Un hospital heroico

Primer pabellón 3 Sala de ingreso de mujeres atendida por monjas paulas, en el primer Hospital del Mar, en 1914.

Primer pabellón 3 Sala de ingreso de mujeres atendida por monjas paulas, en el primer Hospital del Mar, en 1914.

ÀNGELS GALLARDO / BARCELONA

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El joven doctor Pere Benito llegó al Hospital del Mar en 1975 procedente del de Sant Pau, el centro más prestigiosos de Barcelona en aquel momento junto con el Clínic, con la intención de adquirir la especialización como reumatólogo y regresar a los bellos pabellones modernistas del Eixample. «En el Sant Pau no había reumatología», explica. Nunca se fue. «Cuando llegó el momento de irme, me di cuenta de que el Mar hervía, había una efervescencia por prosperar y ser competitivos inexistente en el resto de hospitales -rememora Benito, actual responsable de reumatología en el Mar-. Llegaba gente joven, con las pilas bien puestas y muchas ganas de salir adelante. Los otros centros estaban parados».

Ese afán de superación, en contraste con el discreto apoyo institucional que entonces recibía, siguen caracterizando el perfil de un centro sanitario ahora imprescindible en la cobertura asistencial del este de la ciudad. Se puede decir que el Mar se ha ganado a pulso el lugar estratégico que ahora ocupa en el mapa sanitario de máximo nivel de Barcelona, ofreciendo cobertura asistencial a 300.000 ciudadanos que, también de forma excepcional, mantienen una relación vecinal, incluso de pertenencia, con su hospital, en contraste con el escaso reconocimiento que su personal sanitario dice percibir en la Administración que ahora lo preside, la Generalitat.

«A nosotros todo nos cuesta mucho más. Tenemos prestigio docente [una doble titulación universitaria sin precedente], un instituto de investigación potente, destacamos en servicios como oncología, radioterapia o neurocirugía y ofrecemos asistencia de calidad, pero no contamos con el reconocimiento y el apoyo de otros hospitales», afirma Ramon Carreras, responsable del área de obstetricia y ginecología del Mar, uno de los servicios que absorben más actividad neonatal de Catalunya, gracias a la juventud de la población inmigrante instalada en la zona. También es el gran receptor de turistas, y cruceristas, súbitamente indispuestos.

El Mar surgió ahora hace 100 años para responder a la necesidad de atender las devastadoras infecciones que afrontó Barcelona a principios del siglo pasado, a medida que crecía su perfil como referente en el comercio de ultramar y llegaban al puerto cargamentos de manufacturas orientales, en especial el algodón de la India, junto con marinos portadores de bacterias desconocidas aquí.

El que fue hospital bandera del ayuntamiento barcelonés hasta que en el 2005 fue transferido a la Generalitat -ahora constituye un consorcio en el que la Conselleria de Salut participa con el 60% y el municipio con el 40% restante- tuvo unos inicios difíciles en cuyos preliminares, hacia 1881, chocó con el rechazo de vecinos y propietarios influyentes, que de ninguna manera querían un hospital de infecciosos -también llamado de incurables- dentro de las murallas de la ciudad. Los brotes epidémicos de tifus, cólera, difteria, menigitis, peste bubónica y poliomielitis que, uno tras otro, arrasaron Barcelona sin que hubiera remedio eficaz contra ellos, fueron dibujando una necesidad asistencial que invariablemente atendieron los sanitarios que ejercían en pabellones provisionales que el ayuntamiento levantaba, para después desmontar, en la montaña de Montjuïc, en Can Tunis o junto al parque de la Ciutadella, preludio, estos últimos, de la estructura en forma de espina de pez -seis pabellones que surgían de un largo pasillo central- que constituyó la primera versión del Hospital del Mar, en 1914. La epidemia de peste bubónica había arrasado la ciudad en 1905 y volvió a hacerlo en 1907 y 1913. Un año después, un brote de fiebres tifoideas consolidó la imprescindible existencia del Mar.

Los enfermos infecciosos difícilmente eran acogidos en los dos hospitales ya establecidos en la ciudad, y el Mar adquirió el renombre de que allí se les daba cobijo, consuelo y las pocas medicinas de que se dispuso hasta la llegada de la penicilina. Aldexander Fleming había descubierto el primer antibiótico en 1929, pero a España llegó 15 años después. «Aquellos años estigmatizaron al Mar, que toda la ciudad conoció como el hospital de infecciosos hasta que llegó el virus del sida, en 1983», explica Benito. La magnitud de la epidemia del VIH modificó la situación, ya que todos los grandes hospitales de Barcelona tuvieron que establecer servicios destinados al virus de la inmunodeficiencia, y el Mar se desprendió por fin de su fama. Los Juegos Olímpicos de 1992 le dieron el empujón definitivo hacia la categoría y la multiespecialización con que ya no ha dejado de funcionar.

Así siguió todo hasta que algunas instalaciones quedaron saturadas e insuficientes -en especial, el área de urgencias y la sala de partos-, lo que coincidió con la crisis económica y los recortes. Los proyectos de expansión del hospital se frenaron en el 2009 y la situación ha llegado a ser insostenible. «El servicio de urgencias del Mar es indigno de un hospital de este nivel», afirmó Josep Maria Via, presidente del Parc Salut Mar, institución que incluye al centro sanitario. La intercesión del ayuntamiento, que aportará en forma de crédito 30 millones de euros, permitirá que el próximo verano -así está previsto- se inicie la construcción de un nuevo servicio de urgencias en un edificio anexo al histórico hospital. El proyecto, confía Carreras, incluirá una gran sala de partos -«de hecho, un parto siempre es una urgencia», dice acertadamente el ginecólogo- y una unidad de radioterapia.

El Mar no asumiría más recortes presupuestarios de los que ya ha encajado, advierte Via, pensando en el 2015. «No lo podríamos aguantar -insiste-. Desde el 2011, hemos perdido el 30% del presupuesto. El personal ha aumentado su productividad y ha mantenido la paz. El hospital no soportará más recortes».