PROPUESTAS NAVIDEÑAS

'Made in Sant Andreu'

La antigua Fabra i Coats regresa por tercer año como teatral gran fábrica de los juguetes

CARLES COLS / BARCELONA

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Por tercer año consecutivo abrió ayer sus puertas, como centro logístico de la paquetería de los Reyes Magos en Barcelona, la antigua Fabra i Coats de Sant Andreu. Es una propuesta para estas fechas que, aunque de corta edad todavía (nació tímidamente en el 2012) comienza a ser ya bastante conocida, y como prueba del nueve las inesperadas colas que ayer se formaron para acceder al recinto. La idea es simple. Aprovechar esa lógica pregunta que formulan los niños antes del 6 de enero (cómo caray se lo montan los reyes para repartir tanto regalo en una sola noche) y, a partir de ahí, construir teatralmente una respuesta. El espectáculo corre a cargo del colectivo Las Gardenias.

De lo que se trata es de convencer a los niños de que allí, en la Fabra i Coats, se reciben todas las cartas, se clasifican los pedidos, se fabrican los juguetes, se empaquetan, se organizan las rutas de reparto y hasta se entrena a los pajes como si fueran ninjas para entrar en las casas sin despertar ni siquiera al perro, y todo ello en mitad de un convincente ambiente fabril. Vamos, que ni el gigante Amazon se lo monta tan bien. En resumen, el propósito es llenar el mismo hueco del relato que la cultura anglosajona ha confeccionado con todo eso de Papá Noel, el polo Norte, el reno Rudolph y el trineo volador, pero en estas latitudes más meridionales con la más ortodoxa leyenda de los reyes de Oriente como argumento.

¿Cómo se consigue un buen resultado? Pues hay que reconocer que el ingrediente indispensable lo incorporan de serie los niños, y es esa candidez que más pronto que tarde se contamina, así que un buen consejo es aprovechar lo poco que dura.

Por situar las cosas. En la primera de las salas de la Fabra i Coats a las que se accede tras franquear el paso principal de la fábrica, los responsables del espectáculo han repetido la feliz idea de amontonar decenas de cajas con un nombre escrito en uno de los laterales. Hay tantos nombres que lo normal es que muchos de los niños encuentren el suyo. Entonces salta la chispa. Algunos, solo lo señalan. Otros, lo proclaman. Y no pocos aprovechan la ocasión para coger el teléfono de sus padres y sacarle una foto a la caja, y eso con apenas 5 años de edad, lo cual invita a deducir que la actual edad del pavo digital que se dice que sufren los adolescentes de hoy, con tanto Whatsapp y tanto Facebook, será una nimiedad comparada con la está por llegar dentro de poco tiempo.

Baltasar al teléfono

Otro momento delicioso de la teatralización coreografiada por Las Gardenias tiene lugar justo antes de las despedida, junto a la puerta de salida. El supuesto director de la fábrica de juguetes atiende a la par a los visitantes y a un teléfono a través del que le comunican las incidencias. Entonces, de repente, recibe una llamada que no espera. Es Baltasar. A ver, el teatro es así. Puro engaño. Lo que beben los actores sobre el escenario nunca es champán. La tormenta tras las ventanas del decorado son luces que se encienden y se apagan. Gila en realidad nunca hablaba con el enemigo. Pero apetece creer que todo es real. Así que ahí, en la Fabra i Coats, cuando un actor dice que tiene a Baltasar al teléfono y le pide a los niños que con un grito le saluden, hay que mirarles a la cara y, sobre todo, si es posible, escuchar después cómo se lo cuentan a sus amigos.

Al montaje, con todo, se le puede poner algún pero. El año pasado, la instalación invitaba más al paseo de aquí para allá. Había allí empleados muy atareados y, así, resultaba más creíble. Este año la propuesta es una visita más guiada, como la Willy Bonka a su chocolatería, pero con el error de que los flujos, al menos ayer, estaban tal vez mal calculados. Hubo atascos. Puede que el primer día hubiera más público del previsto. Hay margen para corregir ese fallo.

La Fabra i Coats estará abierta como fábrica de juguetes hasta el 4 de enero, de seis de la tarde a nueve de la noche. La oscuridad resulta imprescindible para obtener el efecto deseado. El 1 de enero no abre. Los empleados descansan.