MOVILIDAD EN TIEMPO DE OCIO

L-4, el metro del verano

Salida concurrida de la segunda estación de playa, Ciutadella-Vila Olimpica.

Salida concurrida de la segunda estación de playa, Ciutadella-Vila Olimpica.

RAMON COMORERA / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Las décimas de fiebre que como síntoma cierto de lucha interna tiene últimamente la capital catalana en sus largos veranos se pueden medir, al igual que en cualquier ser vivo, en puntos o cavidades varias de la piel urbana. Uno es el tramo litoral, y también la travesía del Barri Gòtic reinventado con éxito hace ya un siglo, del metro amarillo. La eclosión del turismo que el creciente fervor estadístico, otro de tantos contagios anglosajones, confirma una y otra vez, también va lógicamente en suburbano. En esas pocas paradas muestra su vigor. Un transporte masivo que en agosto pierde el 24% del pasaje medio del año baja bastante menos en la casi circular L-4 y se dispara entre el 66% y el 79% en las dos paradas estrella de playa: Barceloneta y Ciutadella Vila Olímpica.

Un gentío multiétnico pero también muy autóctono y, eso sí, equipado, crea unas inusuales y largas horas punta desde media mañana al crepúsculo en esa travesía lúdica del Eixample a Ciutat Vella. La prolongación por Sant Martí hasta la de momento fallida nueva frontera del Fòrum existe, pero es solo un vestigio.

Ocupación creciente

La ocupación de los vagones es ya apreciable en el Guinardó y Gràcia. El campo magnético de la Sagrada Família (previo trasbordo de la L-5) deja sentir su influjo y suma efectivos en el intercambiador de Verdaguer. Y como muestra, aquí, del no lejano objetivo marino, un botón. Una tienda, estrecha como casi todas en ese mundo subterráneo, expone un gran abanico de pareos de playa. "Sheet beach, made in India, 100% cotton" proclama un cartel.

En Urquinaona y Jaume I el movimiento de pasajeros que suben y bajan es ya un preludio del máximo de 17.400 que la parada de la Barceloneta lanza a chorro, por su tortuosa y angosta salida, los domingos de julio y agosto hacia el que para el barrio marinero sigue siendo, más allá de nomenclátores borbónicos, el paseo Nacional. En esta estación, las 9.500 validaciones de un laborable de invierno se convierten en 17.000 en julio y 15.800 en agosto. En la otra parada con aroma de yodo, Ciutadella Vila Olímpica, las cifras de esos días también son más altas, aunque bastante menos: 8.200 por 11.700 y 9.700, respectivamente.

Muchos jóvenes, parejas, también del mismo sexo, y familias son quienes viajan estos días por el tramo central de la ruta amarilla. Para un interlocutor aislado entablar conversación o lograr empatía con algunos de ellos no es tan fácil como podría parecer. Más de uno apretaba discretamente ayer mismo sus pertenencias. La prevención persiste más allá de cifras oficiales de mejora en la lucha antihurtos. En esa babel rodante se oyen tanto lenguas cercanas, francés, italiano o inglés, como lejanas, germánicas o eslavas.

En Jaume I y Urquinaona, epicentros del atractivo del Barri Gòtic los aumentos veraniegos de pasaje son más discretos. La primera estación, según los datos de TMB, registró 14.700 viajeros un laborable de julio o 12.800 uno de agosto, ante los 13.800 de octubre. En la de Urquinaona, un día de agosto hay 10.000 por 13.500 en octubre. La L-4 tiene en conjunto 3,8 millones de validaciones el mes que mañana acaba, un millón más en julio. La media mensual de la red está en 4,4 millones.

Reforma parcial

Un vigilante mantiene en el vestíbulo de Barceloneta una presencia tan ostentosa como seria. Debe ser la corrección del trabajo, pues por ahí pasan muchas personas y de todo tipo. Mientras, los turistas de más altura, que son cantidad, y también los autóctonos ídem, casi tienen que agacharse ante el bajo, lleno de conductos y desvencijado techo del pasillo que, con sifón de escaleras incluido, lleva a la calle. La estación se reformó hace poco y sumó un ascensor, pero el cuello de botella corvo y angosto que inevitablemente se llena con igual frecuencia de cuatro a seis minutos que el paso de los convoyes, sigue ahí.

Este incremento, fuerte aunque puntual, de pasaje estival se nota asimismo en la suciedad de estaciones y trenes, y aún más por la tarde. TMB explica que refuerza el personal de limpieza en los dos vestíbulos y que en los vagones se hace un pase especial el domingo por la mañana, tras el servicio continuado, al igual que si hay algún aviso de estropicio notable. Son facetas del metro del verano en un recuperado litoral barcelonés de uso más masivo cada año.