Transformación urbanística pendiente en Sants-Montjuïc

Los vecinos iniciarán por su cuenta el sábado la apertura de Can Batlló

Vista panorámica del largamente reivindicado recinto industrial de Can Batlló desde la Gran Via, una semana antes de la entrada festiva por parte de los miembros de la plataforma vecinal.

Vista panorámica del largamente reivindicado recinto industrial de Can Batlló desde la Gran Via, una semana antes de la entrada festiva por parte de los miembros de la plataforma vecinal.

HELENA LÓPEZ
BARCELONA

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Las cuentas no las hicieron ellos, sino los entonces gerente de Urbanismo, Ramon Massaguer, y concejala de Sants-Montjuïc, Imma Moraleda. Fue en una comisión de seguimiento celebrada en marzo del 2009. Curándose en salud, es decir, tirando alto, fueron calculando los plazos para la entrada de las máquinas en el reivindicado y enorme recinto fabril de la Bordeta. El resultado fue que, como muy tarde, esa entrada sería en junio del 2011. Los vecinos, organizados en la Plataforma Can Batlló és pel Barri, apuntaron bien la fecha y lanzaron una advertencia a las autoridades: «Si ese día no entráis vosotros, lo haremos nosotros».

La fecha ha llegado, como los vecinos sospechaban, con las obras sin empezar y ellos lo tienen ya todo a punto para el gran día. Será el próximo sábado, jornada que por azarcoincide con el pleno de investidura de Xavier Trias como nuevo alcalde. «Será una recuperación del espacio lúdica y familiar. Con castells, diables y música. Queremos mostrar la incompetencia del Ayuntamiento de Barcelona», dice Jordi Falcó, uno de los miembros de la plataforma.

TODO PREVISTO / Lo tienen todo previsto. Son muchos, se han organizado en comisiones y cuentan con carpinteros y electricistas voluntarios para «adaptar el espacio». Además, han elegido una nave «en buenas condiciones», así que solo se tratará de «entrar, limpiar e instalarse». «No es una okupación, sino la recuperación de un espacio que nos pertenece. Hemos tenido paciencia durante 35 años», precisa Josep Maria Domingo, presidente del Centre Social de Sants. La intención es instalar en dicha nave una biblioteca -ya han reunido cientos de libros- y un centro para jóvenes.

Pese a que se trata de una obra que debe ejecutar una empresa privada, ya que son terrenos privados, a ojos de los vecinos el gobierno municipal no ha hecho los deberes. «Ha quedado demostrado que si le ponen ganas, pueden llegar a acuerdos. Bien que lograron negociar el párking temporal», apunta Falcó.

En la que fuera gran industria textil barcelonesa solo quedan media docena de empresas con unos 30 trabajadores y poquísimos vecinos. El pago de estas últimas compensaciones -que la plataforma vecinal calcula que no ascienden ni a tres millones de euros- es lo que encalla el inicio de la reconversión del recinto en una gran zona verde repleta de prometidos equipamientos, prevista en el plan general metropolitano (PGM). La crisis hizo que la propiedad perdiera interés en levantar los 1.656 pisos previstos en el lugar -985 de venta libre-, operación que debía financiar los equipamientos.

A los vecinos que no se levanten pisos libres les da igual, pero exigen que el ayuntamiento construya su parte: pisos protegidos para vecinos afectados. Esta obra primero se debía empezar en la primavera del 2010, después a final de año, y hoy aún no se ha dado ni un paso. La concejala electa Sònia Recasens, un pilar del equipo de Trias y hasta hora edila adscrita por CiU a Sants, dijo hace poco a la plataforma que su intención es impulsar el plan, asumiendo las compensaciones pendientes, algo que ya había anunciado justo antes de las municipales el aún alcalde socialista Jordi Hereu.

Recasens aseguró el viernes a este diario que ha de ser la Administración la que impulse la operación: «Una transformación urbanística tan importante no puede dejarse en manos de la empresa privada». La edila propone renegociar el plan con la propiedad y pide tiempo a los vecinos para ello.

Pese a este compromiso y al poco aprecio del nuevo responsable de Interior por las ocupaciones pacíficas como la anunciada, los vecinos no piensan desconvocarla, y solo esperan que la policía no blinde el lugar para impedirlo. «Can Batlló evidencia que el modelo urbanístico en el que se ha basado el crecimiento de la ciudad, el del pelotazo, está agotado. La entrada es una forma de denunciarlo», dicen.