde el paseo del Maremàgnum. Debe de haberse fijado, sí, porque esa torre con un reloj es alta y vistosa, y está emplazada en las aguas del Port Vell, en plena apertura al mar. Cuando uno está de vacaciones, además, su sentido de la localización de monumentos es a priori mucho más afinado, en comparación al de los que pueden disfrutar de la ciudad el resto del año pero no lo hacen por falta de tiempo para la contemplación. Lógico, ¿no? Lógico, a pesar de que esta Torre del Rellotge, el primer faro del puerto que tuvo Barcelona, lleva desde 1772 representando ahí la función que se desarrolla cada día ante sus pies y que queda oculta para todas las miradas.

Lo que queda al margen entre el Aquàrium y la playa de Sant Sebastià en una de las arterias de la Barceloneta, es el ambiente marinero del Moll dels Pescadors. El muelle pesquero más próximo a la actividad urbana y a una estación de metro, donde de lunes a viernes -el horario laboral del mar- llega el pescado que se descarga, se pesa, se subasta y se come sin pausa y sin que nos percatemos. Son pocos los que conocen el Moll y saben, por el boca a boca, por un secreto de familia, como es el caso de Alberto Serrano, que pueden traspasar la barrera del muelle y permanecer la mañana o la tarde admirando este pequeño puerto en el que están amarrados una cuarentena de barcos pesqueros.

Para los que faenan aquí debe de ser rutinario salir del muelle con una bolsa o cubo de plástico lleno de boquerones y coger el autobús así como quien lleva una caja de herramientas. Pero para el que llega nuevo y camina entre riachuelos de agua salada, este rincón de pesca, que es el favorito de Alberto y que antes lo era de suegro Francisco Arjona, es una alabanza a lo natural. Por las mañanas, los barcos suelen traer sardinas que rápido entran a la lonja para subasta, en la que comerciantes, empresas de supermercados y algunos chef negocian por ellas.

Como corsarios

En cambio, por las tardes, las embarcaciones llegan como corsarios porque el botín es más variado: en esta época, el tesoro lo conforman las gambas rojas, los calamares y las brótolas. Los particulares no pueden comprar esta pesca recogida en su mayoría por hombres, acompañados siempre de las gaviotas, que intentan caer en gracia y llevarse algún pez al estómago. No obstante, pueden degustarla en el exclusivo restaurante del lugar, el Racó del Mariner, al que si no se va temprano uno se queda sin silla y sin plato.

Si Alberto pasea a menudo por este sitio desde los años 70 es porque ha heredado el amor por la Barceloneta que sentía su suegro Francisco, alguien que se marchó demasiado rápido, pero al que todos amaban por su cariño. Francisco aprovechaba todo el itinerario del Port Vell para pasear con sus nietos y enseñarles el trabajo de los pescadores del muelle al que siempre llamaba por el nombre de La Planxeta. Por más que hiciera frío y lloviera, él siempre volvía a La Planxeta, porque la Barceloneta era su barrio y porque su hija Pepi, la mujer de Alberto, se crió y aprendió a nadar en él. En el 2017, esta zona estará remodelada y abierta al público para que nadie se quede sin conocerla. Ojalá que el Moll de Francisco y Alberto, dos marineros de ciudad, no cambie demasiado para que sus hijos puedan decir: por aquí me traía mi abuelo.

CÓMO LLEGAR

Metro: Línea 4, estación de Barceloneta.

Autobús: Líneas 39 y N8.

Accesible a pie por la entrada de la calle del Escar, tras la barrera.

PARA COMER PESCADO

El Racó del Mariner es la única opción para comer en el mismo muelle un pescado fresco y sabroso. Abre de cinco de la mañana a seis de la tarde.

EL ENTORNO

Muy cerca se encuentra el Moll del Rellotge, un buen lugar para pasear, ir en bicicleta, patinar o tomar el aire después de un baño en la Barceloneta.

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EL PROYECTO

En el 2017 está previsto que el muelle sea un espacio abierto que tendrá, además de la actual fábrica de hielo, una nueva lonja con restaurante y mirador incluidos.