PROGRAMA EDUCATIVO EN CIUTAT VELLA

Madres recluidas en el Raval

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TERESA PÉREZ / BARCELONA

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Hay mujeres que hasta por la maternidad tienen que pagar un alto precio. Deben renunciar a todo, y en ese todo se incluye hasta la relación con el mundo exterior. Muchas lágrimas y una terrible sensación de reclusión y soledad son los síntomas que aquejan cuando son madres el grupo de mujeres, la mayoría de Bangladés, Pakistán y la India, que acuden cada semana a clases de castellano a la entidad Diàlegs de Dona, en el corazón del Raval. Son jóvenes recién casadas en sus países de origen y que llegan a Barcelona, por reagrupación familiar, para vivir junto a su marido, que lleva años trabajando en Catalunya.

El aterrizaje en el aeropuerto de El Prat es un salto al vacío. Cambian de cultura, de costumbres, no tienen cobertura familiar, tampoco amigas y desconocen el idioma. Y se pasan el día solas porque el horario laboral obliga a sus maridos a pasar la mayor parte del día fuera de casa y, a menudo, con un solo día de fiesta semanal. Muchas, un total de 230 mujeres deciden romper este círculo que las enclaustrar y se han apuntado a clases de castellano en la entidad Diàlegs de Dona. Otras 30 están en lista de espera para ocupar una silla que quede vacante en las tres aulas, llenas a rebosar, de la asociación. Toda esta formación se trunca cuando son madres y vuelven a quedarse aisladas.

"EL DÍA LLORANDO"

El precio y el reducido número de plazas de las guarderías del Raval las obliga a quedarse en casa, dedicadas exclusivamente al cuidado de los hijos. Y así hasta que cumplen tres años y comienzan la enseñanza obligatoria en la escuela. “¿Cómo podemos  pagar una guardería que cuesta unos 300 euros mensuales -180 con beca- cuando nuestros maridos cobran unos 1.000 euros y de ahí debemos descontar entre 400 y 700 euros mensuales del alquiler del piso?”, sostiene Shahinur, una joven de Bangladés.

Ilma recuerda así su experiencia ya con el primero de sus tres hijos: “No conocía a nadie y me pasaba el día llorando”. Y Tania, también de Bangladés añade: “Estuve 10 meses sin salir de casa. Me pesaba la soledad y también el miedo. Y además no hablaba bien el idioma”. Estas vivencias también las conocen Sana, Shahinur, Siham, Nazia, Paramit, Farhana..., y también un colectivo de 80 mujeres que están a punto de ser madres o tienen bebés de menos de tres años.

La asociación, consciente de esta vital necesidad de las mujeres extranjeras del barrio, estrenará el próximo septiembre un programa para que madres y niños compartan espacio educativo sin tener que separarse. Mercè Amor, que junto a Fàtima Ahmed es una de las socias fundadoras de la asociación, destaca los tres objetivos de este proyecto: "Abrir un espacio que permita a las madres vivir sin angustia la maternidad, dar oportunidad a los bebés para que antes de estar escolarizados puedan desarrollarse emocionalmente al lado de sus madres y, por último, atender a todas aquellas mujeres inmigrantes que interrumpen su formación o no pueden iniciarla porque no tienen ayuda cuando son madres".  

APOYO DE EDUCADORAS

El proyecto, financiado por la fundación italiana Nando y Elsa Peretti, comenzará con una treintena de mamás y sus respectivos bebés. El 42,3% de las mujeres que residen en el  Raval son inmigrantes, de ellas más de un millar proceden de Paquistán, casi 700 de Bangladés y cerca de 300 de la India, según datos del ayuntamiento.

Tanto Tania, mamá de Tasmim, como Sana, con su pequeña Zenab, ya están deseando que llegue septiembre para volver a las aulas. Las clases de castellano serán de 10 a 11.30 horas, y los niños serán atendidos por dos educadoras. Al acabar la clase, mamas y bebés compartirán una hora de juegos y también de asesoramiento para que las alumnas sepan cuándo hay que vacunar a los niños o cuándo se comienza a dar alimentos sólidos. Amor asegura que  los servicios pediátricos del Raval "han observado deficiencias en algunos aspectos de la crianza que se deben corregir".