Las banderas lían la Mercè

CARLES COLS / BARCELONA

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La Mercè 2015 es un best seller anual de público fiel, 1,8 millones de espectadores según el cada vez más afinado sistema de cálculo del Ayuntamiento de Barcelona. Lo de afinado no es un decir. Este año se ha llevado a cabo una prueba piloto para contar personas con cámaras térmicas, como en una peli de ciencia ficción, que merece ser explicado, primero, porque sorprende, y segundo, porque entreabre la puerta del debate sobre el derecho a la privacidad. Basta con decir que los responsables técnicos del invento, cuando convocaron el concurso internacional de ideas para llevar cabo esa misión, contar miles de cabezas, recibieron ofertas inquietantes, como la de una empresa con una tecnología capaz de hacer un perfil de los espectadores de un recinto a base de rastrear la señal de sus teléfonos móviles, e incluso ofrecer un retrato por países de procedencia. Al final, lo dicho, se optó por lo decente, por las inocuas cámaras térmicas. Así que, con más certeza que en otras ocasiones, se puede afirmar que la Mercè ha congregado a 1,8 millones de espectadores, muchísima gente y, sin embargo, casi ningún incidente, salvo el que dos concejales, Alberto Fernández Díaz (PP) y Alfred Bosch (ERC)Alberto Fernández Díaz PPAlfred BoschERC, protagonizaron ayer en el balcón de la casa consistorial para deleite de algunos informativos de media España, como si aquello fuera el asesinato del archiduque Francisco Fernando.

La escena probablemente la hayan visto ya. Fernández Díaz, 16 años como concejal, todos en la oposición, y Bosch, recién llegado y que un año antes de las elecciones se veía alcalde, fueron a las diez y media de la mañana a la misa que ofició Lluís Martínez Sistach en la basílica de la Mercè, esa que ha quedado oficialmente fuera de la programación de las fiestas para dolor mayúsculo de los muy mercedarios. Hay que suponer que entonces ya llevaban oculta en el bolsillo, ellos o alguno de sus acompañantes, la bandera española y la estelada con que después iban a protagonizar esa escena del balcón que lo facilón sería decir que fue muy de Berlanga, pero vista de cerca tenía más de Francesc Bellmunt, aunque solo fuera porque también estaba ahí, vestido y sin Vespino, Juanjo Puigcorbé. Los de Esquerra colgaron la bandera. Media plaza gritó independencia. Los del PP, se supone que porque se lo olían, sacaron la suya. Mas sonrió. Ada Colau, muy pilla, retrocedió primero y, muy alcaldesa después, lamentó que se hubiera utilizado el balcón del ayuntamiento para hacer campaña, pero Gerardo Pissarelo, su número dos, menos pillo, forcejeó con Fernández Díaz, lo que le costó una tarde de insultos en el tribunal popular de las redes sociales.

TIGRES, TIGRES, LEONES, LEONES

La cosa duró apenas un minuto, pero eso, en un noticiario, es todo un peliculón, de sobras para algunos para reducir la Mercè 2015 y los días políticos que se viven en Catalunya a un enfrentamiento entre capuletos y montescos. Qué injusticia. Sin ánimo de ofender a Torrebruno, fue más bien un duelo algo infantil entre tigres y leones. Siempre hay, claro, quien opina lo contrario. Al ministro del Interior, lo sucedido le recordó «la guerra de banderas que se vivía años atrás en el País Vasco, cuando ETA estaba plenamente activa y operativa, sembrando regueros de sangre y terror por todas partes». Además de ser un rapsoda algo reiterativo, no está de más recordar que el ministro, Jorge Fernández Díaz, es hermano de Alberto, uno de los contendientes de la batalla entre ediles.

Lo que es indiscutible es que ni a Fernández Díaz ni a Bosch les sirvió de mucho la homilía del cardenal Martínez Sistach, que apeló a la «legitimidad moral de todas las opciones políticas» que se presentan a las elecciones del próximo domingo.

El anverso de lo ocurrido en el balcón fue el hecho de que cientos de miles de personas han disfrutado un año más de la Mercè sin contratiempos mayores. Lo de la cifra final, esos 1,8 millones de espectadores, puede parecer un simple afán por presumir, ese raro gusto humano por los números redondos que tan bien ridiculizó Jorge Luis Borges cuando su madre falleció y una señora lamentó que, pobrecita, se quedó a unos meses de cumplir los 100. «Veo que es usted devota del sistema decimal», respondió el escritor.

En la Mercè, tener buenos datos es indispensable para corregir errores, que los hay, y esa ha sido en parte la misión entre bambalinas de Marc Hernández, jefe del área de Sistemas de Información del Institut de Cultura. Es el funcionario que estaba detrás de la batería de cámaras térmicas que se instalaron en los siete accesos del parque de la Ciutadella y en los tres del foso del castillo de Montjuïc. ¿Por qué térmicas? «Nos pareció la forma más eficaz de no invadir la privacidad de las personas». El sistema empleado detecta figuras humanas. Podía haberse llevado a cabo con cámaras convencionales, pues en realidad no se graba la imagen, sencillamente un ordenador convierte las siluetas en números, pero por evitar que el siempre creciente debate de la privacidad deje en la obsolescencia una inversión de este calibre, mejor anticiparse.

La prueba piloto, al final, ha servido para diagnosticar mejor uno de los problemas de la Mercè, el desmesurado éxito de la Ciutadella como recinto de la fiesta. «Por la puerta de Lluís Companys entraban en los momentos de mayor afluencia 14 personas por segundo. No nos extrañó, pero la rotación resultó ser mayor de lo que creíamos. La máxima ocupación del parque fue el pasado sábado, cuando había 12.000 personas al mismo tiempo». En total, explica Hernández, esa suerte de parque de Coney Island en que se transforma la Ciutadella durante la fiesta ha sido visitado por unas 400.000 personas. Por el castillo de Montjuïc, donde la programación se limitó a los dos días del fin de semana, pasaron en total 48.000 personas. Allí no hubo congestión. Berta Sureda, comisionada de Cultura, minutos después de que la rojigualda y la estelada protagonizaran la foto de la jornada, explicó allí mismo, tras el balcón, que tal vez el próximo año sea oportuno centrifugar un poco más la Mercè a otros barrios. Y ya puestos, podrían enfocar una cámara térmica hacía Fernández Díaz y Bosch.