Los músicos exigen más libertad para poder tocar en bares

Carola Ortiz y Marco Mezquida, en un concierto acústico celebrado en el Café Mandacarú.

Carola Ortiz y Marco Mezquida, en un concierto acústico celebrado en el Café Mandacarú.

HELENA LÓPEZ
BARCELONA

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Casi todos coinciden en lo paradójico de que una ciudad que se las da de cosmopolita sea tan conservadora. En lo sorprendente de que haya seis escuelas superiores de música, pero sea tan difícil encontrar espacios en los que actuar. Partiendo de esas premisas, asociaciones culturales, de comerciantes y de artistas se han unido para pedir la modificación de la ordenanza municipal para permitir que los bares puedan programar música en directo sin un permiso expreso «en horarios responsables». «Barcelona podría ser Londres con dos únicos cambios en la  norma que   descriminalicen la cultura», dice Toni Oller, activista vecinal en Sant Antoni y cultural en la asociación Talia Olympia.

La principal crítica que destacan tanto los gestores culturales como los artistas es la clandestinidad a la que a sus ojos les fuerza la dureza de la actual ordenanza, que exige una licencia específica -además de la licencia de bar o de restaurante- y tener el local completamente insonorizado, algo que consideran inasumible por la carestía de la obra. «Para nosotros es muy importante la conciliación vecinal. Se trata de dar cobertura legal a actuaciones en horarios familiares y a espectáculos de pequeño formato», subraya Cristian Vega, del Café Mandacarú, quien lleva más de dos años programando cada semana. «La normativa no hace ninguna distinción a nivel cualitativo ni técnico. Es igual que traigas una orquesta de cámara o una discoteca», asegura Vega, quien añade que no ha recibido jamás una denuncia de ningún vecino. Como todos los locales que apuestan por la cultura pese al riesgo, Vega sabe que, de suceder eso, podría verse obligado a dejar de programar.

Las paredes del Mandacarú son gruesas -es un edificio antiguo-, y sus responsables programan siempre acústicos entre las ocho y las diez de la noche, «muy pendientes de los decibelios». «Pese a eso estás siempre pendiente de un hilo», prosigue Vega, por cuyo club de jazz han pasado los mejores músicos de la ciudad. «Con la música no ganamos dinero, por eso tenemos la parte del restaurante. Este es nuestro pequeño sueño, creemos en la cultura y en la necesidad de ofrecer espacios», añade.

«Durante dos meses, iba a tocar cada día sin saber si el concierto se iba a suspender dos minutos antes por una inspección», explica Marco Mezquida, nombrado músico del año en tres ocasiones consecutivas, en 2011, 2012 y 2013, a sus 28 años. La anécdota, nada anecdótica, le sucedió en Robadors, 23, otro de los locales de referencia para la música en directo de pequeño formato. El joven pianista señala también la precariedad del sector. «Que muchos locales programen casi en la clandestinidad provoca que las condiciones en las que se contrata a los músicos sean las que son», dice. El guitarrista Jaume Vidal, licenciado en el conservatorio del Liceu, coincide con su compañero y confía en que un cambio en la normativa ayude al sector. «Salir de la clandestinidad será bueno para todos», opina.

Salva Ferragut regenta el pequeño Nostrebar, en la calle de Tamarit, desde hace un año y medio. Su apuesta son los vermuts concierto en la calle (el local es muy pequeño para hacerlos dentro). En este tiempo han organizado tres, con gran éxito, cuenta Ferragut, y buena acogida por parte de los vecinos. «Me preguntan cuándo voy a montar más», señala. Como Oller, Vega, Mezquida y Vidal, confía en que la entrada de un nuevo equipo haga posible el reivindicado cambio de normativa que ayude a sacar de la alegalidad a los que ya programan y potencie la creación de nuevos espacios en mejores condiciones para los artistas.

PROMOCIÓN ECONÓMICA / Oller tiene claro que el cambio de la norma supondría una medida para la promoción económica. Como el resto, es consciente de la importancia de abrir un debate riguroso sobre el tema para llegar a una solución de consenso, ese consenso por que tanto aboga el futuro equipo de gobierno. «Si finalmente se decide obligar a la completa insonorización pese al horario diurno y el pequeño formato, se pueden ofrecer ayudas para financiar la adaptación. Todo es voluntad política», concluye.