A pie de calle

Malos olores, ratas y mosquitos

Unas lonas verdes tapan el edificio de la calle de Princesa, 21, ayer.

Unas lonas verdes tapan el edificio de la calle de Princesa, 21, ayer.

CATALINA GAYÀ

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En este andar A pie de calle hay dos fachadas de las que el transeúnte ya ha perdido la memoria histórica, una es la de la calle de Princesa, 21, que además está tapada por lonas, y la otra, la de la calle de Sant Pau con Reina Amàlia, que aparece como esqueleto. El ayuntamiento me informó de que en la calle de Sant Pau «se está intentando reactivar la obra». De Princesa, solo se decía que la fachada es patrimonial.

Antes del verano, la última noticia que tenía de ese solar de Princesa fue una carta de un lector que, el 23 de junio del 2011, denunciaba el agua encharcada que se queda en el solar cuando llueve y, en consecuencia, la aparición de mosquitos y malos olores. Acompañaba la carta una foto con un gran charco verde. «Han pasado cuatro años desde que una caja de ahorros inició la construcción de la Fundació Subirachs. Ya llevan un año paralizadas», se leía.

La caja en cuestión era Caixa Penedès y el proceso de adquisición para que ese espacio se convirtiera en el Espai Subirachs, que albergaría 400 obras del escultor y sería también centro cultural, estaba a punto de cumplir una década en el 2011.

Hace poco más de dos meses, el 15 de julio, leí que la Fundació Especial Pinnae, heredera de la Obra Social de Caixa Penedès, pondrá a la venta ese solar. Ese es el fin de un proyecto cultural pospuesto más de una década. El solar de calle de Princesa tiene una doble mirada, por delante y por detrás. Por detrás, desde la calle de Boquer, el martes seguía igual a como lo había descrito el lector que envió la foto de denuncia. Por delante, es una rampa y unas lonas verdes que tapan el pasado. En la valla hay dos pintadas, una ya es parte del trazado urbanístico mediterráneo: «No a la especulación». La otra sitúa ese edificio en el 23.

Una vecina me recordaba que ese solar fue iglesia, que debería haber sido el espacio de Josep Maria Subirachs y me preguntaba si había visto el agua encharcada. Le decía que no y ella me advertía de que hay mosquitos, igual que el lector, y ratas.

Busco en la hemeroteca y leo que Josep Maria Huertas, en enero del 2002, publicaba que el Obispado de Barcelona había vendido la iglesia de Sant Cugat del Rec, cerrada al culto, a Caixa Penedès para crear un centro destinado a divulgar la obra de Subirachs. Huertas explicaba que esa iglesia sustituyó, en 1944, a un templo del siglo XVII que fue incendiado los primeros días de la guerra civil. Es lo que es ahora la plaza de Sant Cugat. En la foto del diario se ven los barrotes verdes y la cruces. Quien escribió el pie de foto opinaba: «La poca atractiva fachada».

Ventanas tapiadas

Sigo en la hemeroteca y leo que, en el 2005, el edificio fue ocupado. En el 2009 se informaba de las dificultades de las obras -el suelo es una esponja-, pero ese mismo año se anunciaba, en el Palau de la Música, que la fecha de inauguración sería en el 2011. El proyecto: 4.000 metros cuadrados de cultura y una parte de estos, el Espai Subirachs. Luego, vinieron las ratas y los mosquitos que ahí siguen en el 2013.

Le pregunto a un comerciante de la calle de Princesa si sabe qué era el edificio. «Siempre ha estado así». Una chica que se fuma un cigarro en la calle de Boquer augura que era una carpintería porque se lee, en otra pintada, que no se admite madera. La puerta del Espai Subirachs tenía que ser un laberinto desafiando a la luna. Ahora no se ve la puerta y las ventanas están tapiadas.