El Miami de Barcelona

UNA ZONA EN ALZA. Terrazas siempre concurridas, deporte marítimo, solaz incuso en el césped y servicio a pie de hamacas, frente a la playa.

UNA ZONA EN ALZA. Terrazas siempre concurridas, deporte marítimo, solaz incuso en el césped y servicio a pie de hamacas, frente a la playa.

PATRICIA CASTÁN
BARCELONA

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Palmeras, un paseo marítimo nuevecito, chiringuito playero a la última, deportes acuáticos y a pie de arena, un hotel de lujo siempre con alta ocupación, una factoría de diseño con casi un millar de empleados, una mejora en los accesos y conexiones y una playa en perfecto estado de revista han convertido al tramo final de Sant Sebastià pegado a la Nova Bocana en una de las zonas más de moda del litoral barcelonés, donde se mezclan desde público barcelonés hasta gais de medio mundo, familias y no pocos turistas en busca tanto de paellas o pescados de calidad como de experiencias cool.

Es un contrapunto -estilo South Beach en Miami o Malibú en California- a las carismáticas y más nostrades Barceloneta y Sant Miquel vecinas. Tan distintas pero tan complementarias en la Barcelona más internacional de la historia. Y aunque el barrio marinero sea noticia por el turismo de borrachera, las playas que lo flanquean, atraen a un viajero mucho más cotizado.

La situación de Sant Sebastià ha vivido una evolución similar a la del tramo del Somorrostro, donde al lado del Hotel Arts ya se desplegaron varios restaurantes y clubs de moda de gran tirón internacional pero a años luz de los desmanes del Port Olímpic. Esa colorida zona se ha reproducido ahora junto a la Nova Bocana, solo que con una oferta más claramente diurna. Sant Sebastià atrae a una media de 3.127 bañistas al día, con picos de 4.900, con datos del 2012, según el ayuntamiento.

El controvertido Hotel W (Vela), que tantas críticas generó en la Barceloneta por cambiar el perfil del litoral, por restarle esencia local y por su elitismo, ha supuesto -guste más o menos- la llegada masiva de miles de turistas al año dispuestos a pagar un mínimo de 270 euros la noche (estos días) por la habitación más asequible. Y su ocupación es plena en muchos momentos del año, pese a su capacidad de albergar a casi un millar de huéspedes en 473 habitaciones. Este fue el primer motor de una zona en boga, aunque en sus inicios, hace un lustro, parecía descolgado físicamente de la gran ciudad.

Pero luego llegaron los operadores de los grandes locales destinados a restaurante en sus bajos, dando al paseo. Tras un primer verano buscando su lugar y su público, han ido definiéndose en los dos últimos años. Conseguir mesa un domingo en la mayoría de ellos es ahora misión complicada.

Mamarosa Beach es italiano, Salt es el restaurante de playa del W, Pez Vela apuesta por la cocina marinera, Segafredo nació como cafetería pero ha ido derivando a la oferta gastronómica, y Gallito es el establecimiento de moda. Pero sus fantásticas terrazas o su cocina no habrían servido de nada sin una urbanización reluciente, palmeras, playas limpias, mejores conexiones y parada de Bicing. Este año con aparcamiento de motos incluido. El remache llegó hace poco más de un año con la inauguración de la gran sede de Desigual, que emplea a más de 900 personas, además de contar con una animada tienda a pie de paseo.

PERFIL VARIADO / A resultas de este entorno, el perfil de usuarios es poliédrico: desde familias con niños a diseñadores de moda o turistas de lujo. En Desigual, por ejemplo, donde trabajan personas de 80 nacionalidades y con horarios flexibles, es común que muchos empleados utilicen su cantina de las comidas para comprar un menú en formato para llevar y tomarlo en la playa. También hacen footing por la zona y otros deportes en sus horas de desconexión. Y algo similar sucede con el chiringuito sobre la arena que tiene el W justo al final de Sant Sebastià. Sus hamacas son las más caras con diferencia de todo el litoral (25 euros al día), pero incluyen además de sombrillas y toallas limpias la utilización de las taquillas, duchas y vestuarios del hotel. Es común ver llegar a la zona a ejecutivos trajeados que usan ese servicio y en minutos reaparecen en bañador.

Fuentes de Nova Bocana, la empresa concesionaria de esta zona hasta el 2042, indican que su prioridad es mantener la actual oferta de calidad, que responde «a un equilibrio de público de todas las edades» y prima la actividad diurna, aunque también está animado para cenar o tomar un trago. Eso sí, sin pistas de baile, más allá de las fiestas de domingo de otra terraza (Wet) en la primera planta del hotel. Gallito ha eliminado ahora su concurrido sarao dominical de tarde-noche pero sigue hiperactivo como restaurante mediterráneo con platos de inspiración mexicana y terraza de copeo.

En Salt, el restaurante del hotel que da a la playa, conviven las hamburguesas gourmet con un tapeo que oscila entre el estilo catalán y el californiano, explican. Cada vez cuentan con más público local, que ha perdido el miedo a la zona y la disfruta en jornada completa. Desde batidos a primera hora en su chiringuito hasta comidas o cenas en el restaurante y copas para ver atardecer con una perspectiva muy diferente de la ciudad.

El Pez Vela, al lado, uno de los establecimientos más exitosos del grupo Tragaluz, destaca en arroces (con menú incluido a 35 euros) y brasa, tras cocinar la friolera de 8 toneladas de arroz en el 2013. Es habitual que en verano sus 200 plazas estén copadas. «Esta es una playa de nivel y con gente guapa», dice Evaristo Triano, su chef director, donde ni las nubes espantan al público.