PERFIL DE LA CONCEJALA DE MOVILIDAD DE BARCELONA

Mercedes Vidal, la comunista contrariada

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CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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Mercedes Vidal Lago (Barcelona, 1980) es ambientóloga de formación y comunista de corazón. Nació en el barrio de La Sagrera, donde aprendió que la tozudez termina por dar resultados, y del activismo vecinal y una vida laboral vinculada a la planificación urbanística pasó a la política de la mano de Barcelona en Comú, donde entró para cubrir la cuota de su partido, EUiA, del que forma parte desde el 2004. Es la concejala de Movilidad, cargo que lleva asido dos delicadas responsabilidades: presidir Transportes Metropolitanos de Barcelona (7.744 empleados) y el Instituto Metropolitano del Taxi (10.500 licencias), dos de los organismos públicos con más conflictividad en las últimas décadas.

El comité de empresa del metro ha pedido su dimisión en incontables ocasiones. "Va con el cargo", sostiene. No se arruga, aunque admite cierta "frustración" tras año y medio de infructuosas negociaciones para renovar el convenio colectivo que han derivado en 10 lunes con el suburbano a medio gas. "Sabia dónde me metía, pero ahora lo sé con más concreción". Lo dice porque, como concejala de Horta-Guinardó, son pocos los plenos de distrito en los que no se encuentra en la puerta una pancarta recordándole que el conflicto laboral con los trabajadores del subterráneo sigue abierto. 

HÁBIL CON LA PRENSA

Vidal ha aprendido rápido a lidiar con la prensa. Rara es la ocasión en la que regala un titular, y difícil es verla con el gesto torcido. Usuario habitual de la bicicleta, fue también vicepresidenta de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB), entidad en la que también se forjó el diputado Lluís Rabell. Admite que el carácter del gobierno de Ada Colau ha podido dar alas a un sindicalismo más reivindicativo: "Cuando llega un ayuntamiento defensor de los derechos de los trabajadores, se puede entender que la puerta está abierta para reclamar lo que no se ha pedido en los últimos 10 años. Es lícito que lo hagan, pero también lo por nuestra parte poner límites". Lo dice en referencia a la actitud con la que el comité de empresa de metro está acometiendo la negociación.

Dice que le "sabe mal" que los sindicatos se aprovechen de la certeza de que Barcelona en Comú no va a tomar medidas drásticas para firmar el nuevo convenio colectivo. "No puede ser que a un acuerdo se llegue solo a base de advertencias. Ellos lo saben porque forma parte de nuestra identidad. Es cierto que en el pasado funcionó. Todo esto hace que te preguntes si existe un tipo de sindicalismo que solo reacciona ante las amenazas a los trabajadores". 

La presidenta de TMB explica que el activismo vecinal le sirve como "brújula". Pero en aquellos tiempos pretéritos estaba al otro lado de la mesa, en la vertiente reivindicativa. Le pasó lo mismo que a Ada Colau con las decisiones de ciudad, que a Janet Sanz con los temas de urbanismo, que a Gala Pin al frente de Ciutat Vella, que a Gerardo Pisarello con los asuntos económicos, que a Laia Ortiz con los derechos sociales. Y así hasta 11 concejales que de la noche a la mañana tuvieron que aparcar el lamento para dirigir una ciudad de 1,7 millones de habitantes.