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Los primeros fichados de Barcelona

Solo de tesoro se puede calificar este primer y único ejemplar de fichas policiales manufacturado en 1895 en Barcelona, inspirado en el 'bertillonage'

BARCELONA 17/9/2015 LIBRO DE FICHAS POLICIALES DEL 1895 BARCELONA GABINETE ANTROPOMETRICO JUAN PRUHEFORT PEBERAIN FOTO DE JULIO CARBO

BARCELONA 17/9/2015 LIBRO DE FICHAS POLICIALES DEL 1895 BARCELONA GABINETE ANTROPOMETRICO JUAN PRUHEFORT PEBERAIN FOTO DE JULIO CARBO / Julio Carbó

Carles Cols

Carles Cols

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Después de que Rick matara de un disparo al mayor Strasse, el capitán Renault dio una orden muy directa a sus agentes. "Reúna a los sospechosos habituales". Desde el estreno de 'Casablanca' es una frase célebre, algo manida ya de tan usada, pero es inevitable pensar en ella cuando se abre por primera vez el ejemplar, tal vez único, de un volumen titulado 'Barcelona, gabinete antropométrico', hoy en día clasificable como un libro raro, rarísimo, pues bajo una encuadernación deliciosa, en piel y con punteras doradas, almacena 51 fichas policiales de los delincuentes comunes de la Barcelona de 1895 elaboradas según el método supuestamente científico que 1882 creó en Francia Alphonse Bertillon. Podrían ser los primeros sospechosos habituales de la ciudad.

El 'bertillonage' (así se conoce la gran aportación de Bertillon a la ciencia policial) fue una tendencia que nació en Francia en 1882 y que de inmediato se exportó al resto de Europa y a Estados Unidos, pero que fue alumbrada bajo una premisa equivocada. Suponía Bertillon que no hay en el mundo dos personas con las mismas medidas y características antropométricas. Así que propuso a las autoridades policiales medir la altura, la distancia del codo a la mano, la anchura y la longitud del pie, la forma exacta de la oreja, la separación entre los pómulos y así hasta una larga batería de anotaciones, con el objetivo de obtener un retrato inconfundible de los detenidos. Aquel paciente trabajo en comisaría, para el que hasta se creó un instrumental adecuado, debía ir acompañado, por último, de dos fotografías, una de frente y otra de perfil. Esas dos fotos son lo que más claramente ha sobrevivido hasta hoy en día del 'bertillonage', pues aquel castillo de naipes que era la antropometría se tambaleó cuando un hombre fue encarcelado por error en Estados Unidos, víctima al parecer de sus medidas, idénticas a las del verdadero culpable, y se derrumbó definitivamente cuando el argentino Juan Vucetich resolvió por primera vez en la historia un caso de asesinato gracias al entonces innovador sistema de las huellas dactilares. Eso fue en 1892.

Juan Aragón Sarola, panadero y anarquista. ¿Cuál era su delito?

Juan Aragón Sarola, panadero y anarquista. ¿Dónde estaba su delito? / Julio Carbó

No está de más destacar que Bertillon, mal perdedor, se tomó a la tremenda la irrupción en escena de Vucevich. La fama se le había subido a la cabeza. En 'El tratado naval', un relato breve que Arthur Conan Doyle publicó en 1893, Watson asegura que Sherlock Holmes, en una conversación sobre el sistema de medición de Bertillon, expresó "su entusiasta admiración por el sabio francés". La estrella de Bertillon fue, no obstante, una supernova. Brilló con fuerza y se apagó, y más cuando aceptó participar como experto grafólogo (disciplina que no dominaba) en el sonado caso Dreyfus.

Anticuario y coleccionista

El caso es que Barcelona no fue ajena a aquella breve edad de oro del 'bertillonage'. La prueba es este volumen que un coleccionista y anticuario de la ciudad, Víctor Gómez, ha prestado durante unos días a EL PERIÓDICO para dar fe periodística de su existencia.

Un tesoro de anticuario, el primer libro de fichas policiales de España.

Julio Carbó

Aparecen en él 51 fichas de cartón extraíbles, impresas por las dos caras. En la principal destacan las fotografías del detenido, de frente y de perfil. Hoy puede parecer esa una cuestión menor, pero en su tiempo no fue fácil de resolver. Las primeras fotografías de detenidos se tomaron con iluminaciones defectuosas, distancias incorrectas y, parece que de forma muy habitual, sin la colaboración necesaria del presunto culpable. El remedio pasó en ocasiones por atarle a una silla. Sin embargo, no parece este el caso de este estudio antropométrico que ahora, 120 años después, es posible hojear.

Antonia López Martínez, 'tomadora del gato' en lenguaje policial decimonónico, es decir, carterista.

Antonia López Martínez, 'tomadora del gato' en lenguaje policial decimonónico, es decir, carterista. / Julio Carbó

Bajo las fotografías, en una caligrafía siempre cuidada, figuran el nombre, la edad, el lugar de nacimiento, la profesión y, lo principal, el motivo de la detención. La lectura de esa última casilla es la que ofrece un retrato de la delincuencia cotidiana de aquellos años del fin de siglo. Solo hay un homicida, un tortosino del que en el anverso de la ficha se detalla hasta el estado de la dentición (faltan incisivos, tres, los caninos y algunos molares). Abundan los topistas, en jerga policial los delincuentes que revientan la cerradura de un piso con una palanca. Su presencia en las fotografías asusta. No así la de los estafadores. Hasta eso detalla, por ejemplo, la ficha del valenciano Vicente Cebriá. "Aspecto general: decente".

El timo de la estampita

También los timadores lucen un aire que inspira confianza. Uno de ellos fue detenido por engañar con el "timo del cuento portugués", una estrategia para cazar incautos que terminó por ser más popular en la España del franquismo por su otro nombre, el timo de la estampita. La lista de detenidos masculinos la completan un par de carteristas, tres anarquistas e incluso algunos hombres que fueron sometidos al 'bertillonage' simplemente por su aspecto de "sospechoso".

El volumen, abierto al azar en una de sus páginas.

El volumen, abierto al azar en una de sus páginas. / Julio Carbó

La mayor parte de las fichas policiales femeninas son de prostitutas, pero el motivo de la detención no era el comercio carnal, sino el sobresueldo que conseguían con el hurto. En la ficha de cada una de ellas aparece como causa del arresto ser «tomadora del gato», una expresión hoy en desuso y que entonces definía a quien se apropia de la cartea de otro con disimulo o engaño. De la lectura del reverso de algunas de esas fichas se deduce que para el examen antropométrico se las obligaba a desnudarse. "Pechos caídos". "Algunos pelos rodeando las aureolas mamarias". El apartado del aspecto también merece, en el caso de ellas, una mención: "El propio de su clase de vida".